
Dentro del cabaret de Járkov que desafía los bombardeos rusos bajo tierra: "La vida sigue en medio de la guerra" 6u11r
Después de 1.196 días de guerra, cuenta una entrevistada, los ucranianos necesitan vivir el presente porque no saben si van a estar "vivos mañana". 3q1p2c
Más información: Rusia y Ucrania acuerdan un nuevo canje de prisioneros en Estambul: todos los enfermos, heridos y menores de 25 años q442f
Las sirenas antiaéreas no dejaban de retumbar en las calles de Járkov unas pocas horas después de darse a conocer que el Servicio de Seguridad de Ucrania había destruido un tercio de la flota aérea de Putin, en suelo ruso, atacando cuatro aeródromos militares con drones. Sin embargo, al caer la tarde, el show arrancaba en un sótano de la concurrida calle Pavlovskaya, donde lo único que se escuchaba era música de cabaret que en nada se parecía a los sonidos de la guerra. 454117
"Han bombardeado dos veces el edificio del otro lado de la calle, mientras estábamos haciendo el show, y ni siquiera nos enteramos", explica la joven que regenta el local. Járkov es la segunda ciudad más grande de Ucrania, está situada en el noreste del país –a escasos 30 kilómetros de la frontera con Rusia– y los ataques sacuden sus calles a diario desde el comienzo de la invasión a gran escala.
En aquel momento, en los primeros días de la guerra, más de un millón de ucranianos huyó de Járkov como pudo. Iban hacinados en trenes o en largas caravanas de coches, mientras las explosiones detonaban en el casco histórico de la urbe sembrando el pánico. Y se dirigían a las ciudades del oeste, o incluso a otros países de Europa en calidad de refugiados.
Pero hoy, la mayor parte de los que se fueron ya han regresado y la ciudad está más viva que nunca. Los que pudieron retomaron sus trabajos al volver, otros tuvieron que reinventarse. Pero la realidad es que en los últimos años no han dejado de abrir nuevos negocios por toda la ciudad, a pesar de la guerra en curso.
El cabaret de la calle Pavlovskaya es uno de esos lugares que reabrió, cuando sus propietarias volvieron a la ciudad, en mayo de 2022. Desde entonces, han tenido que adaptarse a las restricciones del toque de queda; superar la movilización forzosa a la que se enfrentan los hombres ucranianos en edad de servir en el ejército –y que disuade a muchos de ellos de salir demasiado a la calle–, y convivir con los continuos avisos por bombardeos.

Bailarinas del cabaret durante uno de los cambios de vestuario, en el club de Járkov. El Español
300 dólares en oro s4x2x
Este club –que mezcla los espectáculos de striptease con la estética del cabaret– está regentado por una familia de mujeres y da trabajo a 15 bailarinas. Lo fundó Valeria, una coreógrafa de la ciudad, hace ahora once años, justo cuando empezaba la guerra del Dombás de 2014.
Hoy es la hija mediana de Valeria –que se llama igual que su madre– la que gestiona el cabaret y cuenta su historia. "Mi madre era bailarina de una famosa artista de ballet-show cuando era más joven", comienza a relatar Valeria hija. Estos espectáculos de concierto solían ofrecerse en clubs, teatros e incluso se desplazaban a celebraciones privadas como bodas o cumpleaños para amenizar la fiesta.

Un momento del espectáculo de cabaret en Járkov. El Español
"En 2014, cuando comenzó la guerra en el Dombás, muchas personas de esa zona, de las provincias de Lugansk y Donetsk, se mudaron a Járkov. Y mi madre, que siempre había querido fundar su propio ballet-show, pensó que era el momento", prosigue. "Ella vendió todas las joyas de oro que tenía; le dieron 300 dólares, y con ese dinero abrió este club".
Para acceder al cabaret hay que bajar varios tramos de escaleras tenuemente iluminados, pero al entrar en la sala una explosión de luz roja lo envuelve todo, y te vas cruzando con esbeltas bailarinas portando cancanes y flores en el pelo, que corretean de un lado a otro minutos antes de que empiece el espectáculo.
Antes de 2014 el local había albergado un club de striptease –uno de los muchos que hay en esta ciudad–, y cuando Valeria se hizo cargo decidió dejar las barras americanas que ya estaban instaladas en el lugar, pero se propuso dar un giro al concepto del club. Fue entonces cuando se le ocurrió decorarlo al estilo cabaret y ofrecer este espectáculo.

Bailarinas del cabaret durante uno de los cambios de vestuario. El Español
Nuevo público 2y3o1d
Pero lo que ninguna esperaba, ni Valeria ni su madre, es que la guerra del Dombás se iba a extender a todo el país de la noche a la mañana; ni que las tropas de Moscú iban a llegar a pocos kilómetros Járkov, convirtiendo la ciudad en un infierno a golpe de GRAD y de misiles.
Sin embargo, la gerente del cabaret asegura que los peores momentos ya han pasado, y que en estos momentos la facturación está al mismo nivel que antes de la guerra. Y aunque no quiere dar detalles de su clientela, precisamente es la guerra la que ha llevado hasta este tipo de locales a una nueva clientela: los soldados.
Muchos militares aprovechan los permisos cortos en el frente de combate de la región de Járkov para pasar un par de días en la ciudad. Y no sólo ucranianos, los combatientes voluntarios de otras nacionalidades –entre los que predominan los colombianos– también son clientes asiduos.
“En realidad no sabemos quiénes son militares y quienes civiles en la mayoría de las ocasiones, porque si no traen el uniforme puesto hoy en día es difícil distinguirlos”, explica Valeria. “Eso sí, si van vestidos de uniforme no podemos servirles alcohol”, matiza.
Más allá de las palabras de Valeria, se ve que el negocio va bien porque lo han ampliado recientemente. “En enero de este año abrí un restaurante en la planta de arriba, a nivel de calle, junto con mi pareja. Y nos inspiramos en España para crear un ambiente diferente”, confiesa.

Un momento del espectáculo de cabaret en Járkov. El Español
De Benidorm a Járkov 1m6c1d
Como muchos otros ucranianos, Valeria y su familia son devotos de las playas españolas en vacaciones. “Benidorm me robó el corazón”, asegura con entusiasmo. “No sólo es la perfecta ciudad de abuelitas modernas, también sus bares y sus restaurantes, con ese ambiente familiar y esa comida rica, es simplemente maravilloso”.
“Cuando abrí el restaurante intenté recrear esa sensación aquí, en Járkov, con comida tradicional ucraniana eso sí, pero alejados del lujo soviético que ves en la mayoría de los locales de esta parte de la ciudad”, apostilla.
Aunque Valeria lo cuenta sin darse importancia, lo cierto es que abrir un negocio en Ucrania no es sencillo –especialmente para la gente joven–, y la guerra ha añadido dificultades: “Aquí tenemos que ahorrar el dinero antes de emprender, la opción de pedir un préstamo en el banco no funcionaba antes de la guerra, imagina ahora”, explica.
“Los bancos piden demasiados requisitos, y el Gobierno no da ayudas para emprendimientos privados, así que no queda otra que ahorrar y montarlo cuando ya tienes el capital… y esperar que no lo bombardeen después, porque tampoco hay ayudas para reconstruir, por ejemplo, un restaurante”, zanja.

Las bailarinas del cabaret, vestidas con cancanes, se preparan para uno de los números del espectáculo que ofrece el club de Valeria en Járkov. El Español
Sin miedo a vivir 4d2961
Antes de irme del cabaret, me intereso por la historia de las bailarinas y los motivos que las han llevado a trabajar en un club en medio de la guerra. “¿No os da miedo vivir en Járkov, donde los bombardeos no dan tregua?”, pregunto. “Amo esta ciudad, yo no me quiero ir”, responde Nika, de 22 años. “Yo no puedo sacar de aquí a toda mi familia, ¿a dónde vamos?, no es tan fácil”, dice Lisa, de 20.
“¿Y no os preocupa que otras personas, o vuestra propia familia critique este trabajo?”, añado. “Sólo tienes una vida, y es tuya, da igual lo que opinen de ti”, espeta Lisa sin dudar. Ella estudia una ingeniería tecnológica, y tiene claro que no va a ser bailarina toda la vida, pero está disfrutando de serlo en este momento.
Es como si la guerra hubiera desinhibido a la gente joven, y le hubiera dado más ganas de vivir. “Después de la invasión a gran escala la gente se ha vuelto más empática”, interviene Valeria. “Aquí por lo menos nos sentimos seguras, y podemos socializar. No puedes estar encerrada en casa todo el tiempo, y ni siquiera es seguro aunque te quedes en casa”, apostilla Nika.
La ubicación de este cabaret, en un profundo sótano de Járkov, es un reclamo en una ciudad donde cada día se registran nuevos bombardeos. Pero, incluso en los lugares que abren sus puertas a pie de calle, encuentras gente hablando, riendo, comiendo o bebiendo. Después de 1.196 días de guerra, los ucranianos necesitan vivir el presente porque “no sabemos si vamos a estar vivos mañana”.