
Richard Dearlove, ex jefe de los servicios secretos británicos, en el foro de EL ESPAÑOL. Sara Fernández 393f
Rusia está aquí y no es una teoría de la conspiración: el jefe de los espías ingleses nos cuenta cómo fueron a por él 5k2z5y
Para ti, Rusia, con amor. Escribimos esta crónica a la sombra de un hombre llamado "Dearlove". O como marca el protocolo: sir Richard Dearlove. El jefe de los espías ingleses entre 1999 y 2004. Cuando bajó las escaleras de la Casa de América camino del auditorio, pensamos que, en el fondo, los británicos siguen siendo europeos. Porque nuestro Villarejo tiene un aire muy parecido al de sir Richard. La cabeza de marfil blanco, la mirada en ristre y una especie de trote arbitral al caminar.
Llevaba un maletín. Imaginamos, mientras lo saludábamos, los secretos que habrá escondido su cartera. Es un tipo contundente, de esos a los que les gusta epatar. Comienza muchas de sus frases con un "¿por qué demonios?". Ken Follet es un gran escritor. Los jefes del mítico MI6 son como los de sus novelas. O al revés.
Llegó sir Richard convencido –y tiene razón– de que los españoles no tememos lo suficiente a Rusia. "¡Estamos en guerra gris! ¡Los polacos y los checos lo saben! Los españoles, no". Y nos miraba como añadiendo: "Y vosotros, los de la barra, todavía menos". Cada vez que nos despistábamos, ese grito: "¡Estamos en una guerra gris con Rusia!".
17. Conversación con Sir Richard Dearlove, exjefe del MI6 británico
Debimos de poner cara de circunstancias, de canaperos, que es lo que somos; y fue cuando el espía nos contó su experiencia con los hombres de Putin para concienciarnos. Cambiamos el pacharán por el vodka y nos sentamos a escucharle. No nos salió gratis. Tuvimos que hablarle de fútbol a sir Richard, que es lo que más le gusta. Del Real Madrid. Y de Florentino Pérez. "Él también está en todas partes, como usted, como Putin", le dijimos.
Nuestro querido amor es un hombre oscuro. Su americana perfectamente planchada no era capaz de esconder que fue un tipo durante décadas sumergido en la gran cloaca del mundo. Suyo fue el reporte que le hizo creer a Tony Blair –y a muchos otros detrás, véase Aznar– que había armas de destrucción masiva en Irak.
Total que nos contó acerca de la gran cantidad de incidentes que, a lo largo de toda Europa, están relacionados con la Rusia de Putin. "¡Os sorprenderíais! ¡Y no, no es una teoría de la conspiración!", apostilló de tanto en cuando viendo nuestra cara de circunstancias. La caída de un sistema operativo en Londres, un fallo de seguridad en París, una estación energética súbitamente apagada en Varsovia... "Muchas de esas veces puede ser Rusia", dijo.
A sir Richard le hackearon el correo electrónico. Ahí comprendimos el talento que deben de tener los espías rusos. Le volaron por los aires la seguridad a nuestro hombre, cogieron sus mails, los manipularon, los trocearon al gusto y los difundieron por internet. Nos lo contó muy explícitamente para que nosotros interiorizáramos: "Si esto le hacen a sir Richard, ¡qué no nos van a hacer a cualquiera!". Aunque luego brindamos con vodka por ser cualquieras. ¿Quién va a querer nuestros correos electrónicos?
"¡Tienen ustedes que infiltrarse en las organizaciones rusas!", exigió. ¡Joder! ¡Ni de broma! Igual que Raúl del Pozo intentaba llegar tarde a la redacción de Pueblo si había estallado alguna guerra para evitar que lo enviaran; nosotros no madrugaremos mañana por si nos envían a Rusia. Se refería a los espías españoles. Respiramos.
Pero era una cosa seria. Insistió Dearlove: en momentos de conflicto, de guerra, es mucho más fácil reclutar infiltrados tras las líneas enemigas. Y ese trabajo –tiene sir Richard la sensación– no se está haciendo como debería.
Antes de llegar a la cúspide del espionaje inglés, Richard Dearlov lideró el MI6 en Estados Unidos. Una circunstancia que nos vino muy bien para preguntarle por Trump. Es nuestro hombre un tertuliano sensacional. Contestó: "Trump es una aberración".
Sir Richard utiliza esa estrategia. Primero, da una opinión muy a la española, con adjetivos exacerbados y estentóreos. Después, argumenta. Aprendimos con él que lo que está pasando con Trump es contraintuitivo. Porque solemos decir la mayoría que Trump se está cargando la tradición atlántica de su país, pero se nos olvida –explicó Dearlove– que "siempre ha habido una fuerte corriente proteccionista en Norteamérica".
"Tienen alergia a las tensiones europeas. Pensarán ustedes... '¡Pero si entraron en las dos guerras mundiales!'. Cuando no les quedó más remedio. En la Segunda, de hecho, lo hicieron gracias a una operación británica dirigida desde Nueva York", enseñó sir Richard.
A Trump –cree nuestro espía y así lo explicó– hay que tratarlo como a un empresario, y no como a un político: "Esa es la única manera de mantener vivo el vínculo atlántico. Él no quiere guerras tradicionales, él quiere guerras comerciales para obligar nuevas negociaciones que beneficien a su país. Debemos ser listos en esas negociaciones".
Antes de marcharse, hubo un piscolabis. Le contó a nuestro compañero Raya Pons: "Tengo una bodega con mil botellas de vino inglés". Y Raya, como los guerrilleros que echaron a los ses en el XIX, le respondió: "Yo en la mía tengo tres botellas de vino español". Y sir Richard se fue.
"Ave María purísima" 5v602r
En este cuarto día del 'Wake Up' tuvimos al punto de la mañana una visita del padre Feijóo. Llegó y nos dijo: "Hola, hijos".
–Ave María Purísima, padre.
–Sin pecado concebida.
Nuestro saludo no sorprendió al santo padre, pero sí le dejó anonadado la chaqueta de Alberto Prieto, un esmoquin verde botella. "¡Joder!", se le escapó. Llovía una barbaridad en España. El padre Feijóo tenía la misma cara que el poema de Verlaine: "Llueve en mi corazón como llueve en la ciudad".
La ventaja de hacer oposición al sanchismo es que, cuando llueve, no molesta tanto, porque para los opositores al sanchismo está lloviendo todo el día. Las instituciones, el Congreso, la Sanidad, la Universidad... "Es una broma, todo es una broma, de todo hacen una trinchera", repetía el santo padre camino del atril.
Una de las cosas que más nos dijo Feijóo es que el Gobierno no tiene un plan. Si hubieran venido los ministros al 'Wake Up', habrían tenido plan todos los días. ¡Este es un evento que, como el París de Vila-Matas, no se acaba nunca!
Atendió un rato a los periodistas de otros medios, que le esperaban en una nube a su llegada. ¡Cuántas nubes, padre! Hacer oposición a Sánchez tiene que ser agotador. Todos los días diciendo lo mismo... porque hay que decir lo mismo.
Hubo una sola novedad. Le preguntaron por el nuevo libro de Alejandro Fernández, el líder del PP en Cataluña. "A calzón quitao", se titula. "¡Qué buen título!", dijo. "Dicen que ustedes, los de Génova, son una trituradora". Pero, ¿cómo va a ser una trituradora este hombre de aspecto machadiano?
En el atril, dio muestras de que las clases de inglés han avanzado por buen camino. Tradujo el nombre del evento de manera conveniente: "Es hora de que España despierte". ¡Menos mal que no dijo "es hora de que España se levante"! Cargó contra Trump, contra Sánchez, contra Abascal. Pidió al Gobierno información. Pero el Gobierno no quiere darle nada.
La cuarta jornada del 'Wake Up' fue una buena clase de (des)igualdad. Con sir Richard aprendimos el vector de las botellas de vino, con el padre Feijóo el de la información, y con Gonzalo Capellán y Natalia Chueca el del AVE. Estando prácticamente a los mismos kilómetros, el presidente de La Rioja tardó casi cuatro horas y la alcaldesa de Zaragoza apenas una.