Horacio Silvestre (Madrid, 1960) es el director del centro educativo con la mejor media de la Selectividad en la Comunidad de Madrid desde hace 14 años. Se trata del IES San Mateo y desde que se reconvirtió en un instituto especializado en el Bachillerato de Excelencia, en 2011, nunca ha perdido el liderazgo a la hora de alcanzar el mejor promedio autonómico. Y uno de los mejores de España.
En todo este tiempo, este catedrático de Latín ha dirigido el centro, adquiriendo una dilatada experiencia ya no sólo en la educación –lleva 42 años como docente–, sino que se ha convertido en un sabio en el mundo de la Selectividad, denominada nuevamente –desde este 2025– como Prueba de a la Universidad (PAU).
Bajo su liderazgo, los alumnos del IES San Mateo han obtenido en el último lustro un promedio de 9,013 en 2020; 8,850 en 2021; 8,766 en 2022; 8,737 en 2023; y 8,856 en 2024. Sobre 10, en la Fase General de la Selectividad. Pese a todo, el catedrático y profesor considera que en términos generales “el nivel de exigencia de la PAU ha bajado un 30 %” desde que empezó su andadura como docente hace más de cuatro décadas.

Horacio Silvestre posa frente a los diplomas que acreditan los múltiples éxitos de los alumnos del IES San Mateo. EL ESPAÑOL
Entre las muchas causas de esta bajada de exigencia, alega, apunta al sistema aplicado por LOMLOE, comúnmente conocida como Ley Celaá, y su permisividad con “promocionar con suspensos”. No obstante, no es la única razón de esta bajada de exigencia. Además, él tiene claro que la Selectividad se ha vuelto una prueba “tramposa e injusta”. Los motivos: hay 17 PAU distintas, pero todas ellas “están confeccionadas para no suspender porque preguntan lo indispensable”.
A un mes de empezar la PAU de 2025, EL ESPAÑOL ha ado con Horacio Silvestre, el sabio de la Selectividad, para hablar sobre educación, la propia prueba y, por supuesto, de la receta que siguen sus alumnos para alcanzar el éxito año tras año.
Pregunta.– ¿Cómo está la educación en España en la actualidad?
Respuesta.– Está en un proceso de deterioro muy generalizado, que lleva mucho tiempo. Por ello, intentan buscar soluciones. Por un lado, echan mano de las nuevas tecnologías, que luego dan otros problemas. Y, por otro lado, echan mano de las nuevas metodologías y de la nueva pedagogía, que no es tan nueva. Ésta data de mediados del siglo XVIII con lo que se llamó la nueva pedagogía de los congresos, que está muy asociada a las ideas de Jean-Jacques Rousseau.
Él creía que el niño tenía que desarrollarse de manera natural y que la enseñanza tradicional le constreñía, le apagaba su llama prístina de conocimiento, le sometía y no le dejaba ser libre. Las ideas de Rousseau, más que una doctrina pedagógica, eran una doctrina política. Estaban muy asociadas a la Revolución sa, a la libertad, y pensaban que el hombre nuevo tenía que formarse a partir del hombre que no había sido formado: el niño. Estas ideas fueron fraguando y fueron permeando en las doctrinas pedagógicas y, a partir de ahí, se crearon las escuelas libres, en general. Y eso es la nueva pedagogía, que no es nueva.
P.– ¿Cómo choca la nueva pedagogía con la enseñanza tradicional?
R.– Se piensa que la pedagogía y la enseñanza tradicional, basada en la repetición y en la memoria, no daba respuesta a ese hombre nuevo. En suma, las ideas de la nueva pedagogía ya no son nuevas, sino que llevan siglos. El caso es que en España este ideario está muy bien asentado y generalizado. Por ello, la doctrina oficial en educación no sale de esa ideología y ha provocado problemas desde hace tiempo que se han ido agravando.
P.– ¿Qué problemas?
R.– La indisciplina o la falta de autoridad, porque como el niño es el centro, no le puedes constreñir. Es decir, se le permite no aceptar las reglas y el problema es que esa ideología ha tomado cuerpo en la legislación.
P.– ¿Desde cuándo?
R.– Desde los años 80 o incluso con la última ley franquista de educación, la Ley General de Educación de 1970. Pero sobre todo desde la LOGSE, promulgada por los socialistas en 1990, que es la que implantó un sistema que parece monolítico que nos ha llevado a este caos. Se sustituye una jerarquía de orden intelectual, donde el maestro es el que sabe y los alumnos son los que aprenden, por una especie de ideal de enseñanza en común, donde el maestro y el profesor guían y pasan a ser un mero acompañante del desarrollo natural del alumno. Eso ocasiona indisciplina y analfabetismo. Porque si tú no te sometes a unas normas no aprendes ortografía, sintaxis, etc.
A partir de la LOGSE, el resto de leyes educativas (LOCE, LOE, LOMCE y LOMLOE) han reproducido esta dinámica. Es verdad que la LOCE y la LOMCE, ambas de un Gobierno de derechas, intentaron introducir cierta autoridad, pero nunca llegaron a ponerse en funcionamiento.

Horacio Silvestre recibe a EL ESPAÑOL en las puertas del instituto que dirige. EL ESPAÑOL
P.– Hablando de leyes, ¿qué opinión tiene de la que está vigente: la LOMLOE, conocida como Ley Celaá?
R.– Como esta entrevista está destinada a hablar del Bachillerato y la Selectividad, antes de hablar de la LOMLOE, hablaré de la LOMCE, la Ley Wert. Bien, esa ley tenía una cosa positiva y radicalmente diferente a las leyes anteriores: exigía una reválida para acabar el Bachillerato.
Es algo que tienen todos los países europeos: la Maturità en Italia; el Bac en Francia… La LOMCE quería homologar el sistema español, pues hasta entonces –y sigue siendo así– la ley española sólo exige la evaluación del Bachillerato para ser bachiller y ningún examen aparte. La Ley Wert buscaba eso, pero en España hay una manía contra las reválidas porque estuvieron en el sistema franquista. Pero, en realidad, no dejan de ser exámenes para ver el nivel de los alumnos como pueden ser PISA, PIRLS, TIMSS…
Aquí la única reválida de Bachillerato que queda es la Selectividad, pero es una reválida tramposa porque es una prueba disfuncional.
P.– ¿Por qué es una prueba tramposa, a su juicio? ¿Tiene que ver con que existen 17 PAU distintas?
R.– Esa es la primera trampa: se trata a los españoles de manera desigual. Si uno se examina en una comunidad autónoma o en otra, tiene distintas posibilidades de sacar una nota u otra. Y esa nota le vale para todo el país. Es injusto, porque en unos sitios es más difícil conseguir una nota alta y en otros es más simple. Yo, por ejemplo, formo parte de la comisión que elabora la prueba de Latín en Madrid y hacemos una prueba que demuestra que un alumno tiene unos conocimientos madurados de la lengua latina que le permitirán ir a la universidad con garantías o no los tiene.
P.– Antes de explicar las demás “trampas”, ¿puede decir alguna comunidad cuya PAU de Latín es más fácil? ¿Se mojaría?
R.– En los últimos años País Vasco, Cataluña o Canarias hacen pruebas que dejan bastante que desear, pero no sé cómo lo harán este año.
P.– Siga explicando las “trampas” de la PAU actual.
R.– La segunda trampa de la PAU actual es que está confeccionada para no suspender. Me explico: los bloques de preguntas, la formulación de las preguntas o las dificultades que va a encontrar el alumno tienen que estar calibradas y se suele preguntar lo indispensable.
P.– ¿Entonces un alumno que se presenta a la PAU la aprueba fácil? ¿Ha bajado la exigencia?
R.– Sí, se aprueba fácil. Y sí, yo creo que ha bajado mucho la exigencia. Llevo 42 años como profesor y me atrevo a decir que la exigencia ha bajado un 30 %. En mi caso, por ejemplo, los textos que traducía cuando yo estudiaba en lo que sería el actual 4º de la ESO son los que se preguntan a día de hoy en la PAU. Me podrán decir que la presencia del Latín en las aulas se ha reducido, y es verdad, pero mis colegas de otras materias también perciben la bajada en el nivel de exigencia.
P.– ¿A qué puede deberse?
R.– Hay muchas causas, pero respondiendo a una pregunta anterior, a la casi eliminación del suspenso que ha promovido la Ley Celaá. Si tú no le puedes decir a alguien que no tiene el nivel suficiente de conocimientos para pasar a la siguiente etapa, estás negando la posibilidad de enseñar la siguiente etapa, porque si no tiene los conocimientos de la primera, no puede aprender la segunda...
Lo aclaro: si al que no sabe sumar bien le pones a multiplicar, no lo hará bien, y luego le pones operaciones con exponentes, no lo hará bien, y así sucesivamente. O sea, vas aumentando su grado de frustración porque no lo consigue. Si no hay buenas bases, el grado de deformación en el aprendizaje aumenta… Pero la LOMLOE, que es un auténtico desastre, disfraza la inmadurez y la falta de enseñar contenidos con el vestido de las competencias. Un ejemplo: el alumno no aprende lo que es un soneto y cómo está formado, sino que lo que importa es que tenga la competencia lingüística suficiente para leerlo.

Horacio Silvestre, director del IES San Mateo. EL ESPAÑOL
P.– Entonces, según dice, la LOMLOE ha provocado la bajada en la exigencia.
R.– Sin duda, porque la LOMLOE permite titular con suspensos. A los alumnos ya no se les pide conocimientos concretos, sino competencias. Hace unos años, por ejemplo, la Real Academia de la Lengua elaboró por consenso un informe sobre la enseñanza de la Lengua y la Literatura en nuestro sistema educativo. Y entonces los académicos, que hay de distintas sensibilidades y gente muy ponderada, en un capítulo sobre la diferencia entre competencia y contenido llegan a la conclusión de que no se pueden llegar a las competencias sin aprender contenidos.
P.– Volviendo al tema de la PAU. ¿Por qué la Selectividad de 2025 será más difícil que la de 2024?
R.– Aunque es más complicada, la PAU está pensada para que nadie suspenda porque se pregunta exclusivamente lo indispensable, insisto. Pero sí es más compleja que en 2024 porque volvemos al modelo pre pandemia. Antes de la Covid había una opción A y una opción B y el alumno escogía la que mejor se supiese. Pero cuando llegó la Covid, y durante las siguientes Selectividades –hasta el año pasado–, se permitía que el alumno pudiera hacer su menú. Me explico: el alumno podía escoger las preguntas que quisiera del modelo A y del B para maximizar la posibilidad de que las supiera. Ahora se ha acabado la barra libre y se vuelve a lo serio: a las dos opciones, A y B.
P.– Usted es el director del centro con la mejor media en la PAU durante los últimos 14 años. ¿Cuáles son las claves para que un alumno tenga una buena nota?
R.– Hay una receta básica de carácter psicológico: la frialdad. Exige afrontar las cosas con tranquilidad, no ponerse nervioso e ir con honestidad. Entonces, el trabajo que ha hecho un alumno provoca que lo haga lo mejor posible sin ponerse nervioso. Ahora bien, la tranquilidad se suele conseguir por el saber, por haber hecho bien el trabajo. Si no se ha hecho bien el trabajo, es muy difícil tener éxito.
Aun así, si alguien quiere una receta para largo plazo, tiene que apoyarse en las dos palabras que marcan el lema de los catedráticos de instituto: Labore et Constantia, es decir, si tú quieres tener éxito en ese examen final has tenido que trabajar (Labore) y has tenido que trabajar de manera continúa, no a saltos (Constantia). Entonces, la receta es tranquilidad, seriedad, honestidad, trabajo y constancia.