
El agudo escritor, poeta y cronista de esta España nuestra Ángel Antonio Herrera. Rodrigo Mínguez. 2e585c
Ángel Antonio Herrera: “Ver a una mujer desnuda por primera vez es mitológico, apabullante, es el niño frente a algo inasible y monumental" 5s6v4c
"Las mujeres malas son más interesantes. Escribir sobre una mujer buena… no te da para soneto, sino para pasar una excelente vida aburrida" 196h55
“La mujer de izquierdas más interesante para mí es Carmen Calvo: tiene algo que se ha perdido, que es la ideología. Y de derechas, Ayuso: tiene un tirón en la calle que es inexplicable, tiene algo rico por envenenador, por seductor” v685m
“Susanna Griso es la mujer con la que pienso jubilarme. Sonsoles Ónega es extraordinaria: me gusta que una escritora presente un programa de televisión. La reina Letizia es una mujer inteligente a la que debieran darle más discurso”. 14d3i
Tenemos suerte de que Ángel Antonio Herrera escriba y combata.
Tenemos suerte de verle mirar.
Toco Los espejos nocturnos (Akal), su poesía reunida desde 1984 hasta 2014. Leo: “Llevo vida de oculto y cuido obra de bárbaro”. Trago saliva. Leo: “Pretendo una huida a los amores caníbales y a los parques olvidados”. Leo: “El verano me ama”. Leo: “Vengo a repetir que para siempre nos hirió la belleza”. Leo: “No cualquier novia le fui dictando a mi mejor vértigo”. Leo: “Un día mejor, amé en el sur, tuve padre, dije paraíso”. Leo: “No de ayer mismo sé que el sábado es un parentesco esquivo del caballo”.
Ángel Antonio Herrera trata lo importante: de los ojos aquellos que eran “centinelas de los columpios, los filos y otras cosas que también vienen doliendo desde la infancia”. O de que “nunca está solo aquel que ha amado ni aquel que escribe en los puertos”. O de que el domingo es “el domicilio de los muertos”.
Es nueva su melancolía de siempre, su melancolía umbilical llena de una memoria misteriosa de pájaros negros, de lobos caminando en círculos, del vino dulce que le dieron las brujas, de las muchachas bonitas que se fueron. Hay un secreto suyo en los desvanes, una joya polvorienta que se deja pescar cuando le leo. Metáforas que saltan con la boca abierta para ser ensartadas. Gasta una forma única de no acomodarse a nadie: ni tan siquiera a sí mismo.
Ángel Antonio Herrera escribe como los ángeles caídos.
Su inteligencia es de látigo, casi masoquista, y huele a carne quemada. Él te arrincona en un laíto del ring, en la parte afilada de la página. A mí su cosa levantisca me priva, su deje rebelde, su tradición española que es quevediana por no hostiar. En sus poemas uno se siente en casa (en una casa que se derriba contigo dentro). Hay una voz con tan hermosa autoridad que sabe cosas que no debería: una voz antigua e impetuosa como la de Yahvé, ese viejo conocido que te ama y te cerca.
Escritor. Cronista anímico. Columnista. Onda Cero, Antena 3, La Sexta. Nos tiene rodeados.
Si Ángela Liddel dice que ver interpretar a Trifonov la ayuda a morir, yo digo que escuchar a Ángel Antonio Herrera me enseña a vivir.
Las mujeres que dibujó hoy echan a andar.
Ángel Antonio Herrera: "No concibo que la gente no sea feminista"
Primera mujer de tu vida. Tu madre.
Mi madre siempre fue una figura… no entrometida, no masiva en mi vida. Era una persona manchega. Hasta cierto punto hermética, muy seria y poco habladora, pero llena de integridad. De esta gente que siempre tiene la impresión de que a lo mejor en la vida está molestando, ¿no? Y eso a mí me encanta. Mi madre padeció Alzheimer durante 18 años y esa convivencia nos ató de manera perpetua. Yo tuve dos madres: una con la que había pasado la vida y la nueva madre que acuñó la enfermedad.
La perdí hace unos años. Participé en un libro titulado Memorias del Alzheimer, con Pedro Simón, y yo hice una cosa que no había hecho hasta entonces, que era hablar abiertamente de cuestiones que tenían que ver con mi privacidad, con mi intimidad, la propia y la de mi familia, que yo entiendo que son la misma: a pesar de haberme dedicado muchos años a la crónica, soy una persona que mantiene muchas reservas sobre lo suyo. Creo que al mundo no le concierne mi verdad. Pedro [Simón] me dijo que le interesaba tratar no tanto la figura del enfermo como la del cuidador del enfermo.
Y yo escribí un texto. El tópico es que la madre no reconoce a su hijo, pero a mí lo que me costó es no reconocer a mi madre en mi madre. La gente habla de la relación que se extingue cuando el otro no te reconoce, pero para mí se extingue cuando tú no reconoces al otro. Yo ya no la veía a ella en aquella figura de mujer. Viví situaciones estupefacientes que ahora recuerdo casi con dulzura, fíjate lo que te digo…
Es como si ella ya se hubiese ido. Prematuramente. Antes de su muerte.
Sí. Asistí a una persona, efectivamente, que había durado más que su propia vida.
Eso es aterrador.
Esa convivencia… No sé. Con mi padre tuve una relación más estrecha, porque él escribía y a él debo mi vocación literaria. Pero fue distinto. Porque yo di a mi madre por perdida como madre antes de que ella muriera. Y tengo un recuerdo imborrable de aquellos años. Convivía con una lejanía. Mi madre le hablaba a los abetos con el nombre de mi padre, lo suplantaba, encerraba muñecas como si fueran víveres en un frigorífico. Fue escalofriante y con el tiempo me hizo bien.
La gente siempre cuenta lo mismo de los enfermos de Alzheimer, pero hay más: y es que se vuelven peligrosos para sí mismos. Se rompe cualquier vinculación con la palabra. Ella había olvidado que un tenedor se llama tenedor. Ese tramo de mi vida fue más de una década y fue una de las experiencias más potentes que he tenido en mi vida.
¿Qué perdiste de ti mismo cuando la fuiste perdiendo a ella?
Uno pierde de sí mismo lo que pierde con alguien que no tiene ese padecimiento o que tiene una muerte mucho más fulgurante y más breve, como ocurrió en el caso de mi padre. Tuvo una enfermedad seria, murió joven y duró muy poco tiempo desde que se le diagnosticó la enfermedad. Lo que uno pierde es lo que uno fue. Que te puedan recordar lo que fuiste con esa gente. El tiempo de mi vida cuya memoria estaba en manos de mi madre o de mi padre. Sus pérdidas son cruciales en la vida. Ahí te haces cargo de tu perfecta orfandad.
A mí eso me ocurrió pronto. Con treinta y tantos años prácticamente ya no les tenía a ninguno de los dos, porque mi madre estaba muy enferma. Me había quedado solo. Te cuento lo más duro pero lo más hermoso, y desde luego, lo más importante en mi relación con mi madre: su enfermedad, que, de alguna manera, fue la mía.
Mira, me contaba Garci que él iba a visitar a Mercero, a Antonio Mercero, que es una de las figuras que aparecen en ese libro, Memorias del Alzheimer. Total, que le llevaban a comer y echaban el rato juntos... Y Mercero, cuando despedía a Garci y a los amigos de siempre (los mismos de la tertulia que habían sostenido durante muchísimo tiempo), les decía: “No sé quiénes sois, pero os quiero”.
Uno en realidad nunca sabe quién es el otro, pero le ama: quizás el fondo del amor sea ese, un vínculo inexplicable que nada tiene que ver con el conocimiento.
Es posible. Es posible. Sí. Esa es es la definición de lo que me ocurría con mi madre. Esa frase encierra algo que no se puede encerrar… “No sé quién eres, pero te quiero”.

Ángel Antonio Herrera habita desde hace más de treinta años el oficio de la escritura.
Naciste en el año 64. En Albacete. ¿Cómo era ser un niño español en ese momento y relacionarse con niñas en ese tardofranquismo? ¿Cómo era la mirada hacia la mujer?
Yo viví en Albacete hasta lo que entonces fue COU y luego ya me vine aquí a la carrera: mi carrera fue mi oficio en Interviú, porque yo el periodismo lo concibo como oficio y no como carrera. No es una cosa istrativa. Yo estudié hasta los 13 más o menos en los Escolapios, y tuve una educación que me ha servido muchísimo, porque fue muy buena, exhaustiva, tuve curas y seglares como docentes. En Bachillerato fue cuando empezó la convivencia abierta con las mujeres, porque antes estábamos segregados… y para acercarte a ellas tenías que pasar “al otro lado”, a un territorio más o menos vedado.
Territorio Comanche.
Claro. Y ya a partir de los 13, ese Bachillerato, aquello ya era totalmente abierto. Yo siempre me he relacionado con la mujer de una manera totalmente natural, igual que me relaciono con los hombres, es decir, de forma improvisada y directa, no me recuerdo de otro modo. Empezaron los primeros romances o amoríos… Y se daba en mí lo que luego en la vida se ha sostenido: mi facilidad para enamorarme o embelesarme con la belleza, que es una de las vertientes más importantes de mi vida. El misterio, el enigma de la belleza, el deslumbramiento que supone la belleza: era como quedarse cautivo del infinito…
"La belleza consta de Charlize Theron y de un atardecer: no soy católico, pero es lo más cerca que he estado de la trascendencia"
Fernán Gómez decía que las mujeres cultas le interesaban como maestras, pero que salir, quería salir con las guapas. ¿Estás de acuerdo?
No, y ya lamento no estar de acuerdo con Fernán Gómez, pero es que yo la inteligencia no la desdeño. La inteligencia, igual que la sensibilidad u otros dones, también hacen más hermosa a la persona, ya sea mujer u hombre. Lo que ocurre es que tengo una debilidad extraordinaria, una sensibilidad casi suicida ante la belleza. La belleza consta de Charlize Theron y la belleza consta de un atardecer. No soy católico, pero es una experiencia que tiene que ver con lo religioso. Es lo más cerca que he estado de la trascendencia.
¿El misterio lo es todo?
Sí, y lo que seduce es el misterio: que el misterio siga siendo un misterio, el enigma total que es una mujer. Ese misterio arrancó para mí en las compañeras de Bachillerato. En mi caso, como te decía, todo tiene su andadura literaria. Yo tengo cierta fidelidad a versos de poetas que me explican lo que yo no sé, o mi propia biografía, que esa es una de las magias de la poesía, que esclarece tu propia vida, aunque la haya escrito otro…
Uno se siente más uno mismo cuando lee poesía.
Sí. Totalmente. Y sabes cosas de ti en las que ni siquiera habías reparado y desde luego, no habías escrito. Y hay un verso de Vicente Aleixandre que dice: “El triste hueso, a donde el amor no llega”. Siempre lo he tenido presente.
¿Qué sentiste la primera vez que viste a una mujer desnuda? Ese deslumbramiento erótico primero, iniciático.
Es una pregunta difícil pero muy interesante. Yo creo que ante el desnudo, o el primer desnudo… y fíjate que luego me ha ocurrido muchas veces, porque el primer desnudo se repite en otras mujeres. Tú estás hablando de eso, ¿no?
"Ver a una mujer desnuda por primera vez es una cosa mitológica: es uno frente a lo apabullante, es el niño frente algo inasible y monumental"
Sí, sí. De ese evento. De esa fiesta.
Claro que es una cosa completamente mitológica. Fellini, que era un apasionado de la mujer y un fanático de su belleza, decía que ante Anita Ekberg, de La Dolce Vita, la primera vez que la vio sintió lo que probablamente pudiera sentir un niño que se arrima de pronto a una jirafa. Esto no es una comparación entre la mujer y la jirafa, sino ante lo apabullante…
Es como el niño frente al mar o a la chimenea.
¡Eso es! ¡Como cuando uno mira el fuego...! Es el niño ante algo que es inasible y que es monumental. Algo así me pasó a mí cuando vi a una mujer desnuda por primera vez.

Las manos de Ángel Antonio Herrera, herramienta de trabajo.
¿Cómo fue la primera vez que te enamoraste y cómo ha cambiado desde entonces tu manera de entender el amor?
Esta sí que es dificilísima. Hubo varias primeras veces en las que me enamoré… no quisiera pecar de cursi aquí, me jodería.
Tranquilo: aquí somos sentimentales pero no cursis.
(Ríe) Creo que me enamoré muchas veces antes de establecer una relación amorosa con una mujer. Me enamoraba de instantes de la mujer.
"Yo tuve muchas novias y ellas nunca supieron que fui su novio: observarlas era una delicia. Ahí no había codicia sino deslumbramiento"
Platónicamente.
Sí, pero no pretendía nada más: la fascinación era el nutriente. Yo observaba a las chavalas y para mí era una delicia esa contemplación. No era tanto una codicia como un deslumbramiento. Lo demás vendría después: los noviazgos son más vulgares. Antes de mi primera novia… yo tuve muchas novias… y ellas nunca supieron que yo fui su novio.
Qué cosa más bonita y qué ternura.
Yo las miraba. Ya está. Las transeúntes. Eso me ocurre mucho en Madrid, eso me atrae de las ciudades como ésta: siempre existe la posibilidad de la transeúnte. La transeúnte de Baudelaire: la mujer en la ciudad. La disponibilidad de la ciudad es la disponibilidad de la mujer. La posibilidad de cruzarte con alguien… y de pronto saber que quizá pudiste amar a esta mujer… y como dice el poema de Baudelaire, “y ella lo supo”. Ese es un gran vínculo. Un gran vínculo con la ciudad y con la mujer que pasa.
¿Recuerdas aquel libro de Umbral que se llamaba Mis mujeres? Ahí, él le pregunta a Carmen Sevilla: “Carmen, ¿por dónde se empieza a ser mujer?”. Y ella dice, muy segura: “Por las rodillas”. ¿Qué dices tú?
No sé contestarte a eso. Debiera contestarla una mujer. Cómo sé yo por dónde empieza una mujer. (Piensa) Yo creo que una mujer empieza, de modo importante, cuando ya no está. Incluso se podría medir la intensidad de una relación (iba a decir el amor, pero el amor no se puede medir) cuando ya el otro, la otra, se ha ido. Uno se da cuenta de que ha amado mucho a alguien cuando ya no está. Se ama a la mujer como nunca, cuando no está.
Qué doloroso.
En este poemario mío recogía una cosa Álvaro Pombo… es un poco pretencioso aludir a mí, pero…
Estás en tu casa.
Gracias. Era un verso mío que recordaba Pombo mejor que yo: “Más que el amor, dura olvidarlo”. Es un verso tristísimo pero de mucha hondura. Yo no había reparado tanto, como pasa tantas veces cuando escribimos: una intuición dice más de lo que tú sospechabas sobre eso. El amor adquiere temperatura, gravedad o veneno cuando la mujer no está.
"Una mujer empieza, de modo importante, cuando ya no está: se puede medir la intensidad de una relación cuando tu amor se ha ido"
¿Has escrito cartas de amor?
Sí. Y postales. Las postales ya no las escribe nadie.
O sea, que has sido valiente.
Sí. Lo he hecho con bastante frecuencia.
¡Has sido epistolar!
¡Desde luego! Por eso no valgo nada con el teléfono, porque va contra el lenguaje.
¿Qué escribías?
Escribía desde la añoranza, que es lo que vertebra una relación. La ausencia de la mujer es tan importante como el encuentro.
La espera forma parte de una vida intensa.
Efectivamente. La persona es otra, es nueva. Es una tentación.

Ángel Antonio Herrera se define como un hombre epistolar y fascinado por la mujer.
¿Cuántas veces te han roto el corazón y cuántas lo has roto?
No lo sé.
La pregunta quizá sea cuántas veces puede romperse un corazón. Sin ser destruido.
En eso he cambiado. Yo creo que cuando era joven, en algún momento pudieron romperme un poco o un mucho el corazón, y con el tiempo ya no tanto.
¿Te endureciste? Hiciste callo.
Sí. Uno se hace más crudo. Más práctico. Uno al amor, con el tiempo, le va agregando inteligencia. La inteligencia es esencial en la prosperidad de una relación. Yo la falta de sensibilidad, por ejemplo, no la perdono. Me cuesta mucho relacionarme con gente que no tiene sensibilidad.
¿Qué es lo que los hombres aún no han entendido de las mujeres?
No creo que sea posible, ni siquiera deseable, comprender a la persona que se ama. No tengo pretensiones de entenderlo todo. Ni de entender al otro… No lo encuentro saludable. Uno no puede estar acorralado por certezas. El enigma es esencial en la vida. No hay por qué comprenderlo todo.
¿Cuáles han sido tus mitos eróticos?
A ver… mujeres que hayan tenido rango de mito erótico… pero desde la distancia absoluta, desde la distancia de envidiar a sus maridos. En los años ochenta, a finales, yo escribía en la Interviú y me deslumbró de manera absoluta Nastassja Kinski en la película París, Texas.
"Las mujeres malas son más interesantes. Escribir sobre una mujer buena… no te da para soneto, sino para pasar una excelente vida aburrida"
¡A mí no, eh!
(Ríe) Pero es que lo que te voy a contar es gracioso. Ella era una mujer inquietante, ¿no? Y más por la película. Por entonces, frecuentaba la redacción de Interviú Isabel Pisano, que estuvo casada con Waldo de los Ríos, y era una periodista muy beligerante con todo, una gran reportera, amante de la literatura, y tenía casa en Roma. Y yo le hablé de Nastassja Kinski y me dijo que ella la conocía, que tenía su dirección. “Yo no quiero nada”, le dije, “yo lo que quiero es que tenga una carta mía”. Y le envié la carta. Yo le he escrito a Nstassja Kinski (ríe).
Luego me han gustado otras a las que no he escrito. Ingrid Bergman. Isabella Rosselini. Sharon Stone, no la de ahora, esa mujer elegante que vive de las cremas, sino esa Sharon Stone que tenía cierta belleza mental. Era como la rubia que le hubiera gustado a Hitchcock, ¡aunque a lo mejor no…! Tú fíjate en hasta qué punto a mí me avasalla el talento. Bailaoras de flamenco, o gente que canta muy bien… a media canción ya me ha envenenado. Pero al día siguiente ya se me ha olvidado. Últimamente, me deslumbró durante algunos días Miley Cyrus, cuando le dieron el Grammy por la canción Flowers.
Vi ahí una diva y yo la tenía por una niñata de Disney, o de Hollywood. Pero no es así, no lo es. Antes veía en ella a una cría mona que sacaba la lengua sin mucho sentido. Me enteré de su vida, quise entenderla mejor, y me gustó esa vida desabrochada que ha llevado. La mala vida de los otros me da juego. Nunca he hecho información. Mi escritura ha vivido profesionalmente del retrato de mujeres, durante mucho tiempo lo ejercité. La mujer para mí ha sido un sacerdocio desde la escritura. ¡Brigitte Bardot…!
¿Y españolas?
Pues no tengo ninguna.
Qué raro, con lo español que eres tú.
Sí lo soy.
Quiero decir: como yo.
(Ríe) Es que no se me ocurre. Umbral vivió mucho tiempo embelesado con Ana Belén. Escribía siempre “la amo, la amo”. Tenía una fijación sentimental por ella y sobre todo porque le gustaba que Ana Belén no le hiciera caso. Era un modo de comportarse como un poeta fracasado ante la mujer hermosísima e inteligente y con talento, ahí se daban las tres cosas. Yo no he tenido musas nacionales. ¡Ay! ¡Quizás sí, Lola Flores! ¿Te cuento mi tesis de la rubia y las morenas?

Ángel Antonio Herrera teorizando sobre el amor y sus cuitas durante esta entrevista.
Adelante, por favor.
Brigitte Bardot, cuando era BB, tenía como rival a una morena como Sophia Loren. Y Brigitte era una mujer de una temperatura sexual casi sin parangón: ese póster despeinada, con pantis… esa musa de corseterías… ese pelo como si hubiera anidado un peinado dentro del propio peinado creo que es apabullante.
Oye, pues efectivamente, no lo había pensado así. Sí. Y enfrente estaría Sophia Loren, que era la hermana de antítesis de Brigitte Bardot. Porque también era de una gran temperatura erótica (digo era porque ahora es una señora venerable a la que le pagan dinero por ir a los cruceros y tal) y también tenía una mala vida. De joven, la madre tocaba en un sitio portuario el piano, y había una leyenda… no sé si real o no, de que iba la soldadesca americana y que aquello era casi un prostíbulo… Decía Hitchcock: “Yo no soporto a las morenas porque se les nota el sexo en la cara”. Bien, esta frase sirve para poner en pie una teoría contra el propio Hitchcock, ¡es una canallada! Pero el suspense siempre está encarnado por mujeres rubias…
"Mi personaje histórico femenino favorito es Cleopatra. Mi escritora, Pizarnik. Mi actriz, Ava Gardner"
Porque eran más vulnerables. A él le gustaba la vulnerabilidad para machacarla.
Sí. Ese crescendo que requiere su cine es que estén siempre bajo sospecha pero estén aterradas. Como Sharon Stone al principio. La conocí en Madrid, al principio, y era completamente frágil, ¿quién iba a decirlo? Pero el personaje de su vida la cambió, la atravesó, y la convirtió quizá para siempre. No se ha repuesto de hacer esa película. Sharon Stone se quedó ahí.
¿Son más interesantes las mujeres malas?
Naturalmente que sí, mucho más, y más divertidas, pero no para casarse con ellas. Claro que para alguien como yo, para quien su vocación de escritura es permanente… hablar de una mujer buena… pues no te da ni para un soneto, ¿eh?
Me encanta eso.
A lo mejor te da para pasar una excelente vida aburrida. Yo he procurado que mi vida diera para la escritura. Yo me he puesto en ciertos riesgos vitales de compromisos, de relaciones, de experiencias, para que las pasiones fueran reales, no inventadas. Y al ser reales, mi literatura tendría así verdad. Y yo tendría de qué escribir.
El amor universal hacia la mujer sí puede sostener una obra literaria larga y ambiciosa. Pero el amor único hacia la mujer única… da poco juego para escribir. ¡Ahora! Esto me lo replicaba muy bien Bryce Echenique: decía que la mejor vida para el escritor, en cuanto a relaciones, es la relación que mejor obra te da. ¿Qué relaciones tiene que tener un escritor? Aquellas que mejor obra provocan o conceden. Es lo tumultuoso, lo difícil, lo que da tormento… hay que istrarlo en la vida, desde luego.
Mira que nos ha gustado la cornisa.
Sí, sí. Hemos estado muy a menudo en la cornisa.
¿Y tu personaje histórico femenino favorito?
¡Es que yo soy de las variedades…! (Ríe). Mira, Cleopatra. Es casi de ficción. Uno podría tenerla siempre en su museo sentimental o personal.
¿Escritora?
Alejandra Pizarnik. Es una poesía…
De la cornisa.
Exacto. No se acaba nunca. “Explicar con palabras de este mundo / que partió de mí / un barco llevándome”. Eso es insuperable. Ante eso, uno ya se rinde. Su poesía es oscura y no se ultima. Nunca acaba la obra de Pizarnik. Ella es una devoción… incalculable. A mí me influenció. Mi primer editor de poesía (Ricardo Arjona, poeta y biógrafo de Borges, nacido en Buenos Aires) la conoció y me contó una visita a su casa… ella tenía muñecas y una vida muy enigmática, muy inquietante. Su personaje era veraz, su poesía es sincera. Es un buceo hacia el enigma de la existencia, de la tortura, del daño. Impresionante.
"A mí la cirugía estética me produce lejanía con la mujer: como si no estuviéramos dos, sino más de dos. Hay una extrañeza"
¿Y en el cine?
Ava Gardner. Lauren Bacall.
¿Y en la televisión? Del famoseo.
En el rango de “famosas”, probablemente nadie, porque la palabra “famoso” está muy devaluada: es alguien cuya vida es un escaparate y no por un desempeño de un don o una facultad. Tengo extrema devoción y respeto por Ana Belén, por Silvia Pérez Cruz, por Luz Casal. ¡Por supuesto, por la gran Lola Flores! No había cosa igual.

Ángel Antonio Herrera posa en Vinos Sagasta, mítica taberna madrileña de palique y vermús.
¿Quién olvida antes, los hombres o las mujeres? Esa pregunta se la hizo Quintero a Sabina.
¿Y qué dijo Sabina?
Dijo que las mujeres.
Pues yo lo que diga Joaquín (ríe). De eso sabe más que yo.
¿Qué piensas de la capacidad de retratar mujeres de Sabina?
En sus retratos, semblanzas, crónicas, poemas… son muchas mujeres, no es una sola mujer. Es un mosaico. Pero pienso que entre Sabina, Almodóvar y Umbral han hecho la gran crónica de la mujer española. Ellos completan un rango extraordinario de lo que podría ser el gran mural de la mujer española.
Son la Santísima Trinidad.
Sí, absolutamente… y creo que esto es lo mejor que he dicho en la entrevista. Desde las ‘Carmen Maura’ hasta las lumis de Sabina.
¿Es trampa la cirugía estética? ¿Cómo te relacionas con la belleza artefactada? ¿La belleza tiene que ser verdad… o no necesariamente?
Creo que tiene que ser verdad. Yo te voy a responder de una manera reaccionaria por primera vez en la entrevista. Esto es lo que a mí me ocurre. A mí la cirugía estética me produce lejanía con la mujer: como si no estuviéramos dos, sino más de dos.
"La mujer de izquierdas más interesante para mí es Carmen Calvo: tiene algo que se ha perdido, que es la ideología. Y de derechas, Ayuso: tiene un tirón en la calle que es inexplicable, tiene algo rico por envenenador, por seductor"
Wow.
Estamos la persona, yo y la cirugía estética, que es una distancia entre los dos. Es una extrañeza. No sé muy bien con quién estoy. Ahora… desde luego, no tengo por qué combatirla ni tampoco por qué censurarla. Si a alguien le va bien mirarse al espejo y verse así, adelante. No deja de resultarme estupefaciente de manera constante cómo las mujeres que se operan acaban pareciendo la misma mujer, como si hubiera un molde interno.
Sánchez Dragó decía que las mujeres de derechas hacen mejor el amor porque las de izquierdas se creen que están salvando el mundo.
Ya, esa frase no la suscribo, es una provocación de Dragó, muy suya. Yo no hago distingos. Yo siempre tuve una relación de igualdad con las mujeres, y viajé mucho en los ochenta con mis compañeras fotógrafas, y había una gran redacción de mujeres en Interviú y muchas de ellas eran feministas… digo de oficio, y nunca tuve el más mínimo problema. Las relaciones siempre fueron buenas, francas y abiertas. No tengo prejuicio a la hora de establecer una amistad o una relación con una mujer que sea de izquierdas o de derechas. Me da igual eso, no sé.
¿Quién es la mujer de izquierdas más interesante para ti de este país, y quién la de derechas?
De izquierdas… Carmen Calvo. Porque ha sostenido durante mucho tiempo y de una manera muy cabal una cosa que se ha perdido, que es la ideología. Es una mujer que incluso en momentos en los que sus propios principios ideológicos, cívicos, se han podido ver comprometidos por algunos sectores de la propia izquierda, ha mantenido una posición coherente, a mi juicio.
Dentro de que yo creo que la política, sobre todo de un tiempo a esta parte, es un terreno bastante deplorable. Y en la derecha… como me has preguntado por alguien interesante ya alguien interesante es que despierta interés, en sentido positivo o negativo… te diré Díaz Ayuso. Despierta un interés enorme.
¿Qué piensas de ella?
Me ha despertado mucho interés porque logra una cosa de la que yo no voy a desistir nunca a la hora de explicarme sobre ella: excede al criterio de lo político, del rango de lo político. Es una persona que tiene un tirón popular que a menudo no tiene que ver con la ideología que ella propugna.
Como diría Machado: “Ella bebe el vino de las tabernas”.
Sí. Tiene un tirón en la calle que es algo inexplicable.

Ángel Antonio Herrera retratando con su mordacidad y poética habitual grandes perfiles femeninos patrios.
La chulería es sexy.
Sí, tiene algo inasible, algo rico por envenenador, por seductor, que no tiene que ver con muchos de los dislates que cuenta… pero sí creo que merece estar en el rango de la mujer interesante. Con sus disparates enormes.
Es bella, ¿eso influye?
Creo que sí. Creo que su lámina, ese aire de actriz hermosa antigua… de los años treinta o así… y pizpireta… tiene que ver con su éxito, naturalmente.
¿Quién se ha cargado el feminismo?
Creo que nadie se lo ha cargado, está ahí. No quisiera que ese fuera el mensaje que calara, aunque el feminismo tenga discrepancias dentro de su propio seno por reivindicaciones entre feministas clásicas y otras más jóvenes que lo han llevado a extremos más histriónicos o incluso exóticos.
No quisiera que por eso se olvidara que las mujeres tienen aún muchos derechos pendientes. Y estas cosas no debemos dejarlas pasar nunca: la igualdad aún no existe, aunque haya muchas mujeres trabajando, aunque haya muchas mujeres inteligentes, aunque haya muchas mujeres en el cine… pero hay muchas mujeres que siguen volviendo con mucho temor a su casa y viven brecha salarial y viven la intolerante violencia machista. ¡Es que no concibo que ser feminista o insistir en el feminismo sea algo anómalo! Es una cosa natural.
"La igualdad no existe: hay muchas mujeres que vuelven a casa con temor, viven brechas salariales e intolerable violencia machista"
Susanna Griso.
La mujer con la que pienso jubilarme.
Sonsoles Ónega.
Extraordinaria. Tiene muchos más dones de los que mucha gente supone. Me gusta que una escritora presente un programa de televisión.
La reina Letizia (creo que os lleváis bien, que os tuteáis).
Una mujer inteligente a la que debieran darle más discurso y más sitio.
Princesa Leonor.
Una figura que difícilmente dará un disgusto.
Irene Montero.
Me gustaba más antes.
Bárbara Rey.
Una sueca de Murcia.
"Susanna Griso es la mujer con la que pienso jubilarme. Sonsoles Ónega es extraordinaria: me gusta que una escritora presente un programa de televisión"
Yolanda Díaz.
También me gustaba más antes. Se ha dejado llevar por ciertos efectismos que han vaciado su discurso. Fue necesaria.
Begoña Gómez.
Un enigma.
La reina Sofía.
Lo que antes los machistas llamaban “La Santa”.