
En el centro, Paul Schebesta junto a dos pigmeos, antes de 1935. Arriba a la izq., grabado del encuentro del explorador Paul du Chaillu con un gorila, por H. B. Scammel, 1890. Abajo a la izq., retrato de Georg Schweinfurth. A la dcha., retrato de Paul du Chaillu. Diseño: F. D. Quijano 654l48
El lado oscuro de los aventureros que buscaron a los pigmeos: insignes científicos, almas enfermas 6kv6g
Albert Sánchez Piñol narra en la disfrutable novela 'Las tinieblas del corazón' las peripecias de Paul Du Chaillu, Georg Schweinfurth, Paul Schebesta, Patrick Putnam, Anne Eisner y Colin Turnbull. 2r2ms
A Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965) le gusta inventar historias, incluso exageradas, y referir anécdotas curiosas y llamativas. Esta afición al relato aventurero y al jugueteo con la fantasía impregna también Las tinieblas del corazón. Solo que aquí parte de personajes y hechos reales. El libro enlaza según cierto orden cronológico la personalidad y las peripecias de sobresalientes aventureros. Todos ellos fueron grandes y temerarios exploradores del continente africano. Se les considera, además, en conjunto, pioneros y notables especialistas de varias especialidades científicas: ciencias naturales, antropología, etnología o botánica.

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Albert Sánchez Piñol
Traducción de Noemí Sobregués
Alfaguara, 2025
376 páginas. 22,90 €
Total desconocedor de estas materias, la benemérita Wikipedia me corrobora el espectacular currículo de los protagonistas del libro: el explorador francoamericano Paul Du Chaillu; el etnólogo alemán Georg Schweinfurth; el antropólogo y religioso alemán Paul Schebesta; el matrimonio norteamericano Patrick Putnam, viajero que se quedó a vivir en una aldea del Congo, y Anne Eisner, pintora, escritora y coleccionista, y el musicólogo británico Colin Turnbull. Cierra esta ilustre nómina un aventurero bien cercano a nosotros, el propio Sánchez Piñol, asimismo fervoroso antropólogo.
El pie forzado argumental del libro está en la sugestión que desde la remota antigüedad han despertado los legendarios pigmeos y en la búsqueda a lo largo de los siglos de tales misteriosos seres, humanos o mágicos. La localización de esos fabulosos nativos movió a los mencionados descubridores y Sánchez Piñol detalla sus muchas peripecias en busca del mito que solían identificar con tribus aborígenes africanas. De ahí sale un repertorio de riesgos mayúsculos y sucesos espectaculares por exóticos o dramáticos que incluye matanzas tribales, genocidios, canibalismo, esclavitud, ritos primitivos…, amén de toda clase de injusticias causadas por las inhumanas ambiciones del colonialismo.
Este contenido informativo, elaborado con abundante documentación, tiene interés por sí mismo, pero no cifra todo el alcance del libro. El título que le pone Sánchez Piñol le da la vuelta al de la famosa novela de Conrad, El corazón de las tinieblas, y con ello señala la clave fundamental de su obra. Sánchez Piñol dirige su relato hacia lo que hubo en aquellos exploradores de pasión malsana, de enfermedad del alma. En realidad, todas esas biografías convocadas constituyen una galería de fanáticos, de mentes calenturientas y dañinas. Lo que vemos son las tinieblas del corazón de esos insignes científicos.

Albert Sánchez Piñol. Foto cedida por Alfaguara.
Esta meta podría haberse ofrecido con una escritura plana, que le habría hurtado al libro toda gracia. Su encanto está, en cambio, sobre todo en cómo lo dice. Sánchez Piñol establece como criterio básico de su obra una comunicación directa con el lector, al que apela o se dirige de forma constante. Con ello sustituye la fría monografía o el distante ensayo por una especie de conversación con el destinatario que viene a resultar un relato oral, solo que escrito.
Se disfruta mucho con esta novela de unas vidas novelescas, aunque a uno le traigan sin cuidado los pigmeos
El autor tiene presencia apabullante en el texto. Y lo muestra sin disimulos. No solo porque escriba en primera persona sino porque alardea de subjetividad. No respeta la mínima neutralidad: “me resulta muy desagradable”, dice de un personaje; “era un hijo de puta”, de otro.
Gracias a esta complicidad coloquial y humorística convierte Sánchez Piñol su examen de ese puñado de tipos excepcionales en un cuento que imanta. Se disfruta mucho con Las tinieblas del corazón, con esta novela de unas vidas novelescas, aunque a uno le traigan sin cuidado los pigmeos.