La protesta mundial por los aranceles pone a Trump a la defensiva: su equipo ite que habrá un proceso de ajuste

La protesta mundial por los aranceles pone a Trump a la defensiva: su equipo ite que habrá un "proceso de ajuste" Tomás Serrano 6t45

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La protesta mundial por los aranceles pone a Trump a la defensiva: su equipo ite que habrá un "proceso de ajuste" 4p1y5r

Ante el clamor global contra la política comercial de la Casa Blanca, Trump pide paciencia para poder "construir los fundamentos económicos a largo plazo" que devuelvan la "prosperidad" al país. 4pz4b

Más información: El 'Día de la Liberación' provoca la peor semana bursátil desde el inicio de la covid-19: WS cae un 10% y el Ibex un 6,7%. 3hx5v

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El anuncio arancelario de Donald Trump el pasado miércoles provocó el pánico generalizado entre los inversores. Sólo en Wall Street, entre el jueves y el viernes, se evaporaron cerca de seis billones de dólares. De hecho, el Nasdaq 100 se introdujo en mercado bajista, mientras que el Dow Jones entró en territorio correctivo.

Una situación que fue similar en el resto de bolsas globales. Aunque la reacción está muy lejos todavía de lo ocurrido en la crisis financiera, sí que hay analistas que encuentran similitudes con el Lunes Negro de 1987. ¿El motivo? El temor de los inversores a que Estados Unidos se encamine hacia una recesión; pero también a que una guerra arancelaria pueda motivar un frenazo económico a nivel global.

Este lunes continúa la sangría bursátil. Tras vivir la peor semana desde 2020, es decir, desde el inicio de la Covid, los mercados de renta variable vuelven a caer. El Ibex 35 lo hacía más de un 5% en la apertura, mientras que los descensos llegaban al 10% en Asia y superaban el 7% en Europa. El golpe en los mercados financieros se acentúa a medida que aumenta el temor a una recesión global. Esta ya es la tercera sesión consecutiva con importantes pérdidas para las bolsas y el petróleo.

Respuesta de los mercados 2a141d

Desde J. Safra Sarasin esperan que el impacto de las nuevas ‘tarifas’ sobre el PIB de Estados Unidos sea de una caída del 1%, y que la inflación suba entre 1 y 2 puntos. Esto haría que la Reserva Federal (FED) baje los tipos. Por mucho que Trump se empeñe y exija a través de Twitter al presidente de la FED que siga reduciéndolos.

"Es un mal momento en lo que se refiere a los mercados", destaca Peter Cardilho, jefe de mercado en Spartan Capital Securities. Veremos qué ocurre a partir de este lunes, pero el índice VIX de volatilidad (que refleja el miedo de los inversores) se sitúa en 45,31. Supone máximos desde marzo de 2020 en plena Covid-19.

Se espera, por tanto, que los mercados puedan todavía convulsionar durante algunas jornadas más. En contra de lo que sostiene Donald Trump, que confía en que -poco a poco- los inversores entiendan que su objetivo no es el corto plazo.

Respuesta de los líderes mundiales 5o1k5j

El jueves 27 de marzo el primer ministro de Canadá, Mark Carney, llegó a La Colina –la sede del parlamento canadiense–, se situó frente a las cámaras de televisión y ofreció un discurso histórico declarando que la relación con Estados Unidos había terminado. Acto seguido explicó que Canadá tenía que replantearse sus alianzas y acuerdos con el fin de liderar la creación de un nuevo orden mundial al margen de Washington y en compañía de países mucho más afines. Como, por ejemplo, el Reino Unido, Australia o los que componen la UE.

Las razones detrás del enfado canadiense se pueden resumir en dos. Por un lado estaría la retórica de Donald Trump, que lleva semanas acusando a Canadá de ser una nación de mantenidos mientras reflexiona en voz alta, y en público, sobre lo maravilloso que sería convertir al vecino del norte en "el estado número 51". Por otro lado, y sobre todo, se encuentra el asunto de los aranceles globales.

Los que la Casa Blanca ha diseñado para Canadá contemplan un gravamen del 25% a todos sus bienes –incluido el acero, el aluminio y los automóviles– excepto aquellos que figuraban en la última versión del tratado de libre comercio.

Anthony Albanese, el primer ministro australiano, ha declarado que más allá de no tener “ninguna base lógica”, los aranceles impuestos por Estados Unidos chocan frontalmente con la alianza que mantiene con Australia. “Eso no es lo que hace un amigo”, concluyó Albanese la semana pasada ante los micrófonos de los periodistas.

A este lado del Atlántico, y tras saber que la UE iba a recibir un gravamen general del 20%, la portavoz de Emmanuel Macron acusó a Trump de comportarse como si fuese “el dueño del mundo” cuando, a pesar de todo el poder que tiene, no lo es.

En Alemania el todavía canciller Olaf Scholz calificó los gravámenes como “un ataque a un sistema comercial que ha generado prosperidad en todo el mundo” y advirtió de que “la Unión Europea tiene el mercado interno más fuerte del globo”.

A los ses y los alemanes se han sumado los irlandeses –“no vemos ninguna justificación para esto y no beneficia a nadie”–; los italianos –“esto no juega a favor de ninguna de las partes”–; los polacos –“amistad significa colaboración”–; y los suecos –“no queremos una guerra comercial porque ésta aumentará la pobreza de nuestras poblaciones y hará del mundo un lugar más peligroso”–. Entre otros.

También la UE como entidad ha querido, a través de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, mostrar su rechazo a la actitud de Washington. “Los aranceles de carácter universal son un tremendo golpe a la economía global”, ha dicho. “Y sus consecuencias serán inmensas”. Von der Leyen ha añadido que el sufrimiento generado por semejante política comercial será enorme y que toda la incertidumbre que va a desatar lo único que va a conseguir es “meternos a todos en una espiral proteccionista”.

La respuesta de los aliados de Estados Unidos en Asia no ha sido mucho más halagüeña. En Japón, donde han visto la llegada de un gravamen del 24%, el ministro de Comercio, Yoji Muto, ha calificado la medida de “extremadamente lamentable”.

Y en el otro extremo del Mar de Japón el presidente interino de Corea del Sur, Han Duck-soo, ha dicho –con pesar– que finalmente “la guerra comercial global parece haberse convertido en una realidad”.

Temiéndose lo que ha sucedido, días antes del anuncio de los aranceles globales los ministros de Comercio de Japón y Corea del Sur mantuvieron una reunión con su homólogo chino para estudiar formas de estrechar la cooperación comercial entre los tres países y, por extensión, en la región.

El encuentro ocupó un sinfín de titulares en la prensa internacional porque hacía cinco años que no se daba un diálogo económico parecido en esa zona del mundo y porque acercar a Japón y Corea del Sur a la órbita de China no casa con la supuesta intención de la Casa Blanca de querer aislar –y debilitar– al gigante asiático.

China, castigada con unos aranceles totales del 54%, ha recibido con los brazos abiertos el acercamiento de sus vecinos al tiempo que ha instado a Estados Unidos “a revocar inmediatamente sus medidas arancelarias unilaterales” dado que estas “violan las normas del comercio internacional, vulneran los derechos e intereses legítimos de las otras partes y representan un acto de intimidación”. “En una guerra comercial nadie gana”, ha dicho el Ministerio de Comercio chino en un comunicado. “Y el proteccionismo no es una vía viable”.

Cabe recordar que buena parte de los gravámenes más altos anunciados por Trump están destinados a los países asiáticos. Camboya, por ejemplo, enfrenta aranceles del 49%, Vietnam del 46%, Tailandia del 37%, Taiwán del 32% e Indonesia del 32%. Todos ellos muy por encima del tipo general del 20% impuesto a las importaciones estadounidenses procedentes de la Unión Europea o al 10% anunciado para el Reino Unido.

Protestas en las calles 5o6y16

El anuncio de los aranceles también ha venido acompañado de las primeras protestas masivas desde que Trump regresó a la Casa Blanca. La prensa estadounidense ha contado más de un millar de manifestaciones celebradas este sábado a lo largo y ancho del país.

Desde Anchorage (Alaska) hasta Palm Beach (Florida), centenares de miles de personas han marchado contra la nueva política comercial de Trump, contra los recortes llevados a cabo por el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk y contra las deportaciones de inmigrantes orquestadas por el Departamento de Seguridad Nacional. Entre otras causas como la retirada de apoyo a Ucrania o el apoyo a Israel. "Tantos temas y tan poco cartón", rezaba una de las pancartas esgrimidas en Milwaukee.

Las manifestaciones más numerosas han tenido lugar en Washington –unas 100.000 personas–, en Nueva York –donde la riada de gente "cubría casi 20 manzanas”, según la prensa local– y en Los Ángeles, donde la policía ha calculado “varias decenas de miles de personas”.

Muchos observadores han apuntado que las protestas del sábado han puesto el punto y final a una semana que no se veía desde el primer mandato de Trump. O sea: una semana particularmente combativa.

La situación empezó a caldearse el pasado lunes, cuando el senador Cory Booker (del Partido Demócrata de Nueva Jersey) pronunció un discurso de 25 horas en el pleno del Senado criticando las decisiones llevadas a cabo hasta la fecha por Trump. Más allá de sus palabras, lo que consiguió Booker fue paralizar el funcionamiento de la Cámara Alta y animar a sus compañeros de bancada a embarcarse en boicots parecidos.

El martes ocurrió lo de las citadas elecciones de Wisconsin y el jueves, un día después del anuncio de los aranceles, los mercados bursátiles cayeron en picado. En paralelo, JP Morgan –una de las entidades bancarias más grandes del país– aumentó la probabilidad de recesión en Estados Unidos hasta el 60%. El viernes las pérdidas de los mercados continuaron y el sábado lo dicho: centenares de miles de personas marcharon por las calles del país.

Debido a todo lo anterior. el Partido Demócrata puede sentirse algo más optimista. Y no son pocos los que se preguntan si, tal y como sucedió el 21 de enero de 2017 tras la famosa Marcha de las Mujeres, los sucesos de esta semana pueden suponer un punto de inflexión en la formación progresista.

Un gabinete dividido 2xm6n

El anuncio de los aranceles ha coincidido en el tiempo con toda una serie de rumores en torno al empeoramiento de las relaciones personales entre los más influyentes del gabinete de Trump. Algunos de esos rumores dicen, incluso, que Elon Musk, el multimillonario que lleva desde las elecciones de noviembre ejerciendo de lugarteniente de Trump, tiene sus días contados en la Casa Blanca.

Las primeras grietas salieron a la luz a comienzos de marzo, cuando se filtró que la creciente enemistad entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el propio Musk había obligado a Trump a convocar una reunión a puerta cerrada con el fin de aliviar tensiones. El principal problema entre Rubio y Musk giraba en torno a los despidos masivos implantados por este último en varios de los departamentos tutelados por Rubio.

Después llegó el escándalo de Signal; una aplicación comercial similar a WhatsApp en la que el consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, crearon un chat para discutir junto a otros altos funcionarios un ataque contra los hutíes de Yemen. El problema, más allá de mantener una conversación en la que se volcó información muy sensible, es que Waltz invitó –por error– al chat a un periodista llamado Jeffrey Goldberg. Este, claro, sacó a la luz el asunto y puso en la picota a Waltz y a Hegseth.

Tras la tormenta del Signalgate, tuvieron lugar unas elecciones locales en Wisconsin. Musk quiso participar personalmente apoyando la campaña del candidato conservador sólo para ver cómo mordía el polvo frente a la candidata progresista. En un estado, Wisconsin, que en las elecciones presidenciales de noviembre se decantó por Trump. De ahí que la rama local del Partido Republicano lleve varios días preguntándose si Musk no será, en realidad, un activo contraproducente.

Por si todo lo anterior fuese poco, tras el varapalo de Wisconsin la revista Politico publicó un artículo basado en sus fuentes dentro de la Casa Blanca explicando que la aventura gubernamental de Musk puede terminar antes de verano. “El presidente sigue satisfecho con Musk y su trabajo al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, pero ambos han decidido en los últimos días que pronto será el momento de que Musk regrese a sus negocios y asuma un papel segundario”, decía la pieza de la revista norteamericana. La afirmación procedía de tres personas distintas próximas a Trump.

Sea como fuere, ya sea porque todavía cuenta con el beneplácito de Trump o porque sabe que está de salida, o quizás es que le da absolutamente igual agradar al presidente, Musk ha decidido pronunciarse en contra de la política arancelaria de la Casa Blanca. Al menos en lo que a Europa se refiere.

Estas declaraciones llegan después de que Tesla, una de las compañías que controla Musk, haya registrado un rendimiento muy inferior al esperado durante los últimos meses. El precio de las acciones del fabricante de coches eléctricos, que subió sustancialmente a finales de 2024, lleva desde enero en caída libre.

Falacias de Trump w41j

A juicio del presidente de EEUU, los aranceles eran necesarios porque América "ha sido saqueada, expoliada, violada y despojada" por naciones que, supuestamente, son amigas. Ahora, su meta es recuperar aquello perdido y conseguir que las empresas vuelvan a fabricar en territorio estadounidense.

Trump justifica la imposición de sus aranceles, como explicaba en EL ESPAÑOL este domingo el economista Miguel Sebastián, en tres grandes falacias.

La primera, la "reciprocidad comercial". Es decir, que las tasas fijadas para cada país o bloque económico responde a lo que esas zonas le cobran a Estados Unidos en aranceles. Sin embargo, los cálculos se hicieron a partir del déficit del comercio bilateral, no en función de barreras arancelarias. Todo ello sin tener en cuenta que se aplican “excepciones arbitrarias” y que se impone un mínimo del 10% a los Estados con los que EEUU cuenta con superávit comercial.

La segunda gran falacia es que la Unión Europea "se aprovecha" de EEUU, señalando que los países con superávit "roban" a los que tienen déficit. Sin embargo, Sebastián recuerda que el déficit comercial estadounidense refleja la baja tasa de ahorro nacional que tiene el país y su dependencia de la financiación externa.

No sólo eso, es que Sebastián recuerda que la economía estadounidense ha venido creciendo mucho más y más rápido que la europea.

Por último, el economista considera que la "edad de oro" prometida por Trump tampoco se va a cumplir. El análisis económico, explica, dice lo contrario. Los aranceles encarecerán los productos importados y aumentarán los costes para las empresas estadounidenses. ¿Consecuencia? Más inflación y menos crecimiento.

De hecho, diversos medios estadounidenses recuerdan que la economía de Estados Unidos ya se venía ralentizando. Temen que, a partir de ahora, el deterioro se pueda ir acelerando. 

Riesgo para las empresas de EEUU 356a1

Estados Unidos es líder mundial en materia de exportación de servicios. Datos de The Economist revelan que en 2024 el país que preside Donald Trump vendió 1,1 billones de dólares a países terceros. El doble que cualquier otro país, lo que le convierte en un gran exportador de productos 'en la nube', redes logísticas o instrumentos financieros.

En Bruselas se baraja ya ir directamente al corazón de la economía norteamericana como respuesta. La clave ahora es cómo ejecutarlo.

Como revela The Economist, la forma más sencilla sería aplicar la misma lógica trumpista y determinar los niveles arancelarios a partir del déficit comercial con Estados Unidos. Es decir, unos aranceles que sean recíprocos.

Con esta lógica, hablaríamos de que Europa debería aplicar a los servicios digitales una 'tarifa' del 15%. Eso sí, más altos serían en China (28%) o en Arabia Saudita (41%).

Servicios financieron EEUU

Servicios financieron EEUU

Sin embargo, es cierto que resulta complejo aplicar un arancel directo sobre los servicios digitales. Por tanto, la solución podría estar en aplicar medidas indirectas que, en la práctica, suponen un arancel.

 ¿Por ejemplo? Poner barreras a la entrada de empresas extranjeras al mercado comunitario, subir impuestos, aplicar tasas concretas sobre determinados productos (la tasa Google es un ejemplo), un aumento de las barreras de entrada a la Unión Europa o aplicar limitaciones a la propiedad intelectual.

Todo ello por no hablar de las investigaciones en materia antimonopolio que ya se llevan a cabo. Ahí están las llevadas a cabo contra Google, Amazon o Apple, por poner algunos ejemplos.

Economistas contra el proteccionismo 2h6k6m

En 1987 los economistas Robert Lawrence y Robert Litan firmaron un artículo en la revista Harvard Business Review titulado Por qué el proteccionismo no sale a cuenta.

En él explicaban que los defensores del proteccionismo se basan en dos premisas. Una primera que apela a la idea –"sensata", reconocían– de que los países con salarios altos no pueden competir con países que tienen salarios bajos y que en última instancia, en un mundo globalizado, los segundos terminan por imponer sus ratios a los primeros. Y una segunda premisa que dice que los partidarios del libre comercio siempre están expuestos a las políticas económicas nacionalistas (subsidios, compras selectivas, etcétera) de sus rivales.

"En su opinión [de los proteccionistas] la respuesta adecuada a estos problemas parece clara: Estados Unidos debería abandonar la idea de que las fuerzas del mercado dominan los flujos comerciales y debería actuar como otros países; gestionar el comercio en su beneficio”. “A menos que protejamos nuestros mercados" –añadían Lawrence y Litan adoptando momentáneamente el ideario proteccionista– "el déficit comercial se disparará aún más y nuestra base manufacturera seguirá reduciéndose”.

Una vez presentados los postulados proteccionistas, Lawrence y Litan contraargumentaban con su propio criterio. Un criterio basado en dos argumentos. El primero: “Los hechos demuestran que los aranceles y las cuotas rara vez salvan empleos a largo plazo o preservan la competitividad de la industria que se pretende salvar y mientras tanto, por supuesto, el consumidor sufre el aumento de precios”. El segundo: “Si bien los subsidios, los aranceles y prácticas similares afectan a la composición del comercio a medio plazo, no afectan a la balanza comercial, que se rige por los patrones de gasto y ahorro de una nación”.

El artículo de Lawrence y Litan fue escrito hace cuatro décadas, pero cada poco tiempo aparecen textos que argumentan prácticamente lo mismo. Una parte sustancial de los economistas, en fin, censuran el proteccionismo y lo consideran –con matices, diferencias y grados– contraproducente.

Este mismo viernes, sin ir más lejos, el economista Norbert J. Michel, director de la rama económica del Instituto Cato, un think tank libertario, ha cargado contra los aranceles en las páginas de The Wall Street Journal. “Los populistas seleccionan cuidadosamente los datos para respaldar la afirmación de que los aranceles reactivarán la producción manufacturera”, ha dicho en una pieza que venía precedida por una foto del vicepresidente de Estados Unidos: JD Vance

Frente legal 2h6g5s

Más allá del clamor popular, de los aliados airados y de las voces de un sinfín de economistas preocupados por las consecuencias de la nueva política comercial de la Casa Blanca, Trump también podría enfrentar retos legales al respecto. De hecho, ya cuenta con una demanda en el buzón.

Ha sido un poderoso grupo legal respaldado por fondos conservadores llamado Alianza de las Nuevas Libertades Civiles, o NCLA, el que ha recurrido a los jueces alegando que el presidente ha impuesto de manera ilegal “aranceles de emergencia” a los productos chinos. La NCLA, según ha informado Bloomberg, estaría actuando en representación de una empresa llamada Simplified, dedicada a productos de papelería, que asegura que los gravámenes al gigante asiático causarán graves daños al negocio.

El asunto en cuestión tiene que ver con una ley de casi medio siglo de antigüedad: la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, más conocida como IEEPA. Fue la que invocó Trump a la hora de imponer aranceles tanto a China como al resto del mundo. Resulta que esta ley, implantada en 1977, otorga al presidente amplias facultades para responder ante una emergencia nacional. Sin embargo, Trump es el primer presidente en utilizarla para imponer gravámenes; una competencia que la Constitución asigna al Congreso. De modo que los juristas afirman que es posible que un juez declare ilegal dicha medida, desbaratando la estrategia comercial de la Casa Blanca y revirtiendo lo anunciado el pasado miércoles.

La demanda, por cierto, ha sido presentada ante un tribunal federal de Florida. De momento es la primera impugnación legal contra los aranceles, pero no parece que vaya a ser la última.