Bien podríamos aludir al país bañado por la costa oeste de Sudamérica, o a la línea del ecuador de la tierra, pero es de uso muy común, por analogía, utilizarlo al referirnos a todo aquello que nos divide por la mitad, y abrazamos al miércoles como el ecuador que anuncia la llegada del más que merecido descanso del fin de semana. c2s4c

Pero también está bien aprovechado para computar el tiempo de una legislatura, rendir cuentas de los dos primeros años y empezar a conjugar, por una parte, los dos años que restan para llegar a los nuevos comicios, y, por otra, con la campaña electoral, si no se ha previsto mantener una campaña permanente bien por desconocimiento de sus beneficios, por ingenuidad del cargo o por gestión absorbente.

Con los presupuestos aprobados el Consell llega al ecuador de su legislatura, dos años que bien podrían parecer dos siglos en atención a los acontecimientos.

Lejos queda el criticado pacto entre el Partido Popular y Vox, titulado por la oposición como “el pacto de la servilleta”; y, aunque más reciente, todavía queda más en lo remoto ese mes de julio del año 2024, en el que Vox salía del gobierno valenciano por causas ajenas a su voluntad, ¿por qué no decirlo?; y, todo ello, porque la catástrofe de la dana volcó los proyectos de legislatura para volcarla en un único y principal objetivo, la reconstrucción.

A vueltas también con la continuidad del President, y, a puertas del cónclave estival del partido político del que forma parte, llega tanto al ecuador de la legislatura como al congreso de los populares con los presupuestos aprobados debajo del brazo que le permiten, si es esa su intención, agotar el mandato.

Todo ello, sin entrar en el contenido numérico ni conceptual, el hecho es la aprobación de presupuestos y haberlos conseguido frente a un Gobierno de España que no solo vive de prórrogas presupuestarias, sino que considera que cumplir con sus obligaciones constitucionales de preparar los presupuestos generales del Estado y presentarlos en el Congreso para su aprobación, es una pérdida de tiempo, o como se diría en tono humorístico “ir pa’ na’ es tontería”.

Cuestión distinta y no menos importante, con razón preocupados en ello se muestran desde la patronal valenciana, es el plazo que resta para su ejecución, restan poco más de seis meses para ejecutar un presupuesto anual y ambicioso, centrado en paliar las consecuencias de la dana.

Resta por añadir, y esto nos afecta a todo el pueblo valenciano, que nos sumergimos a pulmón en aguas infrafinanciadas y sin visos de que nos arrojen un salvavidas desde cubierta.