José Carlos Mainer. Foto: RAE.

José Carlos Mainer. Foto: RAE. 23223u

Ensayo

'La Edad de Plata': una guía monumental para entender el siglo XX literario español 3p595h

El historiador José-Carlos Mainer  revisita su obra clave sobre la literatura española de entreguerras: un recorrido riguroso por generaciones y estéticas.  5p3j26

Más información: 'En el jardín de las americanas', un ensayo sobre la lucha de las mujeres por la educación en España 672y3d

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La lectura de La decadencia y caída del Imperio Romano de Gibbon supone, según Borges, “internarse […] en una populosa novela, cuyos protagonistas son las generaciones humanas, cuyo teatro es el mundo, y cuyo enorme tiempo se mide por dinastías, por conquistas, por descubrimientos y por la mutación de lenguas y de ídolos”. Allá va mi versión: leer La Edad de Plata.

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José-Carlos Mainer

Taurus, 2025. 534 páginas. 24,90 €

Ensayo de interpretación de un proceso cultural, de José-Carlos Mainer (Zaragoza, 1944), implica recorrer otra populosa narración, cuyos protagonistas son tres o cuatro generaciones humanas, cuyo teatro es España, y cuyo limitado espacio de tiempo, desde 1902 hasta la Guerra Civil, se mide por libros, por funciones, por revistas y por la mutación de modas estéticas y de destinos personales.

La verdad es que hay tanta información empacada en 410 páginas que casi se diría que es más un libro de releer que de leer. El título, aparecido por vez primera en 1975, es un híbrido virtuoso de ensayo enciclopédico y manual universitario (los epiloguistas Jordi Gracia y Domingo Ródenas, auténticos fans, comenzaron a internarse en sus páginas populosas siendo estudiantes).

Además, el libro del hoy catedrático Mainer (inquieta pensar que pudo articular semejante erudición con sólo 31 años) propuso, por primera vez, la denominación “Edad de Plata” para nuestro glorioso 1900 literario. Bueno, de acuerdo, vale, sí, había precedentes (y el intachable autor los menciona en los tres prólogos –en el del 75, en el de 1980 y en el actual–), pero realmente gracias a La Edad de Plata, el argénteo marbete se impuso.

Del posromanticismo pasamos al simbolismo y al modernismo y al noucentisme y a las vanguardias, y de ismo en ismo, germinan otros mil ismos (telurismo, yoísmo, maquinismo, ultraísmo) … del XIX (en realidad, el repaso de Mainer comienza bastante antes de 1902) a la generación del 98 y de ahí a la del 14, y del 14 al 27 y de ahí al 36… cada generación prepara su acometida y su promesa.

Todas triunfan; todas fracasan. Mainer nos traslada desde los dominios de los autores inevitables hasta las figuras de reparto; desde Madrid a Barcelona, a Bilbao, a Canarias. El elenco de obras es superlativo. No obstante, Mainer no propende a la divagación errática: la retahíla de nombres es casi tropical, pero al mismo tiempo uno tiene la sensación de que están los que tienen que estar. Este trabajo también refleja la evolución de los lectores y empresarios culturales en el primer tercio del siglo XX en España, y eso que denomina el “mundo material del escritor español” (p. 92).

He concluido 'La Edad de Plata' bastante más humilde que cuando abrí sus esforzadas y ecuánimes páginas

Gracia y Ródenas alaban el estilo literario. En efecto, la riqueza de vocabulario y las expresiones afortunadas complementan su vigor de síntesis. Mainer no se resigna a no enjuiciar las calidades de los innúmeros volúmenes que cita, pero lo hace, a veces, con uno o dos adjetivos: o sea, un principio de economía rigoroso convive con la abundosidad.

Aquí están, sí, Maeztu, Juan Ramón, Arniches, Baroja, Pérez de Ayala, Lorca, etc., etc. También José Pijoan, Sawa, Giménez Caballero… Aquí hay sitio para peces grandes, medianos y chiquitos. La atención que dispensa nuestro erudito a la revista gallega Nós, a la bilbaína Hermes, a la bergaminiana Cruz y Raya y a los proyectos de Ortega, al Centro de Estudios Históricos, a la Residencia de Estudiantes, brinda también páginas con mucho nutriente.

He abierto el libro pensando que conocía la Edad de Plata. Aquel setentero Hércules de biblioteca me ha demostrado que no tanto. He concluido La Edad de Plata bastante más humilde que cuando abrí sus esforzadas y ecuánimes páginas sin notas al pie.