
Foto: J.F. Paga / Grasset 185n6h
'Vivir en zapatillas', de Pascal Bruckner: un sermón sobre la banalidad contemporánea y el culto al móvil 4f1n8
El ensayista da un buen repaso a nuestro tiempo histórico, entre la pandemia y la posterior invasión rusa de Ucrania, con un tono similar a Byung-Chul Han. 20o4p
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Poéticamente, hacia el inicio de La genealogía de la moral observa Nietzsche que, del mismo modo que surgen frutos del árbol, brotan de cada uno nuestros síes y nuestros noes a la vida. Quizá se pueda añadir a esto que, a medida que el árbol va haciendo años, cada temporada los noes van predominando sobre los síes.
Esto, a la manera casi de sospecha, planea en la lectura de un libro como Vivir en zapatillas, donde el ensayista Pascal Bruckner da un buen repaso a nuestro tiempo histórico, entre la pandemia de 2020 y la posterior invasión rusa de Ucrania.
En el discurso de este autor, nacido en París en 1948 (y por tanto “mozuelo intelectual del 68”) lo primero, es decir, la Covid, constituyó la puntilla para terminar de adormecer, enrarecer y monadologizar la sociedad occidental; y el segundo acontecimiento, la guerra, o mejor, la respuesta de la ciudadanía europea ante la guerra, supone un punto de esperanza.
La banalidad, la “bancarrota del Eros”, el ansia de intimidad, la reclusión y el culto al teléfono móvil son algunos de los asuntos que trata este conocido polemista, con continuas referencias clásicas y ensayos de genealogía cultural. Nuestra vida reglada tiene, para Bruckner, un precedente en los monjes de san Benito y nuestra necesidad de intimidad total es algo así como el apogeo de una tendencia cultural posterior al siglo XVIII.
Oblómov, el protagonista aplatanado de Goncharov, es un símbolo de nuestro tiempo. Las ansiedades de la pobre Madame Bovary expresan bien nuestra relación con el teléfono móvil. Yo me he reído en ese capítulo, el 5. El libro no es monocorde. A veces, el tono machacón-bulldozer-byung-chulhan se olvida y Bruckner se limita a hablar sobre nuestro tiempo con curiosidad, con interés, como cuando habla de Virginia Woolf como la primera que vio en la reclusión (la intimidad total del gabinete de trabajo) el inicio de un nuevo tipo de emancipación (p. 76).
Ágilmente escrito y sembrado de nutritivas citas, este libro analiza La banalidad y el culto al móvil
Pero, en principio, predomina el discurso-sermón para agitar a los Oblómovs del universo mundo. A continuación, transcribo un pasaje de la conclusión que me resulta muy representativo del libro: “El apetito de vivir de los años sesenta ha terminado: hay que enfriar lo sublime, reducir las ambiciones, invitar a cada uno a orgías de buenos modales. El deseo de disfrutar de todo lo bueno que la vida ofrece está prohibido o, incluso, condenado como un pecado contra el planeta, la nación, el pasado, la moral, las minorías. De 2020 a 2022 han proliferado en Francia tantos profesores de la depresión, tantos aguafiestas en las ondas dispuestos a echarnos un sermón, a prometernos los peores castigos: ¡habíamos disfrutado mucho, teníamos que pagar! Henos aquí invitados a retirarnos a nuestro interior porque el afuera es el abismo. La prudencia se confunde con la inercia” (p. 150).
La última frase revela bien el tono en general de exhortación que domina un texto, por otro lado, ágilmente escrito y sembrado de nutritivas citas. Ahora bien, yo doy clases en la universidad a chicos de 18, 19 o 20 años, y no puedo evitar pensar (ahora que pondero virtudes y defectos de este panfleto) si ellos se sentirían reflejados en todo esto.
¿Estarían de acuerdo estos chicos y chicas en que vivimos en un mundo sin ideales, sin política, sin vida exterior? ¿Van estos jóvenes por la vida en zapatillas, esclavizados por el teléfono móvil, indolentes, medio dormidos, sin deseo de disfrutar de todo lo bueno, sufriendo la “bancarrota del Eros”? Me temo que no, monsieur Bruckner: se trata, más bien, de sus propios noes.