
Trump y Xi Jinping se dan la mano antes de su reunión bilateral durante la cumbre de líderes del G20 en Osaka, en 2019. Kevin Lamarque Reuters 3o1g50
Cómo una China sin fuerza para echar un pulso a Trump se prepara para capear la guerra comercial con EEUU 2b3p2l
China dependerá más de la diplomacia, la diversificación comercial y la producción en terceros países. Sin embargo, los problemas estructurales de su economía limitan su capacidad de respuesta a largo plazo. 713q5x
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El Xi Jinping de 2025 es más frágil que el de 2018, frente a un Donald Trump que vuelve a la Casa Blanca más agresivo. China enfrenta un dilema complejo: necesita mostrar fortaleza ante la nueva istración de Donald Trump sin debilitar aún más su economía, cuyas cifras de crecimiento han sido maquilladas al alza en los últimos años. Para ocultar su fragilidad, el gobierno de Xi Jinping ha intensificado la censura y la represión contra economistas que exponen con precisión la realidad económica del país.
En diciembre, Gao Shanwen, economista jefe de SDIC Securities, afirmó en un foro internacional que la economía china crecía a un ritmo del 2% y no del 5% reportado oficialmente. La respuesta de Pekín no tardó en llegar: Gao desapareció de la esfera pública. Como explica a EL ESPAÑOL George Magnus, investigador de la Universidad de Oxford, “no se trató solo de cuestionar las cifras oficiales, sino también de criticar la capacidad del gobierno para cumplir sus promesas. Eso cruza una línea: pasó de hablar de estadísticas a hablar de competencia gubernamental”.
El caso de Gao no es único. En 2024, desapareció también Zhu Hengpeng, subdirector del Instituto de Economía de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), tras criticar en un chat privado la gestión de Xi. Otro economista, Fu Peng, fue censurado tras advertir sobre la debilidad del consumo debido a la crisis inmobiliaria.
Estas desapariciones reflejan la prioridad del Partido Comunista Chino (PCCh): controlar la narrativa económica en un momento de incertidumbre global. Pero el problema de fondo no es la censura, sino la creciente vulnerabilidad de la segunda potencia económica ante una nueva guerra comercial.

Reuters Pekín (China)
Una economía debilitada 4i4q69
Donald Trump regresó el lunes a la Casa Blanca y puso fecha a la guerra contra China: a partir del 1 de febrero su istración impondrá un arancel base adicional del 10% a todas las importaciones chinas, y aumentan hasta un 60% para sectores estratégicos como tecnología, semiconductores y vehículos eléctricos.
Estas tarifas, que vienen a sumarse a las que impuso Trump hace siete años y que Biden mantuvo, suponen una escalada respecto a la guerra comercial de 2018-2019, cuando se centraron en bienes industriales con tasas del 25%. A diferencia de la primera guerra comercial, donde Pekín pudo absorber el golpe con subsidios y represalias, su margen de maniobra es hoy mucho menor. La crisis inmobiliaria ha erosionado la riqueza de los hogares chinos, reduciendo el consumo y debilitando el crecimiento; el superávit comercial con EEUU cayó un 15% en 2024, alcanzando los 285.000 millones de dólares; y la deuda interna ha superado el 280% del PIB, limitando la posibilidad de implementar estímulos sin agravar la crisis financiera.
“El endeudamiento de las provincias chinas es alarmante, y cualquier choque externo solo empeorará la situación”, señala Magnus.
Xi no puede culpar a Washington de los problemas estructurales de la economía china, que son autoinfligidos. La falta de confianza de los chinos en la economía limita el gasto y aumenta el ahorro por miedo a una crisis futura. “El desajuste entre los discursos oficiales y las experiencias reales de los ciudadanos se está ampliando. Esto no augura nada bueno para la estabilidad doméstica”, explica a EL ESPAÑOL Andrew Kemp Collier, del Centro Mossavar-Rahmani de Harvard.
China dependerá más de la diplomacia, la diversificación comercial y la producción en terceros países. Sin embargo, los problemas estructurales de su economía limitan su capacidad de respuesta a largo plazo. Michael Pettis, investigador de Carnegie Endowment, escribió que Pekín no tiene el mismo margen para responder a los aranceles: “Las represalias chinas serán limitadas porque su economía ya no tiene margen de maniobra. La guerra comercial de 2018 fue posible porque China todavía tenía espacio para absorber shocks. Hoy, la situación es muy diferente”.
Trump también ha nominado a Marco Rubio como secretario de Estado, un político hostil al PCCh. Para China, esto implica presión adicional para encontrar mercados alternativos, acelerar la producción en terceros países, como Vietnam y México, y mantener el yuan débil. Para EEUU, supondrá un aumento de costEs en productos chinos de consumo masivo, lo que podría generar inflación. Y para el comercio global, una reconfiguración de las cadenas de suministro con más empresas diversificándose fuera de China.
Kemp Collier subraya que “China tiene algunas herramientas modestas para protegerse de los aranceles de Trump, como restringir la exportación de minerales críticos o reducir la compra de productos agrícolas estadounidenses. Sin embargo, estas medidas tendrían un impacto más político que económico”.
A pesar de la interdependencia entre las dos mayores economías globales, Trump no busca un conflicto directo con China, sino que usa los aranceles como herramienta de presión para lograr concesiones en sectores como seguridad y propiedad intelectual. La incertidumbre radica en si China podrá mantener su influencia global sin un choque comercial y geopolítico con EE.UU. Además, la imprevisibilidad de Trump complica la planificación a largo plazo. Como advierte Kemp Collier, “el problema no es solo la incertidumbre, sino la percepción de que EEUU puede cambiar las reglas del juego en cualquier momento”.
Sin estrategia para sus problemas internos 6x4i2j
En 2018, China respondió con represalias comerciales y subsidios. Su sistema económico ha dependido de la inversión estatal y la producción industrial en lugar del consumo de los hogares. Según Pettis, “China no tiene una estrategia realista para aumentar el consumo doméstico. Su modelo se basa en la represión financiera y el control de la inversión”.
China sigue dependiendo en gran medida de las exportaciones, ya que el consumo interno no es lo suficientemente sólido como para compensar una reducción de la demanda externa. “Los aranceles pueden ser expansivos o contractivos dependiendo de la estructura económica subyacente. En el caso de China, cualquier barrera que limite sus exportaciones tendrá efectos desestabilizadores”, añade Michael Pettis.
El problema es que China está sufriendo su propio ajuste interno, lo que algunos observadores califican el Segundo Shock de China, una adaptación del término acuñado por los economistas David Autor, David Dorn y Gordon Hanson, el primer Shock de China, para describir el impacto de la industrialización china, sus exportaciones y sus grandes inversiones en infraestructuras en los mercados globales en los años 2000, un modelo ya insostenible.
Dominic Meagher, subdirector del John Curtin Research Centre, explica a EL ESPAÑOL que “si más ingresos nacionales se distribuyeran a los hogares, mediante salarios más altos o más servicios públicos, la economía china y el bienestar de su población mejorarían significativamente. Pero eso significaría menos control centralizado, y Xi prefiere el control sobre el crecimiento”.
La deuda de los hogares y el limitado al crédito empeoran la situación. “Los precios están estancados o cayendo, reflejando una demanda insuficiente. La expansión del crédito ha alcanzado mínimos históricos tras años de crecimiento desmesurado”, puntualiza George Magnus.
Además, la crisis inmobiliaria sigue sin resolverse, con más de 5,5 billones de metros cuadrados de viviendas sin terminar. “Xi puede ordenar que los bancos sigan prestando a proyectos inviables, pero es como jugar al fútbol con un tobillo roto: cuanto más tiempo lo prolongue, peor será el daño y más tardará en recuperarse”, advierte Meagher.
Devaluar el yuan, diversificar mercados 2e56c
China ha reiterado que “no hay ganadores en una guerra comercial”. Sin embargo, hasta el momento no ha anunciado contramedidas directas, lo que indica una estrategia de contención en lugar de confrontación.
Una de las respuestas más inmediatas que puede tomar Pekín es permitir que su moneda se devalúe. “China permitiría que el yuan se devaluara, compensando parte del impacto” de los aranceles, explica George Magnus. Sin embargo, esta estrategia tiene riesgos, ya que podría provocar una fuga de capitales y aumentar la presión sobre el sistema financiero chino.
Para esquivar los aranceles, China está expandiendo sus exportaciones y consolidando alianzas estratégicas en Asia, América Latina y África. Pekín se posiciona como supuesto líder del Sur Global “contra Occidente”, según el análisis Anti-Americanism in China, aprovechando la narrativa de que EEUU impone sanciones para frenar a los países emergentes, mientras Pekín se presenta falsamente como un socio sin imposiciones políticas.
Es irónico que la dictadura comunista china pretenda defender el liberalismo económico. “China pretende presentarse como el único defensor del orden internacional basado en normas, mientras juega ‘políticas de la corte’ con Trump”, señala Meagher, refiriéndose a cómo los oligarcas buscan el favor del emperador promoviendo el servilismo, una estrategia que Xi domina mejor que Trump.
Los principales destinos de esta diversificación incluyen India, Vietnam, Indonesia y Malasia, que han aumentado la importación de tecnología y vehículos eléctricos chinos. En América Latina, México es clave por su al mercado estadounidense a través del T-MEC, mientras que Brasil y Argentina han fortalecido su comercio con Pekín en sectores estratégicos. En África, Sudáfrica, Nigeria y Egipto destacan en minería, infraestructura y energía. En Oriente Medio y Eurasia, Rusia absorbe exportaciones chinas debido a sanciones occidentales, y China refuerza sus lazos con Irán y los países del Golfo.
China también afianza su presencia en el RCEP de Asia Pacífico, el mayor bloque comercial del mundo. Japón y Corea del Sur dependen de su cadena de suministros en baterías y semiconductores, mientras que Australia sigue siendo clave en minerales y energía. Sin embargo, como advierte Michael Pettis, “Huawei y otras empresas chinas aún dependen de componentes clave fabricados en EEUU o en aliados como Japón y los Países Bajos”. ¿Podrá Trump acabar con la globalización que América inventó?