Nigeria pone en riesgo su salud por un ideal de belleza racista: así es la crisis de decoloración de piel en el país africano s3646

En muchas regiones de África, la piel clara no solo es sinónimo de belleza, sino también de estatus y poder social. Más allá de la comparativa con el colono antiguo, este tono dérmico se asocia, tradicionalmente, con un trabajo de oficina, no expuesto al sol, y por ende, señal de riqueza.

Dicho ideario ha dado lugar a una creciente industria de productos de blanqueo de la piel. Un mercado multimillonario que, lejos de ser una cuestión únicamente relacionada con la estética individual, plantea una amenaza crítica para la salud y la ética del conjunto social.

Nigeria, el coloso africano que cuenta con unos 180 millones de habitantes, es uno de los lugares donde más se ha extendido esta práctica. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo en esta nación de África Occidental, el 77% de las mujeres —esto es, más de 60 millones de personas— hace un uso regular de materiales blanqueadores.

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En un principio, se trataba únicamente de cremas despigmentantes que, en minuciosas dosis, podían ser inocuas, pero, que se tornaban en dañinas luego de emplearse en concentraciones más elevadas, o durante largos periodos. Una paradoja en sí misma, ya que, para que los efectos perduren y la dermis no retorne a su estado natural, el químico debe aplicarse continuamente.

Ahora bien, debido a la enorme popularidad de estos bálsamos, el sector innovó sus métodos mediante la producción masiva del glutatión. Un elemento novedoso, ofrecido en formato de píldoras e inyecciones, que inhibe la generación de melanina en el cuerpo. A este nuevo invento se le sumaron también las cremas de esteroides antifúngicas y antibacterianas, recientemente empleadas como agentes decolorantes.

Un mercado nocivo 445u5q

La preocupación por los efectos secundarios de estos productos es alarmante. Entre sus componentes, se encuentran algunas de las sustancias más perjudiciales para la salud, como el mercurio, la hidroquinona —prohibida en la Unión Europea—, los esteroides, el plomo, y el ácido kójico —un derivado de la fabricación del sake, la bebida alcohólica japonesa—.

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Cada uno de ellos puede causar deterioros irreparables en la piel e incluso en el organismo en su totalidad: desde la dermatitis, el acné, el aumento de estrías y crecimiento acelerado del vello, hasta la intoxicación por mercurio, problemas renales e incluso trastornos inflamatorios.

Su uso prolongado, además, puede debilitar la epidermis, volviéndola más fina, de un color marmóreo y susceptible a infecciones. De hecho, los s a menudo sufren de irritación, enrojecimiento y aparición de venas visibles. En los peores casos, la piel se torna aún más oscura, un fenómeno conocido como ocronosis, acumulación de ácido.

Aunque los consumidores con un mayor poder adquisitivo pueden acceder a productos testados y regulados, la mayoría de las personas recurre a cremas caseras. Es el caso de los llamados mixólogos del mercado nigeriano, quienes, en condiciones insalubres, mezclan, en directo frente al comprador, distintos componentes químicos sin respetar las normativas sanitarias.

Perpetúa la discriminación 73374v

Pese a las campañas de sensibilización de la Agencia Nacional para la istración y el Control de Alimentos y Medicamentos de Nigeria (NAFDAC) y los esfuerzos del Ejecutivo, la epidemia de decoloración sigue siendo un problema de salud pública urgente. La falta de control y regulación —muchos ingredientes son transportados sin etiquetar— sobre su venta en los mercados, unido al fácil a ellos a través de internet, sigue siendo un desafío.

Razón por la cual, en 2023, el Gobierno nigeriano declaró el estado de emergencia sanitaria. Pero, lejos de erradicar la práctica, la realidad es que, cada vez con mayor frecuencia, este fenómeno se ha extendido por el continente. También se han documentado altos índices del uso de productos blanqueadores en estados como República del Congo —66%—, Sudáfrica, Senegal —50%—, Kenia y Ghana —39%—, aunque dichos químicos estén totalmente prohibidos.

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En muchas ocasiones, la presión social es tal que muchas madres blanquean a sus hijos desde el nacimiento, perpetuando un ciclo de discriminación basado en el color de la piel. Se evidencia así como esta costumbre es más que una simple moda aislada. Es un dogma vinculado a creencias culturales que asocian la tez blanca con la superioridad y el éxito.

Un legado de las profundas implicaciones sociales y culturales que se entrelazan con la época colonial, el apartheid, el racismo y las jerarquías sociales. Los movimientos recientes de 'conciencia negra', como la etiqueta #melaninpoppin o el #Blacklivesmatter, han comenzado a desafiar los estándares impuestos. Pero todavía queda mucho por hacer.

Es crucial cambiar la narrativa y promover una evolución cultural profunda que valore la diversidad, rechace una visión eurocéntrica del atractivo, y celebre la belleza en todas sus formas, colores y texturas.