Eloy Sánchez Rosillo. Foto: Juan Ballester.

Eloy Sánchez Rosillo. Foto: Juan Ballester. o2b24

Poesía

Eloy Sánchez Rosillo celebra la vida y la memoria en su posible despedida poética 4e2l41

En 'Venir desde tan lejos,' el poeta murciano traza un diario lírico entre la gratitud, la melancolía y el asombro por lo vivido. 275n19

Más información: 'La juventud del azar', de Orlando González Esteva: la poesía como juego, revelación y destino 503o1b

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Por su regularidad, se podría pensar que Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) pertenece a la categoría de los poetas prolíficos; sin embargo, doce libros no son tantos en una vida larga. Reunió los diez primeros en Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-2017. Después llegaron La rama verde y este. No, una docena no son demasiados para medio siglo de oficio literario.

Venir desde tan lejos 17m68

Eloy Sánchez Rosillo

Tusquets, 2025. 144 páginas. 17 €

Por ellos, a pesar de ser un autor tan apreciado como leído, sólo ha conseguido un par de reconocimientos: el Premio Adonáis en 1977 (por su ópera prima) y el Nacional de la Crítica en 2005 (por La certeza). Ni el Nacional ni el de las Letras, entre los oficiales, ni el Reina Sofía o el García Lorca, entre los de relumbre. Una anomalía, sin duda. Poco le debe preocupar al poeta. Si por algo se caracteriza su obra (al completo en Tusquets) es por la honestidad y la coherencia, algo que casa mal con ese tipo de maniobrados galardones.

En su libro anterior, El sueño cumplido, recogió Rosillo sus meditaciones sobre la poesía, ya sea en forma de textos o de entrevistas. Quien quiera comprender de forma cabal su manera de decir debería leer esa “especie de autobiografía poética”; con todo, me temo que la claridad de sus versos permite al más despistado lector adentrarse como es debido en su mundo, gracias a un tono de voz tan distinguible y nítido como personal e intransferible.

“Yo no tengo teorías. Tengo poemas”, escribía allí, y se comprueba en un libro que, desde el mismo título, anuncia una mirada atrás. Con extrañeza, desde los primeros versos: “Cómo ha llegado uno hasta este día, / nadie puede decirlo”. Porque “Vivir es laberinto”. “Pero aquí estoy”, concluye.

En ese juego de tiempos entre pasado, presente y futuro se va desenvolviendo un recorrido que no deja de ser una suerte de diario. Defiende Rosillo el “marcado carácter autobiográfico” de su lírica: “Uno escribe desde sí”. Amigo de la costumbre, con ellos vuelve la luz mediterránea, la casa de la costa, el mar cercano, la noche, los pájaros… El niño que fue (y la muerte del padre), pero también el hombre que no se rinde al frío de la edad. Que sigue vivo y ve que “la vida es esto: / tanta quietud moviéndose, / estar sin nadie y conversar con todo”. “Aquí”, como el poema. En una soledad tan solitaria como acompañada: de los que quiere y de “la multitud de los que has sido”.

“Cualquier mañana pudo ser la vida”, escribe; un verso con voluntad de lema. Ocupado “en la contemplación de lo real”, aunque “la realidad se oculta más allá”. “Pero atento”, dice en “Dispuesto y disponible”. Porque “mucho importa la espera”. Con qué poco (una hormiga, la lluvia, unos rayos de sol, unas macetas) es capaz de componer un poema.

A pesar de su modulación celebratoria, muestra de gratitud a cuanto le rodea, la melancolía sombrea el conjunto al hacerse patente que se acaba el tiempo. Ahí, lo elegíaco: el declinar del cuerpo (“Cuánta nostalgia de plenitud”), la juventud perdida (“Fui feliz sin saberlo”), la muerte (“No hay muerto que no muera”). La paradoja de “Ser casi viejo acaso, y ser tan joven”.

A pesar de todo, “es hermoso vivir, haber vivido”. “La muerte, aquí, no encuentra lo que busca”. “Intuyo que el libro que ahora escribo / habrá de ser el último que yo alcance a decir”, sostiene. Y uno, que seguirá asistiéndole “el canto”.