António Lobo Antunes. Foto: Gonçalo Rosa da Silva

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Letras Libro de la semana

Cualquiera puede ser un asesino en 'La última puerta antes de la noche', la nueva novela de Lobo Antunes o2h15

El escritor se adentra en el pantanoso terreno del 'true crime', pero no para explotar el morbo, sino para ahondar en las pulsiones de la mente humana. 2f6e5y

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Hay novelas policiacas que supeditan la trama a la intriga, sin otro propósito que crear un clima de suspense capaz de mantener al lector en vilo. Otros autores prefiere subordinar la trama a una meta más ambiciosa: explorar el interior del ser humano, recrear sus conflictos morales, determinar el origen del mal, dilucidar el significado de conceptos como la culpa, el perdón o la redención. La última puerta antes de la noche pertenece a la segunda categoría. Si alguien espera misterios inextricables, giro sorprendentes o un desenlace impactante, se llevará un desilusión.

La última puerta antes de la noche 51s1g

António Lobo Antunes

Traducción de Antonio Sáez Delgado
Random House, 2025
449 páginas. 24,90 €

António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) se adentra en el pantanoso terreno del true crime, pero no lo hace para explotar su carga morbosa, sino para profundizar en las pulsiones de la mente humana, una caja negra que solo muestra sus claves cuando se somete a la interpelación de las palabras precisas. El escritor portugués no concibe el lenguaje como una herramienta. Su estilo no es una simple forma de contar las cosas, sino un salto al vacío con un aterrizaje incierto. Desde su punto de vista, las palabras son el único camino hacia la verdad, pero la verdad no es trascendente ni clarificadora. Al final de sus libros no nos aguardan revelaciones, sino una desalentadora sensación de perplejidad.

En La última puerta antes de la noche, Lobo Antunes disecciona la mente de cinco hombres que asesinan a un empresario en presencia de su hija y disuelven el cadáver en ácido sulfúrico. No son espíritus atormentados que desafían a la moral convencional, como Raskólnikov, sino individuos mediocres movidos por una motivación vulgar: ocultar un fraude. Al igual que Patricia Highsmith, Lobo Antunes piensa que cualquier ser humano puede convertirse en un asesino en determinadas circunstancias.

Los asesinos del empresario son hombres comunes, vulgares. No son especialmente crueles ni perversos. Su principal preocupación es no dejar huellas. "Sin cadáver, no hay crimen", se repiten. No se dejan incomodar por la conciencia. No perciben a la víctima como un semejante, sino como una res que jadea, gime y patalea. La muerte no les afecta como un hecho moral, sino como un evento que remueve su memoria, despertando recuerdos dolorosos, como la reacción de ese padre que rechazó la mano de su hijo y exigió un biombo para agonizar en la intimidad.

Para los asesinos, la muerte solo es una operación compleja. No hay que descuidar los detalles ni confiar en la suerte. Conviene mantener la cabeza fría. Un asesino no es un moralista, sino un operario que intenta ejecutar su trabajo con el máximo cuidado. "Vivir es negociar con la muerte", afirma Lobo Antunes. La muerte propia y la muerte ajena. La vida solo es una breve travesía entre dos abismos, un pirueta efímera. Los vivos y los muertos no componen una comunidad. Solo son los escombros de una obra inacabada.

La presencia de la hija de la víctima no suscita ternura entre los asesinos. Solo es una sombra incómoda, un aspecto irrelevante del decorado. Dos de los homicidas son abogados. Han transferido el patrimonio de los padres de la víctima a una sociedad y piensan que 500 litros de ácido sulfúrico constituyen el mejor recurso para evitar que salga a la luz la estafa. Fantasean que Dios les ayudará. A fin de cuentas, la vida no ha sido muy generosa con ellos. Han conocido el fracaso, el desprecio y el desamor. Ahora les toca ganar. Un crimen a veces es un prodigio inesperado que corrige un destino adverso.

La novela de Lobo Antunes llega a España poco después de la polémica provocada por El odio, de Luisgé Martín. ¿Es ético escribir sobre un crimen que ha destruido vidas ajenas? ¿Cuáles son los límites morales de la literatura? No he leído El odio. No puedo juzgar la obra. No me parece una buena noticia que se cancele la publicación de un libro, pero entiendo el dolor de los familiares y los amigos de las víctimas. Lobo Antunes escribe sobre un crimen que sucedió hace más de una década. No sé si ha hablado con los afectados. Sí puedo decir que no ha incurrido en el sensacionalismo.

'La última puerta antes de la noche' es un milagro. Está hecho con fragmentos, susurros, gritos y desgarros y visiones

Su prosa poética y altamente introspectiva está muy alejada de la truculencia y el mal gusto. No empatiza con los asesinos, pero tampoco los deshumaniza. El mal no es un fenómeno demoníaco, sino un excrecencia que nace de la frustración, la codicia o el resentimiento. Los monstruos son anodinos. Los asesinos del empresario son meticulosos, pero no inteligentes. Compran las garrafas de ácido en tiendas diferentes, pero las almacenan de forma negligente, como si prepararan una barbacoa.

La arquitectura del relato es prodigiosa. Los capítulos componen un mosaico asfixiante. La pericia formal solo acentúa el espanto. Todo se encadena con una perturbadora armonía. Ciertas imágenes se repiten insistentemente: los murciélagos, las lechuzas, las habitaciones con olor a traición y adulterio, los cielos plomizos, negros como tubos de escape. Lobo Antunes no esconde su pesimismo. Los asesinos no son anomalías, sino individuos donde se manifiesta la incapacidad del ser humano para vivir en paz.

Es posible que algún lector reproche a Lobo Antunes que descuida la historia, que dedica la mayor parte de su atención a los procesos psíquicos. "Yo no quiero contarle historias a nadie –aclara el portugués en una entrevista–. Es el libro quien manda. Intentas ahondar, decir lo que no se ha dicho antes. Nunca escribes lo que quieres, el libro es tu dueño". Efectivamente, Lobo Antunes no cuenta una historia. Tampoco esta vez, pero en su literatura nada es gratuito o innecesario.

La última puerta antes de la noche es un milagro. Está hecho con fragmentos, susurros, gritos, desgarros y visiones. La trama solo es una melodía de fondo. El primer plano lo ocupan las disquisiciones de los asesinos: caóticas, desordenadas, pueriles. Ruido, furia e insignificancia. No hay nada más. Ni en la vida ni en la literatura. Lobo Antunes asegura que no inventa nada, que no existe la imaginación, que escribir es escarbar en la memoria.

La última puerta antes de la noche es un gran libro, pero no es entretenido. Leerlo se parece a caminar entre dunas. Sientes el peso de las palabras, su densidad, su carácter poliédrico. Y no hay conclusiones. Las cosas suceden y los escritores las evocan, las observan y las recubren de palabras. Indiferente a las exigencias del mercado, Lobo Antunes no proporciona facilidades al lector. No escatima la elipsis ni las reiteraciones. Sus libros no ayudan a pasar el tiempo. Al revés, nos hacen sentir que estamos atrapados en un telaraña y que cada segundo nos ahoga. La literatura a veces sana, pero no es el caso de Lobo Antunes, que escribe como si se desangrara.