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El primer domingo de mayo no es solo una fecha señalada en el calendario, es un día que se clava en el pecho de quienes ya no pueden abrazar a su madre. Pero eso no significa que no estén. Cristina, Ana y Lucía la sienten en un gesto, en una joya heredada, en una canción o en el olor de una comida. Hablan con ellas cada día, las recuerdan sin miedo, las llevan puestas en la piel y en el alma.

Cristina perdió a la suya siendo muy joven, pero su recuerdo la acompaña desde entonces como una guía silenciosa. Ana acaba de pasar su primer Día de la Madre sin la suya y lo hace aferrándose a la música, la cocina y los libros que compartieron. Lucía la recuerda como su faro, la mujer que le dio fuerza para ser quien es. Ninguna de ellas la olvida, ni un solo día. Porque hay amores que no se apagan, ni siquiera con la muerte.

Este es un homenaje a esas madres que ya no están, pero siguen siendo. A las que educaron, cuidaron, rieron, escribieron, bailaron y dejaron un legado hecho de gestos cotidianos y cariño eterno. Madres que siguen reinando en la memoria. Porque, como dijo Gabriela Mistral, el amor de madre no espera nada a cambio y nunca se olvida.