La Conferencia de Seguridad de Múnich de este año, celebrada el fin de semana, quedará como una de las ediciones de mayor trascendencia histórica de cuantas ha vivido este foro octogenario. Porque pasará como el parteaguas del nuevo orden mundial que prometía acarrear el regreso de Donald Trump a la presidencia de EEUU.
Ya desde el jueves la istración Trump dejó clara su intención de excluir a Europa (y a Ucrania) de las negociaciones de paz con Rusia que arrancan esta semana. Y la intervención el viernes en la Conferencia del vicepresidente JD Vance fue la confirmación de que EEUU está decidido a renunciar a su papel de policía del orden internacional que ha venido ejerciendo desde la posguerra mundial.
No es exagerado afirmar que el discurso de Vance en Múnich es el que mayor impacto ha causado en el continente desde, al menos, el célebre mensaje del "whatever it takes" de Mario Draghi en 2012 para salvar el euro.
Y no precisamente por haber pronunciado unas palabras alentadoras, destinadas a inspirar a los países europeos soluciones para sus desafíos más acuciantes. Por el contrario, el vicepresidente americano apenas se refirió a la guerra de Ucrania, y centró su discurso en reprender a los gobiernos europeos por "censurar la libertad de expresión". El subtexto de esta monserga paternalista era defender el modelo de negocio de los gigantes tecnológicos estadounidenses, frente a los razonables recelos que despierta en la UE su facultad de injerencia en los procesos democráticos.
Restando importancia a la amenaza de la Rusia de Putin, con quien Trump se dispone a negociar un acuerdo en términos completamente desfavorables para Ucrania, Vance quiso trasladar el marco de que "el enemigo de Europa no está fuera, sino dentro".
Insistió en que Europa y EEUU "estamos en el mismo equipo" y tenemos "valores compartidos". Pero el corolario inequívoco de su conminación a que los europeos "provean su propia defensa" es que EEUU va a dejar tirada a Europa en la brega con sus enemigos.
El discurso de Vance es la certificación de la quiebra del eje euroatlántico precipitada por el vuelco de la política exterior estadounidense bajo el trumpismo.
No se trata únicamente de que haya quedado obsoleta la concertación de intereses geopolíticos entre los componentes del bloque occidental. Es que EEUU, al apoyar abiertamente a fuerzas euroescépticas en nuestro territorio, demuestra ya estar conjurado contra el proyecto de integración comunitaria.
Por eso, el lapidario discurso de Vance debe al menos servir a los países europeos como revulsivo.
Porque lo cierto es que la deserción de EEUU de la defensa continental estuvo largamente anunciada. Y aún así Europa no se ha procurado un plan de contingencia (más allá de pronunciamientos retóricos sobre la "autonomía estratégica") ante los indicios claros de que el desenlace del divorcio euroamericano no sería otro el sellado este fin de semana en Múnich.
Quien sí parece haber captado el mensaje es Volodímir Zelenski. Constatado el abandono de EEUU a Europa y Ucrania, ha defendido en su intervención en la Conferencia de Seguridad que "ha llegado el momento de crear un ejército europeo".
No se trata de reemplazar a la OTAN con unas fuerzas armadas continentales, pero sí de compensar comunitariamente la merma de la contribución de EEUU a la seguridad colectiva.
Zelenski tiene razón al alertar de que, si Trump empodera finalmente a Putin, nuestra región necesitará nuevas garantías de seguridad y fuerzas de disuasión para el futuro. Máxime cuando existe una posibilidad real de que tengan que ser misiones de paz europeas las que velen por el eventual armisticio entre Kiev y Moscú.
La airada reacción de distintos líderes europeos al altanero discurso de Vance es un buen síntoma de que aún queda pulso moral en las viejas naciones para reivindicar nuestra contribución a la historia de las libertades, a la que tanto debe EEUU.
Pero la respuesta debe ir más allá de la mera indignación y materializarse en una deliberación colectiva sobre la nueva arquitectura defensiva continental. La reunión de líderes europeos convocada hoy por Macron es una buena oportunidad para que Europa, que ha venido externalizando su seguridad en un socio cuyos intereses ya divergen de los nuestros, pase por fin a hacerse cargo de ella.