
Gustavo Diez es investigador en neurociencia y director del Instituto Nirakara. 146e1s
Gustavo Díez, neurocientífico: "Los pacientes que cultivan la autocompasión duermen mejor y reducen el dolor sin fármacos" o1g
"El cerebro 'paga el pato' de las alteraciones metabólicas por nuestra forma de vida, y se manifiesta como fatiga"/ "En lugar de esforzarnos mucho, debemos esforzarnos bien"/ "La tecnología ha 'hackeado' nuestro tiempo libre e impide descansar al cerebro como a veces necesitaría"/ "Vivimos en una sociedad bastante culpógena: la autocompasión puede entrenarse". 2k6r5h
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Aplicar los principios del mindfulness con base científica para dotarnos de herramientas para hacer frente al perpetuo estrés de fondo de la sociedad moderna y a las múltiples agresiones al cerebro. Este es el objetivo del neurocientífico Gustavo Díez, fundador y director del Instituto Nirakara en el Campus de Somosaguas de la Universidad Complutense de Madrid. Trabajando mano a mano con investigadoras como Nazareth Castellanos, Díez, formado en Física Teórica y Neurociencia, y especializado en Inteligencia Artificial, aborda las estrategias con las que podemos ayudar al 'órgano rey', nuestro cerebro, a recuperar el control sobre nosotros mismos.
¿Es correcto afirmar que nuestro cerebro y nuestro modo de vida actual están desacompasados, y eso nos crea problemas?
Me parece una afirmación correcta. La forma de movernos, de alimentarnos, la exposición a la luz, los ritmos de sueño... todo ha ido variando en los últimos años, y esto tiene consecuencias. Nuestro metabolismo genera la energía necesaria para alimentar a cada célula del cuerpo y restaurar tejidos. Y el cerebro es el órgano que más energía gasta. Por lo tanto, es el primero en 'pagar el pato' de las alteraciones metabólicas provocadas por el estilo de vida. En nuestra sociedad aparece de forma muy notable como una sensación de fatiga. En torno a un 23-24% de la población la está sufriendo.
¿Cuáles serían los principales factores que contribuyen a esta situación general de fatiga?
Desde el punto de vista del estilo de vida, hay cuatro. Primero, hay una profunda desregulación del sueño que tiene que ver con nuestra agenda, y en parte con la inclusión de tecnología. La segunda es la actividad física: estamos hechos para el movimiento constante, y sin embargo siempre estamos sentados. La tercera causa es la alimentación, probablemente con una ingesta excesiva de hidratos de carbono. Y finalmente, los problemas de regulación del estrés. Objetivamente, ahora es más difícil morir de causas violentas que hace 4.000 años, pero en cambio tenemos un estrés de fondo para el que a lo mejor no estamos preparados y nos causa fatiga.
¿La moda de glorificar el dormir poco para rendir más está siendo más dañina de lo que muchos creen, especialmente para el cerebro?
Totalmente. Yo no soy quien para decirle a nadie que no se esfuerce, pero lo que diría es que en vez de esforzarse mucho, se esfuerce bien. Yo no estoy en contra del esfuerzo, lo que creo es que nos estamos esforzando mal. Y eso provoca incluso que nuestro rendimiento sea incluso peor.
¿Y no es, además, un factor de desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, con el drama personal y familiar que comportan, y el coste de dependencia para el sistema?
Efectivamente. El cuidado en la edad adulta tiene una repercusión social. El daño cerebral está muy relacionado con ese mal esfuerzo: no dormir, no saberse alimentar, no realizar actividad física e incluso no descansar de otras maneras diferente al sueño. Por ejemplo, dedicando tiempo a lo que a uno le gusta.
¿Necesitamos más tiempo 'en blanco', sin estímulos externos inmediatos? En ese sentido, ¿incluso aburrirse puede ser saludable?
Sí. Estar mirando las notificaciones, por ejemplo, impide al cerebro descansar como a lo mejor lo necesitaría en un momento dado. La tecnología ha 'hackeado' nuestro tiempo libre, ya casi ni sabemos pasar tiempo en familia sin estar frente a una pantalla. Antes teníamos ese 'tiempo en blanco', por ejemplo, al anochecer, y uno conciliaba el sueño antes. Pero a veces la mejor manera de descansar intelectualmente no es dormir o estar en el sofá, sino a lo mejor hacer un trabajo manual como la jardinería, un hobby, salir a pasear por el monte... Eso despeja la mente y activa muchos procesos neurológicos que facilitan tanto el procesamiento de metabolitos como de la información.
¿Estamos perdiendo la capacidad de enfocarnos por completo en una tarea y dejando de desarrollar áreas cognitivas clave por la sobreexposición de estímulos que sufrimos?
Esto tiene una lectura metabólica. Necesitamos neuronas inhibitorias que nos permitan filtrar la información y sostener la atención en lo que estamos haciendo. ¿Qué ocurre? Que nuestra atención está muy relacionada con los estímulos salientes. El mero hecho de estar frente a una pantalla dominada por notificaciones, por una constante variación del foco atencional, puede dar como resultado una falta de entrenamiento de esta función cerebral. También hay una cuestión energética: si llevas varios días durmiendo mal o en un estado de estrés continuado, es mucho menos probable que aparezcan estos estados de concentración completa en la tarea.
En cuanto a los aspectos emocionales ligados a la longevidad, los especialistas destacan conceptos que a veces nos sorprenden, como la práctica de la empatía o la gratitud.
Sí, son esenciales. Nosotros hemos realizado un estudio sobre el dolor de espalda en base a una aproximación basada en el mindfulness. Hay una parte del dolor que no está estrictamente relacionado con el daño tisular sino con la hiperalgesia, la sobreactividad de las redes neuronales. Y vimos cosas muy interesantes. Las personas con dolor de espalda tienden a dormir mal y a tratarse con fármacos. Lo que evaluamos fue la reducción de la medicación durante diez semanas durante la intervención. Y la variable que permitió reducirlos más y que durmieran mejor fue la autocompasión. La capacidad de ar con el propio sufrimiento y desarrollar un sentimiento positivo hacia uno mismo en vez de generar culpabilidad es una emoción muy constructiva para reducir el estrés social.
No obstante, estamos ante una verdadera epidemia de malestar y consumo de ansiolíticos. Tratar de dormir cambiando de hábitos a menudo causa más frustración y estrés.
Está claro que el problema es muy complejo, y hay que buscar el equilibrio. Hay una parte de responsabilidad individual, y otra en la que el individuo no tiene todas las capacidades para salir por sus propios medios de la situación. Y también hay condiciones socioeconómicas que generan trastornos, nos pongamos como nos pongamos. Sabiendo de esta complejidad, mi sensación es que podemos reducir el problema, pero no sé si podremos acabar con él. La higiene de sueño produce efectos positivos a mi entender, pero no siempre es lo suficiente como para que la persona vuelva a tener la calidad de sueño que tuvo la infancia.
¿Existen pautas de cultivo de la autocompasión que nos puedan ayudar, o depende enteramente de la personalidad de cada cual?
Yo creo que sí, que se puede entrenar. Vivimos en una sociedad bastante culpógena. Lo primero es darse cuenta de que los pensamientos de autocrítica a veces no son efectivos. Al contrario, generan un estrés sostenido. Eso no quiere decir que no haya que tener discernimiento: uno debe darse cuenta de cómo ha errado para solucionarlo. Pero hay que evitar el pensamiento machacante, culpabilizante, que agota energías a largo plazo. Hemos interiorizado una manera bastante problemática de afrontar los errores. A partir de ahí, existen programas protocolizados para practicar la autocompasión. ¿Tiene un efecto en todo el mundo? Lamentablemente no. Algunos tienen trayectorias brutales de mejora, otros no, e incluso los hay que empeoran. Pero los cambios de media son significativos y los efectos, grandes.
¿Es muy simplista decir que la autocompasión consiste en ser capaces de perdonarnos a nosotros mismos?
El perdón es un elemento fundamental. Pero también hay un elemento motivacional, que es el deseo profundo de estar bien. Y cuando aplicamos esto mismo a los demás, esto es la compasión. Acercarse al sufrimiento del otro con intención de que vuelva a estar bien, que es una de las bases de la cultura.
¿Y no interfiere el individualismo de nuestra sociedad en esto? ¿La idea de que tienes que hacerte cargo de tu propio malestar sin ser una carga para los demás?
A ver, el individualismo nos ha brindado ciertas ventajas a mi juicio, como el hecho de fomentar las libertades individuales y el pensamiento crítico, que no aparecen de forma tan clara en comunidades más gregarias. Pero la consecuencia negativa es el sobreindividualismo que nos lleva a pensar solamente en el beneficio propio. Y eso lleva a la infelicidad. Nos volvemos demasiado autoexigentes y autocríticos, y esto también puede llevar a un agotamiento de las personas.
¿Estamos creando un problema emocional y cognitivo a las generaciones más jóvenes al permitirles una sobreexposición a los dispositivos, que copan todo su tiempo y atención?
Yo considero que la tecnología tiene un efecto lupa: potencia las cualidades positivas o negativas de una persona. Si tiene rasgos depresivos, está agotada, no tiene motivación, el uso que haga de la tecnología probablemente aumentará los síntomas. Pero en otro entorno más favorable, en una comunidad que la quiere, en la que trabaja y aporta, utilizará la tecnología con fines diferentes. Creo que la tecnología es neutra, y somos más bien las personas las que no somos neutras. El problema no está en la tecnología, sino en el entramado de variables que nos conforma como sociedad.
Como experto en Inteligencia Artificial: ¿No están los algoritmos lo suficientemente avanzados como para detectar ese comportamiento pernicioso en redes y notificarlo?
Este es un tema de debate muy interesante. Sería posible, pero toda esa información debe ser analizada y centralizada en una organización con a todos los nombres y apellidos, porque de lo contrario no podría advertir a los padres. Y de este modo, lo sabría todo sobre esa persona. Aquí hay un problema ético de primer nivel, pero también una oportunidad extraordinaria: hay gente en el área de la inteligencia artificial, la psicología y la neurociencia trabajando en detectar a tiempo conductas o síntomas que puedan llevar a una depresión o a conductas suicidas, por ejemplo.