Luis Ortega. Foto: Nora Lozano

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Cine

Luis Ortega estrena 'El jockey': "En Argentina nadie sabe realmente quién es" 65192k

Tras su paso por Venecia, el director de 'El ángel' presenta un filme en donde reflexiona sobre la identidad con Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó y Daniel Giménez Cacho. 44l2k

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Un cuadro de gran tamaño preside el estudio en el que el cineasta argentino Luis Ortega (Buenos Aires, 1980) escribe sus películas. En él, aparece la figura de un niño de triste semblante en blanco y negro, que le mira mientras él va sumando palabras al folio en blanco.

“Es Leonardo Favio, para mí el mejor director de cine que ha existido en Argentina”, explica Ortega. “Le pedí a un amigo pintor que me hiciera ese cuadro a partir de una foto tomada una de las veces que estuvo preso durante su conflictiva infancia. Lo tengo ahí mirándome, diciéndome: no me aflojes, no hagas concesiones absurdas de las que te vas a arrepentir”.

Ortega comparte con el director de Crónica de un niño solo (1968), Nazareno Cruz y el lobo (1975) y Soñar, soñar (1976), además de un estilo en el que prima la subjetividad frente a la realidad, el interés por los marginados de la sociedad. De hecho, su nueva película, El jockey, parte de la curiosidad que sintió por un vagabundo de Buenos Aires al que todo el mundo ha visto en la ciudad alguna vez.

“Se trata de un ruso de ojos claros que, a pesar de ser muy masculino, va medio vestido de mujer, con un bolso, un abrigo de piel y unos pendientes con aros”, apunta el director. “Empecé a seguirlo y me di cuenta de que entraba en todas las farmacias y se pesaba en la balanza. Le pregunté por qué lo hacía y me dijo: ‘Siempre peso cero, no existo, pero me están persiguiendo’. Eso me pareció una premisa alucinante: uno no existe, pero le están persiguiendo”.

Lo que persigue a Ortega últimamente es el éxito como cineasta, tras más de una década en el circuito del cine de autor latinoamericano, donde contaba con gran prestigio y escasa proyección.

Con El ángel (2018), con producción de El Deseo de Almodóvar, la scorsesiana historia real del asesino en serie Carlos Eduardo Robledo Puch, consiguió repercusión internacional –la película se estrenó en Cannes– y reinar en la taquilla de Argentina en su año.

El jockey, que pasó por la sección oficial de Venecia, fue nominada al Goya a mejor película iberoamericana y se estrena este viernes en España, volvió a triunfar en las salas, a pesar de ser mucho más exigente para el espectador.

Pregunta. ¿Buscaba una ruptura con El ángel?

Respuesta. Buscaba algo que se acerque a la verdad. En El ángel había una ilustración de una experiencia adolescente que creo que lograba trascender la anécdota. En El jockey he tratado de ir directamente a trascender la anécdota para llegar al sentimiento y quizá eso excluya a algún espectador que espere algo más masticado.

»Las series han contribuido a esa tendencia que hay en la industria de explicar constantemente lo que está sucediendo, pero me parece una insensatez: nadie sabe lo que está pasando en su vida.

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Eso es lo que le ocurre a Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart), una leyenda de las carreras de caballos entregado a la autodestrucción por la vía del exceso y la adicción, que mantiene una compleja relación con otra jinete, Abril (la española Úrsula Corberó), y con un empresario de prácticas mafiosas, Sirena (el mexicano Daniel Giménez Cacho).

Mariana Di Girolamo y Úrsula Corberó

Mariana Di Girolamo y Úrsula Corberó

Tras un accidente en una importante carrera, Remo sufre una crisis de identidad y empieza a vagar por la ciudad.

P. ¿Quería reflexionar precisamente sobre la identidad?

R. Honestamente, no es una elección temática, una cosa fue llevando a la otra. La película se va construyendo sola, uno solo tiene que estar atento, tomar nota y escribir entre ocho o diez horas al día.

»Pero sí, nadie sabe quién es, y ese es el chiste de la humanidad. Para mí, la identidad es una especie de convención que nos hemos inventado para no caer en una sensación de abismo que, sin embargo, a mi me parece maravillosa.

P. Ha contado con Timo Salminen, el director de fotografía de Aki Kaurismaki. ¿Era el director finlandés una referencia para El jockey?

R. En realidad, no. Más referencia han sido Buster Keaton o Chaplin, esa cosa de personajes muy delineados. Pero lo que pasa es que Kaurismaki y Salminen son inseparables. Cualquier cosa que Timo ilumine se va a parecer a Kaurismaki, porque Timo es el sello de Kaurismaki.

»En cualquier caso, buscaba una película de estilo clásico, y para eso era muy propicio. También quería una luz que no fuera naturalista, que generara un extrañamiento, algo más teatral. Buscaba esa sensación de que la vida te resulte de repente artificial.

»Realmente, no hay nada menos natural que la naturaleza, si lo piensas todo es extraño. En ese sentido, la vida es un fenómeno estético. Por mucha filosofía que hagamos, realmente no hemos encontrado que tenga otra razón de ser. Timo vino a reforzar el fenómeno mágico de existir estéticamente.

Nahuel Pérez Biscayart, en la película

Nahuel Pérez Biscayart, en la película

P. ¿Está hoy Argentina también en una crisis de identidad?

R. Argentina hace rato que no tiene identidad, por más que uno pueda reconocer el insoportable acento argentino en cualquier calle del mundo. Es una mezcla de identidades donde nadie sabe realmente quién es. Indudablemente es Latinoamérica, pero indudablemente también es un país ajeno a sí mismo, todo el tiempo extrañado y con una inestabilidad que genera grandes crisis económicas y de estados de ánimo. Pero también es un país fantástico.

»En Madrid todo funciona tan bien que creo que nunca se me ocurriría una idea creativa. Úrsula me preguntaba por qué suelo retratar en mis películas a personas que duermen en la calle. Pues es que en cada cuadra de Buenos Aires tenemos a dos o tres personas viviendo así. Estamos en un momento particularmente crítico a nivel político, poco esperanzador.