
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla con los medios junto al consejero delegado de Tesla, Elon Musk, con un coche Tesla al fondo, en la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 11 de marzo de 2025. Kevin Lamarque Reuters x6d2e
Paz en Gaza, acuerdo nuclear con Irán y bolsillos llenos para sus oligarcas: las claves de la gira árabe de Trump i681
El presidente de EEUU estrena su segundo mandato con una tournée por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar centrada en hacer negocios públicos... y privados. s6c4c
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Donald Trump, su familia y los magnates que orbitan a su alrededor se frotan las manos. No es para menos. El presidente de Estados Unidos aterrizará este martes en Arabia Saudí. Será su primera visita oficial a un país extranjero desde que regresó en enero a la Casa Blanca, sin contar con el funeral del papa Francisco en Roma. Repetirá, además, el destino con el que estrenó su primer mandato.
"La elección de Arabia Saudí, que deja de lado a aliados tradicionales como Israel, refleja un giro pragmático hacia las alianzas con los países del Golfo para hacer frente a desafíos regionales y globales, incluida la creciente influencia de China en la región", interpreta Hesham Alghannam, director general del Centro de Investigación en Seguridad de la Universidad Árabe Naif de Ciencias de la Seguridad (NAUSS, por sus siglas en inglés). "Existe además una dimensión personal: la estrecha relación de Trump con el príncipe heredero Mohamed bin Salman", añade el también investigador del Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center en declaraciones a este periódico.
"Elegir Riad señala su afinidad con el liderazgo autocrático que halaga su visión del mundo, especialmente cuando ese liderazgo está dispuesto a gastar generosamente y ofrecer fastuosas muestras de bienvenida", considera, en cambio, Ibrahim N. Abusharif, profesor asociado de Comunicación Estratégica en la Universidad Northwestern de Qatar. "También representa un gesto calculado para restablecer la influencia de Estados Unidos en la región del Golfo, después de que se viera debilitada durante los años de Biden, particularmente por la guerra en Gaza".
Riad será la parada inicial de la gira diplomática de Trump por el Golfo Pérsico, que el mandatario republicano, obsesionado por renombrar los accidentes geográficos, quiere definir como Golfo Arábigo, una denominación ya dominante en el mundo árabe. Después de Arabia Saudí, Trump pondrá rumbo a Qatar y Emiratos Árabes Unidos, otros dos socios clave de Washington —cada uno con sus particularidades— en Oriente Próximo.
Gaza e Irán, en la agenda z5n19
La región atraviesa un momento convulso, para variar. Israel, decidido a anexionar la totalidad de Gaza, mantiene su ofensiva total sobre la Franja. Su bloqueo de la entrada de ayuda humanitaria ha disparado, además, el riesgo de que estalle una hambruna en un enclave reducido a escombros donde, en cuestión de diecinueve meses, han perdido la vida cerca de 60.000 personas, según el recuento de las autoridades sanitarias locales.
"Los tres países del Golfo promueven un alto el fuego en Gaza, la reanudación de la ayuda humanitaria y el inicio de conversaciones sobre la creación de un Estado palestino como forma de mitigar la inestabilidad regional y el malestar interno", subraya Alghannam, que recuerda que las petromonarquías "exigen una acción clara por parte de Estados Unidos en materia de ayuda humanitaria, un alto el fuego duradero y una solución política para Palestina, vinculando estos puntos a una cooperación más amplia".
"La frustración de los países del Golfo ante la inacción de Washington respecto a Gaza, junto con el rechazo de Israel a negociar sobre el Estado palestino, complica los esfuerzos de Trump por alinear intereses", insiste el politólogo saudí en conversación con EL ESPAÑOL.
"La guerra en Gaza ha transformado profundamente la opinión pública en todo el mundo árabe y ha puesto una enorme presión sobre los estados del Golfo para que recalibren sus narrativas de política exterior" traslada a este periódico Abusharif, que considera que, "aunque Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí deseen continuar normalizando relaciones con Israel bajo el patrocinio de Estados Unidos, lo hacen bajo la sombra de una indignación popular masiva y una crisis de legitimidad que ningún despliegue de poder blando puede ocultar".
Trump, que retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán durante su primer mandato, decidió en abril retomar las negociaciones con la República Islámica para limitar cuanto antes la evolución de su programa atómico, peligrosamente avanzado, según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Naciones Unidas. Un cambio de enfoque radical —alineado, incluso, con la política exterior de la istración Biden— que no sentó nada bien en Israel pero que, en esta ocasión, los saudíes recibieron de buen grado.
En este punto, sin embargo, a Trump se le abre otro frente. Como indica Alghannam, Bin Salman pretende desarrollar "un programa nuclear civil con producción nacional de combustible, con el objetivo de igualar las capacidades de Irán y garantizar la seguridad energética, resistiendo las condiciones de no proliferación impuestas por Estados Unidos". El príncipe heredero, que gobierna de facto ante el débil estado de salud de su padre, el rey Salman bin Abdulaziz, quiere llegar hasta el final.
Muchos en Israel no están contentos con las últimas decisiones de Trump. Sobre todo, el primer ministro Benjamin Netanyahu, que tendrá que mirar los toros desde la barrera. Además de acordar a sus espaldas una tregua con los hutíes de Yemen, la Casa Blanca negoció en solitario con Hamás la liberación de Edan Alexander, el último rehén estadounidense que quedaba con vida en Gaza, que consiguió abandonar en la tarde de ayer el enclave palestino. Trump perseguirá, de la misma forma que Joe Biden, la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí, algo que, de todos modos, no sucederá a menos que Israel ponga fin a la guerra y permita la creación de un Estado palestino.
Business 4i1d4k
El mandatario estadounidense busca que el reino wahabí recorra la senda que Emiratos Árabes Unidos transitó en el marco de los Acuerdos de Abraham y normalice relaciones con Israel, sí, pero no sólo eso. También busca inversiones milmillonarias en Estados Unidos, y en sus propias arcas. De hecho, su visita a Riad también —y sobre todo— tiene "un enfoque económico, que refuerza la imagen de Arabia Saudí como un importante inversor en la economía estadounidense, en consonancia con la diplomacia orientada a acuerdos característica de Trump", apunta, en este sentido, Alghannam.
"En línea con la Visión 2030, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos pretenden invertir en tecnología estadounidense, por ejemplo, chips de Inteligencia Artificial, y asegurar normativas favorables para la inversión extranjera", añade el investigador no residente del Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center.
De entrada, Bin Salman anunció —y lo hizo justo después de la toma de posesión de Trump— una inversión de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos en los próximos cuatro años. Ya en el pasado, el fondo soberano saudí ha invertido en proyectos del yerno del presidente, Jared Kushner, y ha organizado torneos del LIV Golf —un circuito profesional— en complejos turísticos que pertenecen a la familia Trump.
Emiratos Árabes Unidos no quiere quedarse rezagado, claro. De ahí que la familia real emiratí haya utilizado nada menos que 2.000 millones de dólares de una nueva moneda estable de criptomonedas emitida por World Liberty Financial de Trump para invertir en una bolsa de criptomonedas. Además, los gobernantes de Abu Dabi se comprometieron a inyectar 1.400 millones de dólares en la economía estadounidense a lo largo de la próxima década.
Qatar ha tenido que ponerse las pilas. Por eso, el emirato regalará a Trump un Boeing 747-800 que usará como Air Force One. Un regalo por valor de 500 millones de dólares que, según la prensa estadounidense, acabaría siendo donado a la biblioteca presidencial de Trump para su propio uso.
Por si las pruebas de enriquecimiento personal fueran pocas, la marca Trump ha inaugurado en el último año edificios residenciales en Dubái y Yeda, y prevé desarrollar en los próximos meses un resort de lujo para jugar al golf en Qatar. En el evento que sirvió como carta de presentación de este último proyecto participó el tercer hijo del presidente, Eric Trump, que estuvo acompañado por del Gobierno qatarí.
Contener a China 5f3s3h
Los negocios de Estados Unidos con los países del Golfo también comprenden, cómo no, el mercado de las armas. En concreto, subraya Alghannam, "armas [estadounidenses] avanzadas, como misiles radares o aeronaves, por un valor superior a los 100.000 millones de dólares, con el fin de reducir la dependencia del armamento chino por parte de los países del Golfo".
Otro de los objetivos de la istración Trump es, precisamente, contrarrestar la influencia de China en la región. Una influencia económica que, como quedó demostrado durante la reconciliación diplomática entre Arabia Saudí e Irán que intermedió el actual ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, adquiere cada vez más tintes políticos. "Aunque Riad, Doha y Abu Dabi mantienen relaciones con Pekín, los tres buscan diversificar alianzas accediendo a tecnología y armamento estadounidense, reduciendo así su dependencia de las infraestructuras chinas", apunta Alghannam.
¿Qué margen de maniobra tiene Trump? "Al priorizar las demandas del Golfo sobre las objeciones israelíes, Trump podría lograr acuerdos importantes —como la cooperación nuclear o nuevas inversiones—, pero su éxito depende de avances tangibles en Gaza, como un alto el fuego, lo cual es difícil de lograr debido a la postura de Israel y al papel de Hamás", responde el politólogo saudí.
¿Y qué buscan las petromonarquías? "Cada país del Golfo tiene intereses distintos, pero superpuestos", responde Abusharif. "Arabia Saudí está ansiosa por reafirmar su centralidad como ancla política y religiosa del mundo árabe. Una presidencia de Trump ofrece a Riad una claridad transaccional y la perspectiva de una menor presión en materia de derechos humanos. Emiratos Árabes Unidos busca mantener asociaciones estratégicas en seguridad y tecnología, al tiempo que refuerzan su imagen como un centro moderno y prooccidental. Y Qatar, aunque tradicionalmente ha sido más cauteloso con Trump, podría ver la visita como una forma de mantener su relevancia en un Golfo polarizado y de recordar a Washington su papel indispensable en la diplomacia, los medios y la logística regional".
Trump no viajará en solitario a Riad. Según el Financial Times, las principales fortunas de Silicon Valley, entre las que figuran Elon Musk y su archienemigo Sam Altman, CEO de OpenAI, así como Mark Zuckerberg y el director ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, también harán acto de presencia esta semana en la capital saudí. Y, como Trump, también tratarán de hacer negocios.