El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una conferencia de prensa en Jerusalén.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una conferencia de prensa en Jerusalén. Ronen Zvulun Reuters 1r1n2w

Oriente Próximo

El miedo a un ataque inminente y masivo de Israel se instala en Irán: el régimen usa la baza nuclear para disuadirlo 5d4w6a

Frente a la diplomacia estadounidense, Israel parece decidido a un ataque a la infraestructura nuclear iraní, lo que ha hecho que el régimen de los ayatolás haya amenazado con impedir la supervisión de los científicos de la IAEA. 6a382w

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Mientras el ministro de asuntos exteriores iraní, Abbas Araqchi, negociaba con el enviado especial del presidente estadounidense, Steve Witkoff, el futuro del programa nuclear de su país en la embajada de Omán en Roma, su Gobierno mandaba una carta al secretario general de la ONU y al director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés), que parecía ir en contra de toda negociación y daba un paso más en una escalada que no parece apuntar nada bueno.

La ONU y la IAEA son los vigilantes reconocidos del enriquecimiento de uranio por parte del régimen de los ayatolás. Su labor de verificación es clave para asegurarse de que Irán no fabrica un arma nuclear, algo que no están dispuestos a permitir Estados Unidos ni Israel. Sin esa verificación, por incompleta que todos intuyan que es, entraríamos en un escenario parecido al de Corea del Norte hace un par de décadas y, para cuando volvamos a saber algo del programa iraní, igual nos llevemos una desagradable sorpresa.

De hecho, aunque EEUU sí acepta al menos sentarse a la mesa y discutir sobre el posible uso civil de esas instalaciones nucleares, el problema principal es que Israel quiere acabar con ellas cuanto antes. Tanto las monitorizadas por la IAEA como las que, presumiblemente, se encuentran varios metros bajo tierra, lejos del control de ninguna agencia independiente.

El riesgo para el país hebreo es enorme. No solo Irán es su gran enemigo desde la revolución islamista de 1979, sino que el año pasado recibió hasta dos ataques desde Teherán. ¿Qué pasaría si el siguiente bombardeo fuera con armas de destrucción masiva?

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Es una pregunta para la que Israel no quiere esperar respuesta. Las instalaciones nucleares iraníes ya estaban entre los objetivos del Gobierno de Benjamin Netanyahu en los dos ataques de respuesta que lanzaron las FDI a los bombardeos de abril y octubre. En aquel momento, Joe Biden pidió al Gobierno israelí que los eliminara de la lista, por el enorme daño energético que podía suponer para todo el país persa y por el miedo a que un ataque tan severo hiciera precisamente que Irán se lanzara a la fabricación de una bomba atómica para defenderse.

El entonces candidato republicano, Donald Trump, pidió públicamente a Netanyahu que ignorara a Biden y fuera con todo contra Irán. Es de entender que ya no es de la misma opinión si ha mandado al ubicuo Witkoff a negociar hasta en cinco ocasiones con los diplomáticos iraníes.

Precisamente, ese cambio de posición de Trump es lo que ha hecho que los rumores acerca de un posible ataque preventivo israelí independiente del resultado de la negociación entre Washington y Teherán se hayan avivado en los últimos días.

Por ello, Araqchi ha comunicado en la mencionada carta a la ONU su intención de “esconder” sus materiales nucleares si Israel sigue amenazando con un ataque a gran escala.

En realidad, como hemos comentado antes, lo más probable es que buena parte de esos materiales ya estén escondidos, así que solo se puede entender esta misiva pública como un mensaje a Tel Aviv y de paso a sus interlocutores estadounidenses. De hecho, poco después de conocerse el comunicado, Witkoff abandonó la reunión y cogió un avión de vuelta. Oficialmente, tenía un compromiso ineludible. Extraoficialmente, se comenta que podría ser un gesto de disconformidad.

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La situación actual recuerda a un círculo vicioso: si Israel sigue amenazando a Irán, Irán esconderá sus materiales nucleares, lo que hará a su vez que Israel prácticamente se vea obligado a dicho ataque, puesto que, si la IAEA no puede verificar nada, es absurdo exponerse.

Ahora bien, no parece que vaya a poder contar con el apoyo de Estados Unidos. En la istración Trump son cada vez más las voces que muestran su disconformidad con las políticas de Netanyahu, su empeño en mantener la guerra en Gaza, su nulo interés en priorizar los acuerdos comerciales y su escasa visión diplomática.

El reciente viaje del presidente por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar parece haberle reafirmado en su idea de que Oriente Próximo reemplace a Europa como gran núcleo de operaciones económicas. No es casualidad que, a su vuelta, haya decidido anunciar una subida de aranceles del cincuenta por ciento a los productos de la Unión Europea. Para este traspaso de influencia, es imprescindible que haya paz en la zona. Una paz duradera que haga confiar a los inversores.

Eso no es posible mientras la situación en Gaza sea la que es. Por supuesto, todos sabemos que la idea inicial de Trump era convertir la Franja en un “resort” turístico de lujo. También sabemos que esa idea es completamente inviable, por mucho que Netanyahu la haya incluido en su lista de exigencias para una paz con Hamás. Y, sin duda, los países árabes habrán insistido en la necesidad de caminar hacia un Estado palestino en los términos que ya le presentaron a Biden, es decir, sin Hamás, sin Yihad Islámica, y con fuertes referentes árabes en la nueva istración.

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La negativa de Netanyahu a cualquier tipo de acuerdo, su victimización constante y el “contra todo y contra todos” que predica públicamente mientras mantiene la masacre en Gaza no ayuda en absoluto a este proyecto. Trump no es un idealista. Trump quiere paz en Gaza porque le conviene económicamente a su país y a sus propios negocios. Trump quiere paz en Ucrania porque se muere por levantar sanciones a Rusia y volver a comerciar con Putin.

En ese sentido, un ataque israelí sobre Irán no solo supondría un revés diplomático para Estados Unidos y su papel de mediador, sino que reavivaría el conflicto en toda la zona, con consecuencias imprevisibles. Entre las muchas obsesiones de Trump, y esto no es una cuestión menor, está la de ganar el Premio Nobel de la Paz, como su odiado Barack Obama. Considera que los Acuerdos de Abraham de 2020 deberían haberle valido ese galardón y hará lo posible por ampliarlos a Arabia Saudí.

Ahora bien, conseguir el reconocimiento de Arabia Saudí a Israel pasa por una cierta prudencia diplomática por parte del estado hebreo. Entrar en una guerra abierta con Irán y ocupar Gaza desplazando de nuevo a cientos de miles de civiles no va a ser algo que a Mohammed bin Salman le vaya a hacer especial gracia.

Israel es un aliado importantísimo para Estados Unidos, pero es un aliado problemático. Los árabes no lo son. También son prácticos y saben cómo tratar a Trump para alimentar su ego. En manos de Israel está seguir sus instintos más agresivos o confiar en lo que Estados Unidos pueda lograr. No es una decisión cualquiera y no es poco lo que está en juego.