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Un edificio modernista en la avenida de Oza de A Coruña: la casa de Andrés Souto Ramos 5b2e4s
La popularmente conocida como casa del millonario, es una de las dos viviendas modernistas que se conservan en la avenida de Oza. Proyectada y construida por el arquitecto Antonio de Mesa y Álvarez entre 1917 y 1919, es un icono de los últimos años del lenguaje modernista en la ciudad 636tk
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Como afirmaba Giorgio Manganelli “todo documentado, todo arbitrario”, el empeño sistemático del ser humano por registrar y documentar todo lo que sucede parece mitigar la ansiedad constante ante la posibilidad de no ser relevante, de no dejar una huella rastreable para el futuro que describa algo, una existencia, un recuerdo. Pero Manganelli comenzó su carrera como escritor elaborando críticas de escritores imaginarios en 1953, es decir, jugaba con la realidad diluyendo sus límites en base a un contexto de posguerra determinante. Y es que, a pesar del enorme volumen de documentación, en realidad, todo es arbitrario porque se basa en la interpretación y en la liquidez del momento en que se observan las cosas. Y al final, todo es tan arbitrario que, en el transcurso de los años, las palabras arbitrarias se convierten en pequeñas historias que, documentadas con mayor o menor profundidad, terminan por hacerse realidad.
Y es que las historias siempre son más interesantes que la realidad, porque en ellas siempre se reserva un pequeño espacio para imaginar. Los sueños, los cuentos y las leyendas se fundamentan en algunos detalles reales que poco a poco fueron construyendo un aura a su alrededor. La arquitectura, a veces, se nutre de estas atmósferas oníricas para recrear espacios que añaden riqueza a la mera funcionalidad. El ingenio del arquitecto, así como los medios de los que disponga en ese momento son determinantes para que la obra se aleje de la mediocridad meramente funcional. En ocasiones, esta condición que envuelve al proyecto, lo transforma en su elemento fenomenológico, es decir, en aquello que se percibe. Así hay obras que terminan siendo conocidas por la imagen popular que se construye en torno a ellas.
Algunos adquieren apodos derivados de su percepción popular como The Shard (la astilla) de Renzo Piano, el SwissBank Headquarters de Norman Foster conocido como ‘el pepino’, el Leadenhall Building de Rogers Stirk Harbour + Partners apodado ‘el rallador de queso’, algunos otros lo hacen a través de algún rasgo particular como las obras de Gaudí en las que su lenguaje sugiere la creación de una atmósfera onírica en la que pueden encontrarse dragones, tortugas, soldados, espacios submarinos, esqueletos animales o elementos vegetales que parecen vivos. Otros, toman el nombre de sus propietarios, porque su imagen social es relevante e, incluso, irada como la casa de los Vanderbilt o de los Astor en Nueva York, o el edificio Chrysler o el edificio Pan-Am (actual Metlife), que toman el nombre de las empresas que tenían sus oficinas en ellos.

Foto: Nuria Prieto
En todas las ciudades existe un relato popular en torno a la arquitectura que las forma, y que en cierto modo altera la percepción que se tiene de ella. Italo Calvino defendía el relato realista, aunque este tratase sobre una idea completamente imaginaria: “hay que nombrar las cosas exactamente, porque si no las nombramos de forma correcta nace el engaño. Y si nace el engaño nace la revuelta, y si nace la revuelta no nace la armonía”. Este anhelo relatado por Calvino en favor de la armonía desarrolla una idea realista de la ciudad, en la que la lectura honesta de la misma, y su interpretación sensata son capaces de definir una cierta percepción armónica dentro del collage desordenado que compone la trama urbana.

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Adolf Loos relataba en uno de sus escritos la historia de un pobre hombre rico que, a pesar de tenerlo todo, no era capaz de ser feliz: “…acudió ese mismo día a un famoso arquitecto y le dijo ‘tráigame usted arte, arte entre mis cuatro paredes. El gasto no importa.’ […] El arquitecto fue a casa del hombre rico, echó fuera todos sus muebles, hizo venir un ejército de colocadores de parquet, estucadores, barnizadores, albañiles, pintores de paredes, ebanistas, fontaneros, fumistas, tapiceros, pintores y escultores y ¡zas! Sin darse cuenta se había atrapado, empaquetado, bien guardado el arte entre las cuatro paredes del hombre rico. El hombre rico era más que feliz. Más que feliz paseaba por las nuevas habitaciones.” Y es que quizás sea más el ingenio que la riqueza lo que define un espacio arquitectónico, las posibilidades económicas se configuran solo como un funcionalismo posibilista, mientras que el proyecto certero es capaz de dotar a la casa de aquello que su propietario demanda.
La casa del Millonario 6h4b6w
En A Coruña, hay una vivienda que popularmente se conoce como ‘la casa del millonario’. Construida entre 1917 y 1919 para D. Andrés Souto Ramos, se encuentra en el número 132 de la actual avenida de Oza, y es obra del arquitecto Antonio de Mesa y Álvarez (1862-1939). Icono del modernismo en esta zona de la ciudad, la parcela adyacente también cuenta con un edificio similar propiedad de Souto Ramos, pero construido unos años después, en 1921, con la voluntad de ser alquilado en su totalidad. El arquitecto, Mesa y Álvarez llegó a la ciudad desempeñando el cargo de arquitecto municipal entre 1890 y 1894 para ser posteriormente arquitecto de Hacienda desarrollando parte del parcelario de la ciudad. Ya que entonces no existían las incompatibilidades profesionales actuales, pudo desarrollar obras privadas como el café Moderno en la calle Real o la actual Terraza en los jardines de Méndez Núñez. Generacionalmente es un arquitecto modernista, que dota a sus obras de envolventes ricas y ornamentadas con una gran influencia vienesa, sin embargo, esta casa, se encuentra ya en los últimos años de uso de este tipo de lenguaje que comenzaba a decaer en favor del racionalismo o el cubismo. Por ello esta obra resulta de gran interés, ya que se trata de un proyecto tratado con un lenguaje ya consolidado, contextualizado en el lugar y que, de alguna manera, no causaría vanguardia o sorpresa por ser innovador.

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El lugar en el que se ubica la casa era entonces un camino de salida de la ciudad, no demasiado urbanizado y con una mirada privilegiada sobre el mar. Muchas de estas viviendas se construían en ubicaciones similares lejos del núcleo urbano, además Souto Ramos era consignatario del puerto por lo que su cercanía a este parecía lógica. La casa presenta una distribución habitual en una construcción burguesa del momento. La planta baja se destinaría a almacén, garaje portería y usos secundarios, dejando la posición del núcleo de comunicaciones con la escalera de hacia la medianera derecha. En la primera planta o ‘principal’ como se solía denominar entonces, se organiza la casa: comedor, sala y despacho (de izquierda a derecha) en la fachada principal de la casa, ubicando comedor y despacho en las galerías, mientras que la sala se sitúa en el centro.
Esta organización es similar a otras viviendas burguesas más populares como la Casa Batlló que sigue este mismo esquema de fachada. Tras esta primera línea se encuentra un espacio de vestíbulo y circulaciones que crea un pasillo central con la cocina a la izquierda (inmediatamente detrás del comedor y adyacente a la despensa), con cuatro habitaciones, una de las cuales cuenta con gabinete, pero ninguna de ellas da directamente a la galería posterior que sirve de filtro y además alberga el baño de esta planta. Pero esta planta presenta una pequeña curiosidad y es que la galería se prolonga mediante un pasillo que nace de ella contra la medianera para dar al huerto. En la parte superior aparecen dos pequeñas salas que dan a fachada. Este tipo de viviendas se proveían, desde el diseño, de un patio para crear un jardín y una huerta siguiendo los ideales de la Belle Èpoque, en los que las estancias controladas al aire libre formaban parte de la vida cotidiana y, en las familias burguesas que se lo podían permitir, contribuían a la mejora de la salud de sus habitantes.

Foto: Nuria Prieto
Una fachada modernista 3c453s
Pero lo más destacable, desde un punto de vista popular, es su fachada que muestra la aplicación de un lenguaje tardo-modernista que pronto desaparecería. La casa sigue una jerarquía compositiva basada en el volumen, pero la ornamentación aplicada sobre ella no se relaciona entre sí creando una lectura global y ordenada, sino que se superpone sobre los volúmenes subrayando su morfología. Así el lienzo base de la fachada presenta un rallado horizontal en la planta baja simulando sillares, de una dimensión similar al zócalo de piedra sobre el que se levanta, mientras que en la planta segunda es completamente neutro. Los huecos, de dimensiones similares entre sí, pero más bien esbeltas, se rematan superiormente con un recercado geométrico, similar entre sí en la planta baja, pero completamente mezclado en la segunda donde la presencia de la galería en la parte derecha introduce un elemento discordante. Pero al mismo tiempo, el arranque se esta galería, se utiliza de manera simétrica para crear un balcón cerrado inferiormente en el lateral izquierdo.
Con carácter general, aquellos elementos más esbeltos, como puertas de balcones o la galería reafirman su verticalidad mediante la adición de columnas importadas. Todos los balcones. Así como la galería destacan su vuelo mediante el uso de ménsulas decoradas que se prolongan verticalmente para crear el hueco de la galería o bien el frente del balcón. En conjunto formado por la planta baja y primera se culmina con el añadido de una cornisa. Bajo la cual se dispone un friso ornamentado con motivos vegetales. La cornisa se multiplica creando un juego de volúmenes que se rompe con la galería y con la presencia del balcón en los extremos derecho e izquierdo de la fachada. En el extremo izquierdo, la cornisa forma un balcón que, además de las ménsulas, cuenta con un motivo decorativo central que resalta la presencia de la buhardilla en la parte superior. Esta se remata con sendos motivos florales a cada lado. La galería, que se prolonga hacia arriba, se singulariza mediante la curvatura del volumen en sus extremos. En el centro de la galería se dispone una guirnalda, así como dos medallones inscritos en motivos geométricos. La galería se remata superiormente con una decoración similar a la de la buhardilla, pero incorpora en su centro, sobre motivos vegetales en forma de hojas un pequeño medallón en el que pude leerse 1918, sin embargo, la obra no se terminó hasta agosto de 1919.

Foto: Nuria Prieto

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En la actualidad puede verse la medianera de la casa, con los arranques de la vivienda colindante al aire. Pero también, debido a la organización de esta se puede ver el espacio del patio y huerta con el que contaría. Así mismo quedan a la vista la galería de la cocina y de la planta superior, así como las ventanas laterales y el extremo y fachada posterior de la casa, que se encuentran parcialmente tapados por el edificio posterior. La casa se encontraba construida con muros de mampostería revocada, carpinterías de madera y cubierta de teja. En la fachada posterior puede verse también un revestimiento con chapa metálica hoy en día pintada. En la actualidad el edificio parece no estar habitado, sin embargo, su estado de conservación es magnífico.
El cuento del hombre rico 331y30
El cuento de Loos, sobre el hombre rico escondía un truco. Y es que feliz como era el hombre rico, no podía añadir nada más en su casa “¿Y si quisiera comprarme un cuadro de la Sezession? Pregunto triunfante (al arquitecto) “Intente colgarlo en algún sitio. ‘¿No ve usted que ya no queda sitio para nada mas? ¿No ve usted que para cuadro que he colgado he compuesto un marco en la pared, en el muro? […] Entonces se produjo un cambio en el hombre rico.” El proyecto, tan ornamentado, tan ajustado a las necesidades de aquel hombre acaudalado, no itía mucho más cambio, porque no estaba pensado para la seguir aumentando la riqueza en términos patrimoniales, para ello debería construirse un segundo proyecto o una ampliación. Porque los proyectos, una vez terminados pasan a ser propiedad de quien los utiliza, responden a las cualidades oníricas o las ensoñaciones previstas, pero si algo de esa atmósfera se ve transformado de manera repentina, la alteración causaría un desequilibrio. “El hombre feliz se sintió de repente profunda, profundamente desdichado. Vio su vida futura. Nadie podía proporcionarle alegría. Debía pasar sin deseos ante las tiendas de la ciudad. Para él ya se creaba nada más. […] Sentía: Ahora debo aprender a vagar con mi propio cadáver. Cierto: ¡está usted completo! ¡Está acabado!”.

Foto: Nuria Prieto
Y es que la arquitectura es capaz de crear espacios, auras, atmósferas, pero ello no significa que ese lugar creado responda a las ambiciones de sus habitantes, pero sí a sus necesidades y deseos. Por que la obra de arquitectura no depende de la acumulación de objetos o la ornamentación sino de la enorme riqueza espacial que una obra es capaz de crear.