
Diseño: F. D. u4hq
Desmontando el mito de "la Tercera España": la falacia de una nación dividida en bloques 44z6y
Armando Zerolo desgrana en un excelente y originalísimo ensayo este esquematismo falaz del que sólo sacan provecho algunas élites oportunistas. 3p3e9
Más información: 'La trampa identitaria': una mirada progresista a las contradicciones del movimiento 'woke' 504k
La tercera España, sobre la que tanto hemos leído en los últimos años de polarización política y disenso territorial, no existe. Lo dice Armando Zerolo (Madrid, 1978) en este excelente y originalísimo ensayo político. Pero su inexistencia no se debe a la debilidad de sentido teórico, ni a la falta de intentos de articular políticamente ese espacio. Su enmienda es previa: la tercera España no existe porque tampoco existen ni la primera ni la segunda.

Contra la tercera España 2p1r44
Armando Zerolo
Deusto, 2025 224 páginas. 20,95 €
“La simplificación de dos Españas no valía ni en el contexto de la Guerra Civil, ni en el de la Restauración, ni en las guerras carlistas, ni en el de las Cortes de Cádiz”, escribe el profesor de Filosofía Política y del Derecho de la Universidad San Pablo-CEU. Es más: “Nunca ha habido dos España, ni siquiera en las épocas de mayor tensión. Es un esquematismo falaz del que sólo sacan provecho algunas élites oportunistas”. Ahí es nada.
No se trata de desechar el legado, los lamentos y las reclamaciones de una España que nos trae al recuerdo a personajes como Machado, Unamuno y Chaves Nogales, sino del uso que de sus figuras (y parcialmente de sus obras) se ha venido haciendo de un tiempo a esta parte. Cita el autor a Ortega en discusión con Antonio Maura: “La polémica es, después de todo, la forma única de la labor intelectual”. La discusión, el debate duro, no es preludio y anuncio de ninguna guerra civil.

A partir de un comienzo tan contundente, que niega no solo el relato de los últimos años (en el que diversas iniciativas políticas e intelectuales han pretendido representar esa tercera España), sino el de la historia de nuestro país desde hace casi dos siglos, Zerolo despliega un argumentario envolvente, que cuestiona ideas que damos por establecidas.

Armando Zerolo, autor de 'Contra la tercera España'
Existe la tentación de calificar este ensayo de provocador, pero sus argumentos son tan sólidos y están tan bien expuestos que uno desiste de hacerlo al llegar a la conclusión cardinal: la tercera España no solo no existe, sino que no debería existir nunca. No es deseable, puesto que el “conflicto no es malo y, lo que sí es realmente malo, es pretender eliminarlo”. Al menos, si queremos seguir viviendo en un marco democrático liberal en el que la polaridad (que no la polarización) es consustancial al disfrute de derechos y libertades en una sociedad compleja y en cambio permanente.
Los argumentos del libro son tan sólidos y están tan bien expuestos que uno desiste de considerarlo provocador
Especialmente brillante y oportuna en estos momentos de cierta zozobra en las relaciones internacionales resulta su reflexión sobre el papel de la política en un mundo desordenado: si hay necesidad de democracia no es porque haya un demos previo, sino, precisamente, porque no existe. Cuántas veces se ha dicho que Europa nunca tendrá algo parecido a un Estado porque no existe un demos europeo: tirando del argumento del autor, cabría responder que lo habrá, precisamente, por eso.
La realidad de los hechos (que no la Verdad, siempre difusa y subjetiva en política) se impone a través de una política pragmática que sólo puede desarrollarse y dar frutos en la polaridad, en la aceptación del conflicto. Sea uno político, columnista o simple ciudadano, no se trata de rehuirlo poniéndose por encima del resto, en una atalaya moral de la que tanto han abusado muchos de quienes se reclaman de esa tercera España en nuestros días.
Se trataría, en definitiva, de un conflicto posheroico y contrario a la épica nacionalista que traen al recuerdo una de las palabras que el conservador De Gaulle pronunció en uno de sus discursos: “Es natural sentir nostalgia de lo que fue el imperio [...] Pero ninguna política vale de nada fuera de la realidad”. Y esa realidad es conflictiva por naturaleza, porque son muchos los intereses, ideas y puntos de vista que colisionan. Y es un logro que sea así, no algo de lo que lamentarse.