Por mucho que la actualidad política y económica lo inunde todo, hay cambios estructurales que, silenciosos pero constantes, están transformando la sociedad de manera irreversible.
Uno de ellos es el envejecimiento de la población, un fenómeno que en España ya no se puede considerar una tendencia futura, sino una realidad que empieza a hacer crujir los cimientos del sistema de bienestar.
La esperanza de vida no deja de crecer, y con ella, la necesidad de adaptar nuestras estructuras económicas, sociales y laborales. Sin embargo, el debate público apenas roza la superficie del problema.
¿Cuál es la solución? 486z1e
En este contexto, el ciclo de conferencias organizado por Cajamar y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) ha querido poner el foco, en su tercera sesión celebrada en Valencia, en una cuestión tan compleja como inevitable: ¿Qué pasa cuando vivimos mucho más, pero seguimos jubilándonos igual de pronto?
La sesión contó con la participación de José Antonio Herce, doctor en Economía y una de las voces más autorizadas del país en longevidad y pensiones. En declaraciones recogidas por la Cadena SER, Herce no dudó en ir a la raíz del problema: la forma en que hablamos del envejecimiento.
"Hubo una época en la que al envejecimiento se le decía la palabra que empieza por E", ironiza Herce, aludiendo al estigma del término.
En contraste, señala: "Longevidad es más interesante. El envejecimiento conlleva la idea de decrepitud, y no es así necesariamente".
Herce recalca que estamos asistiendo a un fenómeno histórico: "La duración de la vida ha aumentado de forma aparentemente ilimitada. Las probabilidades de fallecer en edades tempranas han caído en picado. Hoy en España hay 20.000 centenarios, y en 50 años serán más de 100.000. Esto es un cambio estructural enorme".
Y como tal, requiere una adaptación progresiva del sistema, especialmente del de pensiones, que debe ajustarse a una nueva realidad demográfica en la que vivimos.
Aquí es donde el diagnóstico se torna incómodo. La edad de jubilación no ha cambiado desde que se implantó, pese a que la esperanza de vida prácticamente se ha duplicado.
"En 1900, la esperanza de vida al nacer era de menos de 40 años y la edad de jubilación ya era de 65. Hoy vivimos más de 83 años de media, y seguimos jubilándonos igual. Eso no tiene sentido", explica.
El problema no es solo económico, sino también cultural. La sociedad sigue viendo la jubilación como una conquista intocable. Pero Herce lo plantea de un modo totalmente distinto.
"La duración de la vida tras la jubilación se ha duplicado, mientras que la vida laboral no ha aumentado. Muchos de nuestros padres o abuelos empezaron a trabajar a los 14 años y se jubilaron más allá de los 70. Hoy pedimos jubilarnos a los 60 y vivir hasta los 90. Eso no cuadra", destaca Herce.
Un sistema que se tambalea 5o2119
La sostenibilidad del sistema está, por tanto, en juego. Según el Instituto de Actuarios Españoles, el déficit contributivo de la Seguridad Social supera ya los 50.000 millones de euros anuales, cubiertos con transferencias del Estado, es decir, con deuda.
"Y ese déficit no deja de crecer", advierte Herce. También la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha alertado del riesgo de seguir postergando las reformas necesarias.
¿La solución? No hay una única receta, pero para Herce está claro que hay que replantear el equilibrio entre vida laboral y jubilación.
"No se trata de castigar a nadie, sino de asumir que, si la vida se alarga, también debe hacerlo el periodo activo. Es la única forma de sostener el sistema sin comprometer el bienestar de las próximas generaciones", concluye.
La longevidad no es una amenaza, insiste, sino una oportunidad. Pero solo si somos capaces de ajustar nuestras políticas al nuevo contexto. Porque vivir más es un logro. Ahora toca estar a la altura.