Don Francisco de Quevedo, en 1625, escribió una obra divertidísima, propia de su pluma sardónica. Retrato de la hipocresía, la tituló. En ella, unos versos resuenan con fuerza: 4h4x5e

[…]No es oro todo lo que reluce,

ni verdad todo lo que se figura;

la apariencia engaña y seduce,

la malicia con arte se asegura.[…]

La malicia, la mala intención, envuelta en arte, en engaño y en inteligencia cuela. Y nos cuela a todos. Y todos la hemos intentado colar. Las generalizaciones son, por axioma, maneras de ofender con racionalizaciones a posteriori, pero valga este ejemplo para dar cuerpo al título.

Estos días, aprovechando la Feria del Libro de Valencia, anduve entre casetas y no miraba a los compradores. Ni a los paseantes sin bolsa, que hay muchos. Me concentré en las personas que viven de sol a sol sonriendo y diciendo la verdad, en los que pronuncian frases del tipo: "No. Este no te lo lleves que no te va a gustar" a una señora que no cumple los sesenta y que los mira con la fe con la que se mira el Santo Cáliz.

¿Conocen a algún librero o librera que mienta? El librero es el médico de cabecera más sagaz que existe. Y el engaño no está en la manera de conducirse. Desde una perspectiva deontológica, la labor del librero solo combina con la veracidad y la honestidad en la transmisión del conocimiento.

Ya no hablamos del valor que tienen fomentando la lectura, nos vamos a centrar solo en el cómo. Mentir sobre el contenido, la calidad o la idoneidad de un libro para un lector específico quebrantaría el espacio de seguridad de los clientes.

A Jorge Cabezas, el 29 de octubre del año pasado, le pasó la vida por delante. No solo es el secretario del Gremi de Llibrers, es también una de las cabezas en Somnis de Paper, una de las librerías más afectadas por la dana.

Deshecha por la catástrofe, solo les quedaron las ganas. Y a ellas se agarraron: "Al final, tenemos capacidad de resiliencia pero sobre todo por la gente que nos ha hecho ver lo importante que somos para ellos. Muchas veces lo intuyes, pero que te digan tenéis que volver a abrir, no dudéis, cuándo vais a abrir pues te da una energía que te permite volver a reconectarte con tu forma de vida".

Y lo hicieron. Y fueron al principio principal de su oficio: la venta honesta. Y, como el destino, a veces, es peor que Maquiavelo, para reabrir Somnis y rearrancar, se marcharon al mercado. Rodeados de salazones, encurtidos y manitas de cerdo. El Ayuntamiento de Benetússer ofreció algunas casetas del mercado municipal a establecimientos afectados por la catástrofe y, con ese olor a mercancía fresca, Somnis volvía a ponerse en pie.

"A nivel olfativo están las carnes, el pescado, las verduras luego todo lo que tienes alrededor. Tenemos una droguería a un lado, una carnicería al otro. Es un sitio muy distinto, pero al mismo tiempo vuelves como a las raíces del comercio. Estar ahí en el mercado, que es donde se inicia todo".

Y ese escenario, donde las chacinas combinan de maravilla con el último libro de Alice Kellen o con un ensayo de Brusatte, es donde Jorge sonríe, mostrándose como el librero ancho y bonachón que es. Le pregunto que por qué no mienten los libreros. Enarca las cejas y respira. El tendero de las letras es honesto: "Sabemos cuáles son los números, qué lee cada cliente. Cuáles son las cosas que funcionan para cada uno. Igual que la señora Carmen sabe que el cuarto y mitad de lomo debe parecerse más a dos cuartos".

"Mentir a un cliente da más trabajo que no hacerlo. Que tú vengas a por un libro o un estilo, que ambos sabemos cuál es porque te conozco y sé lo que lees, y yo te recomiende otra cosa va a hacer que no vuelvas. Y lo que es peor, a lo mejor te desconecta de la literatura. Y eso sí que no podemos permitirlo. Para eso no solo tienes que conocer a tus clientes, tienes que estar muy cómodo con tu fondo, y saber que puedes recomendar, sin mentiras, lo que necesita la gente".

Cerca de la caseta de Somnis está la de Imperio. Lo diferentes que son. Mamen Monsoriu, eléctrica y menuda, se mueve como un electrón de un lado a otro. Recomienda, sonríe, posa. Porque Mamen, además, es autora. Tiene La Segunda en la feria y está funcionando como un tiro. La librera, directa, también responde a por qué nunca mienten: "Existe un pacto entre nosotros y los que leen. En él está en juego algo tan valioso como la calidad del tiempo libre, el disfrute en el espacio de lectura".

"Es ahí donde empieza la responsabilidad del librero y donde éste ni quiere ni puede fallar. Mentir al lector para vender un libro más no existe como opción; es un acto que queda fuera de los límites". Y se gira, y baila de nuevo entre las dos artes: escribir y vender. Y mientras ha vendido un Lacombe, me mira y sonríe, disculpándose porque tiene lio. Y es que la Feria es así.

Un librero que miente mina la confianza del público, deteriorando la relación esencial entre el lector y el mundo de los libros. Su función es la de orientar, informar y facilitar el encuentro enriquecedor entre personas e historias, un propósito que se vería completamente socavado por el engaño, por muy melifluo y rodeado, en palabras de Quevedo, de arte que venga.