
Estudiantes universitarios reaccionan al recibir su título durante la 374.ª ceremonia de graduación en la Universidad de Harvard. Brian Snyder Reuters 40251p
La UE rivaliza con Canadá, Reino Unido y China para fichar el talento universitario que quiere huir de Trump 5h6j2h
Aunque la Comisión Europea ha anunciado cientos de millones de euros en subvenciones, los expertos dicen que no basta. Faltaría invertir en infraestructuras y establecer incentivos económicos a medio y largo plazo. 47352
Más información: La pausa en la guerra de Trump contra Harvard sólo alarga el limbo para miles de europeos, como la princesa de Bélgica 444c2
La guerra que Donald Trump ha declarado contra algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos –la flamante Harvard entre otras– al congelar miles de millones de dólares destinados a su financiación y al dificultar la llegada de talento extranjero podría ser una oportunidad para la Unión Europea. Y podría serlo en dos aspectos fundamentales: el intelectual y el económico. Siempre y cuando sepa aprovechar la ocasión antes que otros, claro.
“Esta es una oportunidad para que Europa inicie una nueva era de la Ilustración y pueda crear nuevas alianzas en todo el mundo”, dijo al ser preguntado por la revista Politico el profesor de Derecho belga Alain-Laurent Verbeke.
“La investigación universitaria es lo que pone los cimientos de las empresas del mañana”, sentenció por su parte Philippe Baptiste, el ministro de Enseñanza Superior e Investigación francés. “Al invertir en ese tipo de investigación estamos invirtiendo en la competitividad y el mercado laboral de la Europa del futuro”.
Teóricamente, parece que los líderes europeos tienen todo esto bastante claro. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ya ha presentado junto al presidente francés Emmanuel Macron un plan valorado en 500 millones de euros para tratar de atraer investigadores extranjeros al viejo continente.
La lógica sería no solo reclutar a los académicos estadounidenses –o afincados en Estados Unidos– que deseen marcharse del país sino, también, a todos aquellos que aspiraban a un futuro en el entramado académico estadounidense y que ahora, viendo el cariz que está adquiriendo el contencioso entre éste y la Casa Blanca, se están replanteando sus horizontes.
Y es que al parecer, según el portal de noticias Springer Nature, las solicitudes extranjeras para vacantes de investigación ya han caído un 25% respecto a 2024. Cifra que se eleva hasta el 40% si uno consulta los números que maneja FindAPhD, un portal dedicado a la búsqueda de doctorados en Estados Unidos, o los que maneja StudyPortals, una empresa que ofrece toda una serie de servicios a 200.000 estudiantes universitarios mientras tratan de perfilar su futuro académico.
Este descenso es, según University World News, “aún más dramático si tenemos en cuenta un estudio publicado en noviembre por la Asociación de Educadores Internacionales que afirmaba que la matriculación internacional en colegios y universidades estadounidenses había aumentado un 6,6% entre 2023 y 2024 y un 11,5% el año anterior”.
Pero más allá de los datos abstractos, cada vez hay más ejemplos concretos. En la Johns Hopkins, una de las universidades más prestigiosas del país en el campo de la medicina, el director del Departamento de Neurociencia, Richard Huganir, ya ha explicado que los investigadores extranjeros suponen un 30% del equipo que se ocupa de los 36 laboratorios bajo su mando.
Si la Casa Blanca impide (o dificulta sobremanera) el reclutamiento de jóvenes promesas foráneas a partir de ahora, añade el neurocientífico, la pérdida de potencial que experimentará su departamento no será anecdótica.
En ese sentido Maria Leptin, la presidenta del Consejo Europeo de Investigación (CEI), ha explicado que desde el organismo que dirige se está “duplicando la cantidad potencial que los investigadores llegados a Europa desde cualquier parte del mundo pueden solicitar en concepto de fondos de reubicación”.
El CEI, que es el organismo comunitario dedicado a fomentar la investigación científica y tecnológica en Europa, considera desde hace tiempo –o sea: desde antes de que Trump se enfrentara al sistema universitario norteamericano– que la atracción de talento a territorio europeo debe ser una prioridad.
En paralelo a todo lo anterior, y según se supo hace varias semanas, la Comisión Europea tiene pensadas varias iniciativas con el fin de acelerar los trámites istrativos requeridos a los investigadores estadounidenses a la hora de conseguir un visado.
Más que subvenciones 6x3c4x
Subir un pico los sueldos de los académicos y facilitar su reubicación aligerando el papeleo está muy bien, dicen los expertos, pero no basta. Si realmente se quiere que el éxodo hacia Europa sea una realidad, y además una que derive en tendencia, habría que poner al día y mejorar toda una serie de infraestructuras. También ayudaría trabajar en el fortalecimiento del mercado laboral continental. Sobre todo en países como España e Italia.
“Es ilusorio pensar que unas pocas subvenciones de alto nivel van a bastar”, ha explicado la propia Leptin. “Lo que necesitan los investigadores son buenas infraestructuras así como un buen apoyo de sus instituciones de investigación y lo que necesitan los jóvenes que se eduquen con ellos es un buen abanico de perspectivas profesionales”.
En resumen: venir a investigar a la Unión Europea tiene que ser atractivo, no el mal menor.
En esa línea varios académicos consultados por 24, la televisión pública sa, han explicado que pese a la inestabilidad dentro del ámbito académico estadounidense generada por la Casa Blanca todavía hay mucha gente que prioriza Estados Unidos por delante de cualquier otro lugar, incluido Europa, debido a los sueldos que continúan pagándose allí.
Y es que, pese a los recortes que han tenido que implantar universidades como Columbia tras dejar de recibir fondos federales, allí todavía se paga mucho mejor que a este lado del Atlántico.
Además, en principio Trump no puede presentarse a un nuevo mandato. Por lo tanto le quedarían tres años en el poder; hasta el 2028. Y si bien es muy probable que el trumpismo sobreviva a Trump, no lo es tanto que se vaya a mantener en el poder.
La academia estadounidense, en fin, podría recuperar el atractivo perdido en el último par de meses antes de que termine la década. Para entonces, si eso sucede, es mejor estar ya posicionado dentro de la misma.

Manifestación para "apoyar" a los estudiantes internacionales de la Universidad de Harvard. Reuters
Hay competencia 283212
Los líderes europeos que buscan aprovechar la guerra entre el trumpismo y las universidades para impulsar la investigación en suelo europeo deben tener en cuenta, también, la competencia. Principalmente la procedente de Asia, Reino Unido, Australia y Canadá.
En los tres rankings universitarios más prestigiosos del globo –Times Higher Education; Quacquarelli Symonds y el conocido como “Ranking de Shanghái”– hay unas cuantas universidades de los citados lugares entre las mejor valoradas.
Cambridge, Oxford o London School of Economics en el caso del Reino Unido; Toronto o McGill en el caso canadiense; la Nacional de Singapur, la de Tokio o la de Hong Kong en el caso de Asia; y la de Melbourne o Sídney en el caso australiano. Por citar solo algunos ejemplos.
De hecho, para los académicos estadounidenses el ecosistema universitario canadiense es el destino natural: por proximidad geográfica, por proximidad cultural y porque muchas de las facilidades que según Leptin, la presidenta del CEI, habría que implantar en la Unión Europea para hacerla realmente atractiva ya existen allí.
Es más: algunos nombres propios bastante conocidos, como el del profesor de filosofía Jason Stanley o el del historiador Timothy Snyder, ya han anunciado que se marchan rumbo al norte. A la Universidad de Toronto, concretamente. Hasta ahora ambos daban clase en Yale; una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.
Preguntado al respecto por el periódico del campus, el director del Departamento de Filosofía de Yale, Paul Franks, calificó la noticia como una “conmoción”. Además, Franks describió a Stanley como un pionero “irremplazable” de la filosofía analítica y un intelectual estadounidense excepcional. Es decir: la Universidad de Toronto acaba de ganar un buen activo de cara a todos aquellos estudiantes que quieran estudiar filosofía política (la especialidad de Stanley).
Otra arista del affaire universitario 4q22r
Si una universidad logra incluir en su claustro determinados nombres propios es muy probable que, en no demasiado tiempo, el prestigio de esa universidad aumente. Y si el prestigio de la universidad crece, lo normal es que se convierta en un sitio más atractivo que otros para los cientos de miles de estudiantes que cada año deben decidir dónde echar la matrícula.
En otras palabras: la atracción que genera el prestigio de una universidad puede dejar bastante dinero en la localidad en la que se encuentre dicha universidad.
Boston es un caso paradigmático. Tal y como explicaba hace unos días Paul Krugman, ganador del premio Nobel de Economía en 2008, el medio centenar de universidades y colegios universitarios que pueblan el área metropolitana de Boston –“cuya economía es una de las joyas de la corona de la economía estadounidense”– acogen, en total, a más de 200.000 alumnos. La gran mayoría de los cuales procede de otras latitudes y pagan, por tanto, una serie de gastos fijos asociados a vivir allí.
Gastos fijos que repercuten, lógicamente, en la ciudad. Y en su mercado laboral (el entramado universitario de Boston emplea a 87.000 personas).
Con lo cual, concluye Krugman, atacar a Harvard y por extensión al entramado universitario estadounidense es mucho más que una “campaña contra el intelectualismo”. Significa, en fin, “extraer una pieza crucial” en toda una serie de economías locales.
Porque Boston no es un caso aislado. Nueva York sería otro ejemplo. La Gran Manzana no solo da cobijo a Columbia, NYU o el New School; también alberga docenas de centros universitarios que, de nuevo, atraen a decenas de miles de estudiantes a la ciudad.
Por aliñar lo anterior con cifras concretas: según los datos que maneja la Asociación de Educadores Internacionales, durante el curso académico que comenzó en otoño del 2023 y culminó en el verano del 2024 los estudiantes internacionales dejaron en las arcas del país alrededor de 43.000 millones de dólares.
A eso habría que añadir el dinero que dejan los estudiantes estadounidenses que cursan la universidad lejos de casa en las localidades que les acogen. En 2020 este tipo de estudiantes –nacionales pero de otros lugares del país– sumaban casi 600.000.
En conclusión: son varios los expertos que han dicho que perder parte de esos estudiantes supondría un buen mazazo para esos lugares desde el punto de vista financiero… y un impulso para aquellas localidades en Canadá, Asia, Europa o Australia que consigan atraerlos gracias a sus universidades.