
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desembarca del Air Force One a su llegada a la Base Andrews. Nathan Howard Reuters 5v2v51
Trump amenaza a Putin como lo hizo antes con Zelenski tras sentir que Rusia no le está agradecido: "Estaría peor sin mí" 522g1v
El presidente de EEUU hizo de la recomposición de las relaciones políticas y económicas con Rusia el gran eje de su política exterior. Sin embargo, la realidad está siendo tozuda: Putin se comporta con él como se ha comportado siempre con todo el mundo. 3m1d3v
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Muerta, la amistad sabe igual que el fracaso. Ese verso podría aplicarse perfectamente a la relación entre Donald Trump y Vladímir Putin o al menos a la sensación de melancolía y agravio que parece desprenderse de las últimas declaraciones del presidente estadounidense. Si el domingo hablaba de lo bien que se habían llevado siempre y se preguntaba en voz alta qué le había pasado a su homólogo ruso y por qué se había vuelto loco, este lunes doblaba la autocompasión al recordar que “de no ser por mí, a Rusia le habrían pasado cosas muy, muy malas”.
Como es habitual, no especificó qué eran esas cosas tan malas que le habrían pasado a Rusia sin él. ¿Sanciones más duras? ¿Envíos de armas? ¿Se referirá tal vez a sus movimientos durante la presidencia de Joe Biden para obligar a los republicanos a bloquear resoluciones a favor de Ucrania en el Congreso? Lo curioso es que haya utilizado para Putin las mismas palabras que utilizara antes para Zelenski: “está jugando con fuego”, aunque en este caso omitió la referencia a una Tercera Guerra Mundial, como sí hizo con el presidente ucraniano.
Parece que Trump se va dando cuenta poco a poco de que no tiene la ascendencia que él creía que tenía sobre Putin. Por irreal que pueda sonar desde fuera, el multimillonario realmente estaba convencido de que, poniendo en su sitio a Zelenski, Putin llegaría a algún tipo de alto el fuego por deferencia hacia él. Es lo que insinúa cada vez que repite lo de “conmigo en el poder, esta guerra no habría tenido lugar”. La iración y el respeto que él tiene hacia el líder ruso no son recíprocos y a Trump le está costando aceptar el desengaño.
El eje Putin-Xi y los problemas que acarrea a EEUU 2l6xe
El hecho de que Rusia llevara a cabo su ataque más salvaje sobre objetivos civiles en Ucrania, con oleadas masivas de drones, pocas horas después del primer mensaje de Trump, ya da una idea de lo mucho que le afectan a Putin las regañinas ajenas. Y el problema para Trump es que toda su política exterior giraba en torno a la idea de que las relaciones con Rusia se podían recomponer, tanto en lo político como, sobre todo, en lo económico.
Trump contaba con Putin para detener la sangría en Ucrania y llegar a algún tipo de alto el fuego que permitiera la “normalización” de las relaciones. Ahora bien, la cosa no quedaba ahí. Putin era también el aliado ideal para afrontar la cuestión del programa nuclear iraní, no en vano Rusia ha mandado a lo largo de estos últimos años numerosos expertos a colaborar con los científicos iraníes.
No es casualidad que Benjamin Netanyahu haya votado junto a Rusia en la ONU varias veces y que ni siquiera los desprecios continuos de Putin le hayan hecho valorar la posibilidad de acercarse a Ucrania. Tanto Israel como Estados Unidos confían en que Rusia controle a Irán, como si nadie tuviera que controlar a Rusia.
Putin también estaba en el eje del anunciado enfrentamiento de Trump con China. Probablemente, el presidente estadounidense pensara que podía al menos provocar un pequeño cisma entre las dos potencias orientales, pero no ha sido así, más bien al contrario. Su agresiva política de aranceles ha acabado uniendo aún más a Putin y a Xi Jinping, como se pudo ver el pasado 9 de mayo en la celebración del 80º aniversario de la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial.
Es probable que esas imágenes dolieran a Trump más de lo que ha confesado públicamente. Ambos líderes escenificaron su amor ante todo el mundo y señalaron a los Estados Unidos como enemigo común. En sí, eso no es ninguna sorpresa, puesto que los lazos entre ambas potencias llevan años estrechándose, pero alguien —JD Vance, Steve Witkoff…— le debió de convencer a Trump de lo contrario y lo fió todo a esa carta. De haber escuchado a su buen amigo, el senador Lindsey Graham, todo habría sido distinto.
El Senado pide endurecer las sanciones 517032
Y es que Graham siempre ha mantenido una posición claramente proucraniana y anti-Putin. Lo mismo puede decirse del general Keith Kellogg, quien en un principio iba a encargarse de este asunto, pero que fue relegado en favor de Witkoff por expresa petición del Kremlin. De hecho, Graham, junto al demócrata Richard Blumenthal, tiene ya preparada una proposición para aumentar las sanciones a Rusia, que cuenta ya con el apoyo de más de ochenta senadores. La cámara baja estadounidense la componen cien , con mayoría republicana desde enero de este año.
Hablamos, pues, de una mayoría aplastante, pero Graham no se decide a dar el paso para no colisionar con la política exterior de Trump y no dar una imagen de división en el Partido Republicano. El presidente ha amenazado en varias ocasiones con dar un paso de este tipo, pero no acaba de concretarlo. Sería reconocer que toda su concepción del mundo era errónea y que Putin, efectivamente, era el enemigo, como pronto reconoció su detestado antecesor, Joe Biden.
Puede que Trump esté cometiendo el mismo error con Netanyahu. Es extraño porque todos los presidentes estadounidenses le conocen y saben hasta dónde llega su terquedad. El multimillonario configuró un equipo de política exterior claramente proisraelí, pero no ha conseguido la paz en Gaza —duró unas semanas y la rompió, como era de esperar, el Estado hebreo— y no parece que vaya a ser fácil encontrar un punto de acuerdo respecto al mencionado programa nuclear iraní.
Visita israelí a Washington 4ede
El pasado fin de semana, los dos líderes mantuvieron una tensa conversación telefónica en la que Trump avisó a su homólogo de que no hiciera nada “que pudiera poner en peligro las negociaciones en marcha”. La inteligencia militar estadounidense lleva tiempo avisando de que Israel ya tiene todo planeado para lanzar un ataque masivo sobre las instalaciones nucleares iraníes. Eso supondría una desautorización absoluta a los esfuerzos diplomáticos estadounidenses y la constatación del fracaso de Trump como “pacificador” del mundo, algo que anunció en su investidura como principal objetivo.
De hecho, este martes llegaron a Washington el ministro israelí de asuntos estratégicos, Ron Dermer, y el director del Mossad, David Barnea, para reunirse con el ubicuo Witkoff, el director de la CIA, John Ratcliffe, y otros altos cargos de la istración estadounidense. El tema, por supuesto, será Irán y cómo encontrar esa necesaria posición común. También puede que se hable sobre Gaza y la postura de la comunidad internacional, cada vez más hostil a los excesos israelíes que Estados Unidos, a diferencia de lo que pasara con la anterior istración, se niega a condenar.
Gobernar desde el prejuicio siempre es complicado. Lo es más aún cuando al prejuicio se junta el nepotismo y el adanismo. Trump pensó de verdad que él era el elegido por Dios para redimir al mundo y vio en su fallido atentado la señal más clara de ello. La realidad, en cambio, está siendo muy dura con un hombre que en pocos días cumplirá 79 años y cuya energía, paciencia y claridad no van a ir a más a lo largo de su mandato. Si los que le rodean fueran menos sumisos a sus deseos, todo podría reconducirse. Desgraciadamente, no tiene ninguna pinta de que sea así.