Ad utrumque paratus. Preparados para lo que venga. El capitán de corbeta Fernando Clavijo repite el mantra de los submarinistas mientras saluda, pecho henchido y mirada firme, a la bandera de España que ondea sobre la vela del S-81 'Isaac Peral'. Viste el traje blanco de marino, aún mojado por la lluvia que lo ha cazado de camino a la embarcación, y su gorra, impecable, reposa bajo su brazo izquierdo. Los comandantes Manuel Corral, líder de la embarcación, y Marcial Gamboa, del S-71 ‘Galerna’, también acaban de cruzar la pasarela metálica que conecta el muelle del Arsenal de Cartagena, en Murcia, con el tubo, que es como llaman cariñosamente al submarino.
Hay movimiento. Un grupo de marinos ultima los preparativos para recibir, el lunes, al rey Felipe VI. Será la primera inmersión del monarca a bordo de la serie 80 (S-80) de la Armada. Ha pasado más de una década desde que Navantia anunció el diseño de un sumergible íntegramente nacional –España es uno de los 11 países del mundo que puede jactarse de ello– y, no sin antes sortear numerosos escollos de por medio, como que el primer modelo tuviese problemas de flotabilidad, el S-81, el primero de su clase, ya ha completado sus primeras maniobras de la OTAN. Ahora será el Jefe del Estado quien lo visite antes de su plena entrada en vigor.
Desde 2021, Manuel Corral ha sido el máximo responsable del 'Isaac Peral'. Pero los comandantes suelen serlo por dos años. Él ya está en tiempo de descuento y cederá el testigo el 25 de junio, un par de semanas después de la celebración del Día de las Fuerzas Armadas (DIFAS), donde el periscopio del nuevo submarino de la Armada emergerá de las aguas de Gran Canaria.

El capitán de corbeta Fernando Clavijo se convertirá, el próximo 25 de junio, en el comandante del submarino S-81 'Isaac Peral'. E. E.
El sustituto de Corral será Fernando Clavijo, de 38 años, quien acaba de superar el intenso Curso de Comandante de Submarinos que organiza la Marina Real de Noruega. Una formación de élite, extremadamente exigente, en la que los alumnos son sometidos a situaciones de crisis, de guerra, es decir, se recrean infiltraciones reales en territorio enemigo, enfrentamientos armados con buques hostiles y sus capacidades de liderazgo son puestas a prueba.
“Fue una lucha conmigo mismo", confiesa el futuro comandante del S-81 mientras se pasea por su negra proa. "Sientes que no tienes el control. No operas en tu zona, ni con tus procedimientos, ni en tu idioma, ni en un barco que conoces. Además, navegar por los fiordos no es fácil. Pero mis carencias me hicieron fuerte. Recurrí a la dotación. Usé a mi equipo, todo formado por noruegos. Quizás sea por el carácter español, nuestra cultura, pero en este tipo de situaciones te obligas a abrir las puertas, y eso hizo que, sintiéndome el más débil, me superpusiera para darlo todo, siempre arropado por el equipo humano".
'Humano' es la palabra que más se repite en esta flotilla en la que todos los submarinistas son amigos. No falta un marinero que no se acerque a Clavijo para saludarle con cariño y desearle prosperidad en sus próximas 20.000 leguas de viaje submarino. "Ya en nada te tenemos a bordo". "¡Suerte, próximo comandante!". "Enhorabuena, mi capitán".
Quizás ese espíritu de hermandad, desprovisto de la rigidez nórdica y germana, es lo que hace que el soldado español sea tan valorado en todos lados y que, a pesar del déficit en inversión en Defensa, a pesar de la necesidad de renovar los equipos, a pesar de los discursos del 'no a la guerra' que durante años han demonizado al militar y lo han acusado de belicista cuando es el último que quiere entrar en combate; a pesar de todo eso, en fin, sea capaz de superponerse y brillar frente al resto. "Somos buenos porque somos conscientes de que necesitamos a los nuestros para ser mejores".

El comandante Manuel Corral baja las escalerillas de proa que dan al interior del submarino S-81. E. E.
A bordo del S-81 'Isaac Peral' 3j265l
Un submarinista emerge como un topo de la escotilla, saluda a Clavijo y a Gamboa pero fija los ojos en el comandante Manuel Corral, al cual invita a adentrarse en la metálica barriga de esta ballena mecánica. Se accede a su interior, cómo no, por una escalerilla en la que resulta imposible no golpearse las rodillas con los escalones. Adentro, decenas de operarios limpian, ordenan, practican, conversan; todo debe estar a punto para la llegada de Felipe VI pero la instrucción, constante, disciplinada, no debe resentirse.
Corral abre uno de los siete camarotes que componen el módulo de habitabilidad. Absténganse los claustrofóbicos de siquiera imaginar lo que supone dormir en una litera en la que apenas un metro separa el colchón, azul marino, de la base de la cama superior. ¿Intimidad? Sí, una fina cortinilla que esconde al durmiente de los ojos de los otros cinco compañeros de colmena. Sólo el comandante goza del privilegio de una habitación individual.

El comandante Manuel Corral posa bajo la lluvia frente al submarino S-81 'Isaac Peral' de la Armada. E. E.
"La autonomía que nos permiten los víveres suele ser de 30 días de inmersión", explica Corral mientras abre la puerta de uno de los pequeños aseos. "Es muy duro a nivel psicológico. Por eso, el principal factor para dedicarte a esto es la vocación. Uno asume que va a sufrir ciertas limitaciones. La falta de intimidad, de espacio, la incomunicación con las familias. Yo, que llevo navegando desde 2008, nunca he experimentado una situación de conflicto grave a bordo, pero reconozco que es difícil vivir así por un tiempo prolongado".
Si el S-81 pone rumbo a una misión, la dotación, que suele componerse de unos 40 integrantes, entre hombres y mujeres, debe hacer tres guardias de mar en las que se turnan cada 24 horas. Si el escuadrón está realizando un ejercicio de torpedos o ejecuta una misión de obtención de inteligencia, se tira de eufemismo y "se incrementa el nivel de alistamiento", es decir, se arrima el hombro. Lo normal, no obstante, es que haya 11 o 12 personas de guardia, "8 horas on, 8 horas off", y el resto del tiempo se descanse.

Omicrono Cartagena
El comandante Corral desliza hacia la izquierda otra cortinilla, que esta vez da a una de las tres cámaras –marinería, suboficiales y oficiales– en las que se divide la zona de habitabilidad. Estos espacios se utilizan para las comidas y otros momentos de distensión de la tripulación.
PREGUNTA.– Comandante, ¿come bien un submarinista cuando está de misión?
RESPUESTA.– Si tenemos en cuenta los condicionantes habituales de la navegación, no puedes permitir poner a la dotación una comida pobre en su momento de esparcimiento. La alimentación es muy importante para mantener el ánimo, y esta debe ser de calidad.
P.– Duermen en camillas pero al menos comen como reyes.
R.– Algo así (se ríe). Pongo un ejemplo clarísimo. Cuando estuvimos en el curso de Noruega, supimos que los cocineros de sus submarinos habían pasado por la Casa Real. La mayor parte tenía un nivel de performance culinaria tremendo y hacía virguerías. A bordo de un submarino yo he comido ballena con salsita especial y reno, barbaridades de restaurante. Nuestro cocinero aquí es un cabo primero que viene de la Escuela de Hostelería de la Armada, en Ferrol, la cual tiene unos niveles de formación muy altos.

El comandante Corral muestra los compartimentos en los que se guarda la ropa en uno de los camarotes destinados a la dotación del submarino 'Isaac Peral'. E. E.
P.– ¿Alguna privación?
R.– Bueno, los platos a la plancha, porque generan humo y eso no es bueno para el ambiente. Pero algún día especial, o cuando sabemos que va a haber regeneración de la atmósfera, podemos utilizarla para darle a la dotación algo diferente y romper con la rutina.
Entienda el lector que el siguiente espacio al que accede el comandante tan sólo puede reproducirse mediante imágenes mentales, ya que las fotografías están prohibidas por secreto industrial y militar. Se trata de la sala de torpedos. Un habitáculo gigantesco de tonos verdosos en el que reposan los potentes torpedos alemanes DM2A4, unas moles negras capaces de, en palabras de Corral, hundir un barco de un solo disparo. "Dos en caso de que sea muy grande", matiza.
Una de sus grandes ventajas es que son torpedos filoguiados. Es decir, el submarino va enlazado con ellos mediante un cable de fibra óptica que permite a los soldados comunicarse con el armamento, darle y recibir información, manejarlo y guiarlo hacia su destino. Así, 50 kilómetros de distancia. "La capacidad ofensiva, el daño que pueden hacer, es muy grande. A diferencia de los misiles, los torpedos explotan por debajo del barco, y la onda expansiva es mucho más potente que si generases un orificio o una explosión dentro. Uno de estos [señala a los monstruos abisales teledirigidos] puede partirlo en dos".
La cámara de torpedos es, en realidad, una cámara de armas, y se encuentra justo debajo de la zona de habitabilidad. A bordo, además de los torpedos filoguiados, se pueden llevar minas y hasta misiles Tomahawk y Sub Harpoon. Bajo ellos se encuentra la cámara de baterías de proa –hay otra en popa– que da vida al leviatán de las profundidades. "Es un submarino muy capaz".
P.– ¿Cuántos metros puede llegar a sumergirse?
R.– Podemos llegar a más de 300, pero hay unos márgenes de seguridad. La cota máxima en la que puede operar el submarino es un dato clasificado. Además, existe un límite estructural del propio casco, que es prácticamente el doble de la cota máxima.
P.– ¿Qué valor aporta a España tener un submarino de esta clase?
R.– Todos los países que cuentan con fuerzas submarinas tienen una gran capacidad. Esa es su principal función: la defensa mediante la disuasión. Es difícil detectarlos y tienen una gran capacidad ofensiva en caso de conflicto. Tenerlos puede llegar a evitar enfrentamientos. Más allá de eso, sus funciones son múltiples, y pueden ir desde misiones para obtención de inteligencia hasta potenciales ataques a fuerzas navales enemigas.

Los comandantes Clavijo (i) y Corral (d) en el interior del submarino S-81 'Isaac Peral'. E. E.
La despedida del 'Galerna' 3a4355
El comandante Gamboa aguarda afuera, en la cubierta de proa, con una media sonrisa, mientras observa el armazón oscuro del 'Isaac Peral'. A él le quedan tan sólo dos meses al frente del veterano submarino S-71 'Galerna'. En julio, será sustituido en el cargo por el capitán de corbeta Diego Varga, que entonces ya habrá terminado el crucero de instrucción del buque Juan Sebastián Elcano en el que hoy la princesa Leonor concluye su instrucción militar.
El submarino que comanda Gamboa es el vivo ejemplo de por qué el 'Isaac Peral' era necesario. Hasta su llegada, el 'Galerna' era el último recurso submarino de la Armada. "En los buenos tiempos, llegamos a tener hasta una decena. Ahora hay dos, y de dos generaciones diferentes", recuerda. "Hoy España está por debajo [de la media] porque acabamos de pasar por un punto mínimo. Pero toda marina que se precie tiene submarinos y, después de tocar fondo, comenzamos a despegar".
El 'Galerna', explica, tiene 42 años de servicio. Es muy seguro, pero tendría que haber sido dado de baja a finales de 2016. No obstante, se hizo una auditoría para asegurar que la llegada de la nueva serie S-80 se solapase con la antigua S-70. Mientras Navantia solucionaba los problemas de flotabilidad del S-81 –para ello tuvo que recurrir a la estadounidense General Dynamics y retrasar el programa varios años, lo que lo encareció en casi 1.800 millones de euros extra–, España debía salvaguardar su flota submarina. "Si se hubiera perdido, habría sido difícil recuperarla", sentencia Gamboa.
El salto del 'Galerna' al 'Isaac Peral' fue como "pasar de un 600 a un Ferrari", se dice en los pasillos del Arsenal de Cartagena. "¿Diferencias?", se pregunta Gamboa. "Todas las que te puedas imaginar. Los sensores del S-81 son más capaces porque escuchan más lejos. Los periscopios implementan funcionalidades para que el operador pueda obtener más información viendo lo mismo. Las baterías tienen más autonomía. Va más rápido. El S-71 tiene una media de 65-70 personas navegando, y el S-81 requiere de apenas la mitad", lo que logra que el personal tenga más espacio.

El comandante Marcial Gamboa, del S-71 'Galerna', en las instalaciones del Arsenal de Cartagena. E. E.
Además, señala el comandante del 'Galerna', "al operar el submarino en un entorno hostil no apto para la vida humana", como es el mar, el S-81 "debe seguir unos estándares de calidad tan altos como los de la NASA". "Para los americanos, construir un transbordador es casi tan complicado como un submarino", y este, al ser uno de los más nuevos de todo el planeta, se encuentra a la vanguardia en cuanto a diseño y operatividad.
La llegada de la serie S-80 marca un antes y un después en la historia de la Armada española. Si el calendario se cumple, en dos años España tendrá tres submarinos en activo. Por un lado, estará el recién estrenado S-81 'Isaac Peral', al cual seguirán el S-82 'Narciso Monturiol', al cual Navantia pretende poner a flote antes del verano y a cuyo mando estará el comandante Damián Niebla, también formado en el curso de Noruega, y el S-83 'Cosme García' que, previsiblemente, podría llegar a las aguas de Cartagena a mediados de 2027, coincidiendo con la baja del S-71 'Galerna'.
El programa de la serie 80 se completará, previsiblemente, entre 2029 y 2030 con la llegada del S-84 'Mateo García de los Reyes', aunque todo depende de la inversión de Defensa y de los plazos de fabricación de Navantia. "No debemos olvidar que España tiene un gran potencial marítimo. Nuestra flota es la onceava del mundo, a nivel pesquero estamos en el puesto número 13 y nuestra economía está influenciada y marcada por el mar".
Cumplir los plazos podría colocar a España de vuelta en el mapa de las principales potencias submarinas de Europa. Actualmente, en el Viejo Continente, tanto Reino Unido como Francia cuentan con 10 submarinos cada una, todos ellos nucleares; Italia tiene 8 de propulsión independiente de aire (AIP), igual que el 'Isaac Peral'; Alemania, 6, y, Noruega, otros 6. De cumplirse el ambicioso plan de rearme submarino, España no entraría en el top de mayores potencias, pero la serie S-80 lograría que se estuviera a la altura tecnológica de germanos e italianos.

Los comandantes Clavijo (i) y Corral (d) frente al submarino 'Isaac Peral' de la Armada. E. E.
Drones, la clase S-90 y el futuro submarino t5t72
Falta un último actor. Un protagonista de la nueva Serie 80. Su nombre no está exento de esa épica literaria que, de vez en cuando, el destino concede a ciertas figuras de la vida real. Se llama Damián Niebla Bars y, al igual que sus compañeros, ha superado con éxito el curso de formación de Noruega. Él será el comandante del próximo submarino que Navantia entregará a la Armada: el S-82 'Narciso Monturiol'.
Si bien el S-81 tomaba el nombre del marino e inventor que desarrolló el primer submarino torpedero con propulsión eléctrica, el 'Narciso Monturiol' homenajea al ingeniero de Figueres que, a mediados del siglo XIX, creó el Ictíneo, uno de los primeros vehículos submarinos con propulsión independiente de aire destinado a la investigación de corales. Algo que al propio comandante Niebla le toca de cerca, ya que él mismo es originario de Cataluña. "Es una bonita coincidencia que me toca a nivel personal,", confiesa.
Además, Niebla considera muy adecuada su elección, no sólo por ser pionero, como Isaac Peral y Cosme García, en el mundo de la ingeniería naval, sino por su perfil científico e innovador. "El programa S-80 ha sido uno de los mayores programas de I+D+I del país y, a mi juicio, está al nivel del programa de desarrollo de las centrales nucleares. Pocos programas han sido tan costosos y han aportado tanto conocimiento".
P.– Usted navegará en el hermano mayor del S-81, el S-82 'Narciso Monturiol'. ¿Qué mejoras ofrecerá este submarino, que previsiblemente llegará en 2026, frente al 'Isaac Peral'?
R.– Por un lado, incorporará mejoras sustanciales en cuanto a capacidad de procesamiento del sistema de combate y del sistema sónar. Tendrá equipos y servidores más modernos. La arquitectura de red ha cambiado. Además, pule algunas deficiencias que han ido apareciendo en el S-81 durante todo su proceso de entrada en servicio. Porque el S-81, no lo olvidemos, es un prototipo que, hasta julio –después de que obtenga la certificación de combat ready–, no hará su entrada para operar en servicio de la defensa nacional.

El comandante Damián Niebla frente a un submarino noruego durante el curso realizado en el país nórdico.
P.– ¿Qué papel considera que jugará la serie S-80 en el marco geopolítico marítimo del futuro reciente?
R.– Dos de las principales características del submarino son la disuasión y la discreción. Opera de forma encubierta y es difícil de detectar. Puede acceder a aquellas áreas o zonas en las que se intenta obtener información o interactuar de forma directa sin que se sepa lo que se está haciendo. Debido a su enorme potencia ofensiva –es intrínsecamente un arma– y a su capacidad de operar, si sumas a todo eso a su enorme autonomía, se convierte en un enorme vector estratégico. Puede actuar de forma decisiva en una campaña y su mera presencia influir en la toma de decisiones del adversario.
P.– ¿Es un submarino vulnerable a la guerra cibernética? ¿Qué iniciativas tiene Defensa para blindar sus sistemas electrónicos?
R.– Los submarinos tienen vulnerabilidades como cualquier sistema que incorpora elementos electrónicos, de mando y de control y redes. Pero el propio medio nos protege contra ciberofensivas del adversario. Apenas se expone, y, cuando lo hace, es de forma limitada en el tiempo. Además, aquellos elementos que puedan verse expuestos, como los sistemas de comunicaciones, cuentan con una arquitectura de ciberdefensa de protección CIS (Controles de Seguridad Críticos). La propia acreditación de los sistemas es revisada, controlada e implementada por el Centro Criptológico Nacional, dependiente del CNI. Estamos muy protegidos, aunque, claro, no existe nada invulnerable.
P.– ¿Podría dar España el salto a los submarinos de propulsión nuclear como los que ya poseen Francia o Reino Unido? ¿Se espera un avance en esa dirección?
R.– El debate lleva mucho tiempo abierto. Los submarinos nucleares proporcionan unas capacidades diferentes, a veces superiores. Por ejemplo, tienen más autonomía, alcance indefinido, mayor velocidad, tamaño superior con mayores vectores ofensivos, es decir, con más armamento y mejores sensores. Pero también desventajas: son más ruidosos, lo que es peor a nivel táctico, y deben operar más lejos de la costa, a diferencia de los submarinos convencionales, que acceden al litoral. Es indudable que entrar en el selecto club de naciones con capacidades nucleares es interesante, y España, a largo plazo, al ser un país familiarizado con las energías nucleares, podría hacerlo, pero no es algo que esté actualmente sobre la mesa.
P.– ¿En qué tipo de operaciones se espera poder desplegar toda la potencia de los nuevos S-80?
R.– En un ámbito geográfico, las áreas de especial interés vienen definidas por la Estrategia de Seguridad Nacional y por toda la base doctrinal de la estrategia militar española, tal y como se define en la Directiva de Política de Defensa y en la Directiva de Defensa Nacional. Esas áreas de interés se encuentran en un entorno regional cercano: el Mediterráneo, el Atlántico, el Golfo de Guinea. Un escenario que no es global, sino regional. Ahí nuestros submarinos cumplen de sobra.

Los comandantes Clavijo, Corral y Gamboa, frente al lema de los submarinistas, 'Ad utrumque paratus'. E. E.
P.– Mire hacia el futuro. Hacia los nuevos escenarios bélicos y el avance de las tecnologías. ¿Qué ve? ¿Qué papel juegan los submarinos S-80 en el porvenir de la Defensa de España?
R.– Desde luego, veremos la integración de los sistemas no tripulados (drones) para su empleo desde los propios submarinos. También creo que podremos integrarlos más y mejor en las redes de mando y control avanzadas. Luego, veremos una mejora sustancial en las capacidades de proyección del poder naval sobre tierra: vectores de largo alcance, misiles de crucero capaces de batir blancos a cientos o miles de kilómetros de distancia y otros potenciales, más técnicos, relacionados con la propia propulsión, la configuración de los sensores, el diseño de los sensores acústicos. Se pasará de la tecnología hidrofónica de los sónares a una tecnología basada en acelerómetros. En última instancia, veremos más precisión, mayor alcance y seremos mucho más silenciosos.