Han pasado dieciocho años desde que, en su canción “Nuclear, sí”, el grupo Aviador Dro pintara el futuro nuclear como un infierno apocalíptico: “Desiertas ruinas con bellas piscinas/ Mujeres resecas con voz de vampiras/ Mutantes hambrientos buscando en las calles/ Cadáveres frescos que calmen su hambre”. 5v1f69
Desde entonces, y a pesar e las campañas de desacreditación por unos y otros, siempre al servicio de intereses creados, la energía nuclear ha ido ganándose un puesto relevante en la opinión pública, e incluso entre los ecologistas.
De hecho, en los últimos años, hemos sido testigos de un cambio significativo en la postura de diversos gobiernos respecto a la energía nuclear. El 2 de diciembre de 2023, durante la Cumbre del Clima COP28 en Dubái, 25 países firmaban la "Declaración para Triplicar la Energía Nuclear", un compromiso para triplicar la capacidad nuclear instalada para 2050, reconociéndola como una herramienta esencial en la lucha contra el cambio climático.
En 2024, en la COP29, se unieron otros países hasta completar un total de 31. Para poner en contexto, hablamos de la Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés) que es el órgano supremo de decisión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Ni más, ni menos.
También en la Conferencia General del OIEA en septiembre del 2024, un número récord de 50 estados declararon la necesidad de desarrollar la energía nuclear en sus países, destacando su papel en la seguridad energética.
En España, este cambio no se percibe. Existen iniciativas excepcionales, como la de la Generalitat Valenciana, que recientemente condonó una ecotasa de 14 millones de euros a Iberdrola para evitar cargar de impuestos a la central nuclear de Cofrentes, argumentando la necesidad de mantener su competitividad y asegurar el suministro energético. Era de esperar la crítica de los ecologistas valencianos.
La carga fiscal de la energía nuclear en España es sorprendente si pensamos que es una fuente de electricidad constante y libre de emisiones de CO₂
Pero, lo cierto es que, según estimaciones del sector, la carga fiscal total que soportan las centrales nucleares en España supera los 1.400 millones de euros anuales, y se espera que aumente a más de 1.500 millones a partir de 2025. Estas cifras representan más del 40% de los costes totales de operaciones de las plantas nucleares.
Por el contrario, las tecnologías renovables, como la solar y la eólica, no están sujetas a impuestos específicos comparables a los que graban a la energía nuclear. Además, han contado con incentivos fiscales y subvenciones que han favorecido su desarrollo y competitividad en el mercado eléctrico.
La carga fiscal de la energía nuclear en España es sorprendente si pensamos que es una fuente de electricidad constante y libre de emisiones de CO₂. En 2024, las centrales nucleares españolas generaron el 19,57% de la electricidad total del país, evitando la emisión de entre 30 y 40 millones de toneladas de CO₂.
Para organizaciones como Greenpeace, eso no es nada, y señalan que, incluso triplicando la capacidad nuclear mundial, solo se lograría una reducción del 6% en las emisiones globales de carbono.
Pero no hay qué olvidar la poca credibilidad de estos grupos. Por ejemplo, tras el apagón, además del consabido “la culpa es de la empresa privada”, su propuesta fue la impracticable ciudad en la que todo está a 15 minutos.
Pero, además, las organizaciones ecologistas ven el apagón como una oportunidad para impulsar una transición energética que priorice las energías renovables, la descentralización y la resiliencia del sistema eléctrico. Y ahí siguen, chocándose con el inexorable muro de la realidad.
Para España es importante porque la energía nuclear también contribuye a la independencia energética de los países, al reducir la dependencia de importaciones de combustibles fósiles. En la actualidad, nuestro país cuenta con cinco centrales nucleares operativas.
Estas plantas tienen una potencia instalada conjunta que representa aproximadamente una quinta parte de la capacidad de generación eléctrica del país. Y ha demostrado su capacidad de respuesta ante situaciones de emergencia. Por ejemplo, durante el apagón eléctrico del pasado 28 de abril.
Entonces, ¿por qué este miedo a la nuclear? La historia nos enseña que toda innovación disruptiva genera temores. En su momento, la introducción de la máquina de vapor también despertó recelos y preocupaciones, similares a los que hoy suscita la energía nuclear.
Por ejemplo, en 1861, el Parlamento británico aprobó la "Locomotive Act", también conocida como "Red Flag Act", que requería que los vehículos autopropulsados fueran precedidos por una persona a pie con una bandera roja para advertir a los peatones, limitando así su velocidad y uso.
La investigación en energía nuclear nos ha traído los pequeños reactores modulares (SMR) que representan una evolución en la tecnología nuclear
Miedos que estaban relacionados con el impacto en la salud y el medio ambiente, la alteración del orden social, o incluso se veía como una amenaza al equilibrio económico y social establecido. Sin embargo, con el tiempo, la sociedad aprendió a gestionar y aprovechar estas tecnologías para su beneficio.
Hoy, la investigación en energía nuclear nos ha traído los pequeños reactores modulares (SMR) que representan una evolución en la tecnología nuclear. Estos reactores ofrecen ventajas como la portabilidad, facilidad de construcción y adaptación a entornos diversos, permitiendo su instalación en lugares donde una central nuclear tradicional no tendría cabida.
Además, su diseño modular permite una producción en serie, reduciendo costes y tiempos de construcción. Su seguridad se apoya en sistemas pasivos y su tamaño compacto facilita su integración en redes energéticas descentralizadas. El camino está por hacer, pero la dirección es ésta.
Para concluir, cuidar el medioambiente implica una transición energética con un enfoque equilibrado que combine fuentes renovables con tecnologías como la energía nuclear. Porque la energía nuclear puede complementar su intermitencia, ofreciendo una fuente constante y libre de emisiones.
Avanzar hacia un mix energético es crucial para garantizar un suministro seguro, limpio y asequible para las generaciones presentes y futuras. Nuclear, sí. Por supuesto.