Salió de Las Palmeras, un barrio muy barrio, muy peleón, de Córdoba capital. Paseaba por sus calles soñadora, cuando aún era solo Jennifer, sin soñar que algún día sería India Martínez y que incluso llegaría a hacer una colaboración –beso en el escenario mediante– con Will Smith. Su padre le legó una cabeza calculadora, y la obsesión matemática por los detalles prácticos. Su madre, la capacidad de relativizar el tremendismo de la vida. No es mal combo.
India Martínez lleva años de felicidad doméstica junto a su pareja, pero su último disco habla de desamor en casi todas sus pistas: hay beef, hay despechito, está descrita esa trampa del cerebro que nos lleva a ver al ex como "un ser perfecto con todos sus defectos".
¿Cómo habla de pérdida sin sufrirla? Se mimetiza con el dolor de los demás como una lapa adherida a una roca donde rompen fuerte las olas. Aguachile (Sony Music España) se llama esto que ha escrito, porque es un disco de contrastes como el platillo mexicano, y porque tiene ese desgarro que tan bien engrana con su voz quejosa, con la que hoy nos habla así.
PREGUNTA.– Cuánto México hay en Aguachile, empezando por ese nombre, que es el de un platillo, ¿no?
RESPUESTA.– Sí, creo que, si fuera un plato, este disco sería Aguachile por los ingredientes de la tierra y del mar (porque lo he compuesto tanto en Ciudad de México como en Sinaloa, que es mar). También es orgánico y fresco, con ese toque de lima, y picante al mismo tiempo. Desgarrado, pero irónico.
P.– ¿Cuál es el primer recuerdo de México que tiene que le hace pensar 'estoy enamorada de este país’?
R.– Fue en mi primera visita en 2012, presentando Otras verdades. Di mi primer concierto en el Lunario, estuve diez días conociendo aquello, y cuando canté por primera vez y sentí el calorcito mexicano, creí que mi música podía conectar con su gente. Desde entonces he empezado a cantar rancheras, bulerías… Aunque nunca tan de lleno como en este.
P.– En Tipo tú canta "Ando buscando uno tipo tú, con tus defectos, que son perfectos, o sea una persona tipo tú". Pensaba en ese engaño brutal que es pensar, cada vez que nos enamoramos, que no habrá alguien igual de bueno, en ninguna parte. ¿Por qué cree que nos hace eso la mente?
R.– Yo creo que es porque idealizamos mucho ese amor. Cuando idealizamos demasiado, creo que al final estamos proyectando lo que nosotros deseamos en esa persona, y al final nos cargamos de responsabilidad, de prototipos, de ilusiones, y claro, cuando no cumplen esas expectativas, nos desencantamos. Pero eso siempre fue así, lo que pasa es que lo quisimos ver de otra manera.
P.– Yo creo que es una treta de la naturaleza para que escojamos. Si no, no escogeríamos.
R.– ¡No escogeríamos! Es verdad, también es verdad.

India Martínez durante una sesión de fotos.
P.– En Como una bala canta: "Siento que vuelo y no tengo alas, como un imán tú me jalas, creo que resistirse no viene al caso, dicen que te olvide, pero yo paso". Y hay mucho reguetón en este ritmo. ¿Por qué esa elección?
R.– Hay sobre todo una expresión actual de cómo hablo, de cómo hablamos, con algunas palabras que hemos metido más mexicanas también para la fusión de los dos mundos, porque igual que digo chamaco, digo niñato. Me he juntado con gente de allí para hacer algunas canciones que musicalmente me hicieran viajar por sus estilos, y en este viaje he aprendido que el regional tiene muchos colores y muchos sonidos, y me he ido quedando con lo que más me he sentido identificada.
P.– Hay mucho desamor en Aguachile, un disco de 10 canciones de las que firma 8. ¿Cómo se consigue hablar sobre desamor sin estar padeciéndolo?
R.– (India ríe dulcemente). Claro, pero es verdad que si me guiase sólo por mi estado emocional del presente, ¡qué aburrido porque sería todo muy lineal y bonito! Aunque también tenemos nuestros altibajos, claro. Pero me gusta, ya que el flamenco y el regional es muy despechado a la hora de cantar, quería tomarlo como inspiración y como base para cantarle a todas las fases del amor: la parte bonita en la que idealizamos, o la de 'te creíste muy león y te has quedado en gatito’, esa parte pícara e irónica. Ese disco lleva mucho pique en ese aspecto.
P.– Sí, tengo por aquí anotado también un verso de El futuro que dice "Te aconsejo que me vayas bloqueando, así el dolor te lo evitas". Con esa chulería. Es necesario un poco de beef para superar un desengaño...
R.– (Ríe mucho más fuerte). Sí, yo que creo que hay que autoconvencerse también un poco porque a veces no concuerdan las palabras con lo que sientes, y lo dices para convencerte un poco: hasta ahí, no vale rebajarse ni rogar para una relación, si te tienen de segundo plato, menos todavía; hay que hacerse respetar. Entonces es una forma de decirlo, de decir 'ya está, cada uno por su lado’.
P.– Sobre lo de componer, Joaquín Sabina siempre ha contado que se fue a Praga con su amigo Benjamín Prado para beneficiarse de la tragedia romántica que él vivía y lograr introducirse en su desamor para sacar versos…
R.– Claro.

India Martínez durante una sesión fotográfica.
P.– ¿Alguna vez le cuentan también cosas que aprovecha en su proceso compositivo?
R.– ¡Por supuesto! Sí, sí, sí. Por ejemplo mi hermana que ha sufrido este año una separación, yo le iba poniendo las canciones a ella y acababa llorando la pobre… Me la estaba cargando porque eran cosas que estaba viviendo ella en el momento, y yo soy capaz de cuando lo está sintiendo alguien que está pasando por eso en ese momento, de mimetizarme con ella y la puedo cantar como si fuera ella. Y al mismo tiempo también te hace recordar cosas tuyas de otros momentos, y dificultades y de ponerte en esa situación de 'qué pasaría’, porque hay rachas también… Al final tiene un punto autobiográfico.
P.– India ahora está por el mundo entero, con grandes colaboraciones y mucho éxito internacional, pero viene de Las Palmeras, Córdoba, un barrio muy humilde. ¿Qué aprendió en su barrio?
R.– Me enseñó a pisar el suelo, a estar bien y feliz con todo lo que me rodea. Porque todo lo que me llega es como extra, de más, no lo estoy exigiendo, no estoy en un estatus como si a lo mejor hubiera bajado de rango y me faltara algo, no siento que me falte nada en la vida, así que todo lo que viene suma. Me siento agradecida todo el rato. Todo me parece bien, aunque soy inquieta y me gusta proyectar muy alto y ponerme retos casi inalcanzables, no me crea infelicidad ni frustración: al revés.
P.– Y cómo era la Jennifer que paseaba por esas calles con 11 años, por ejemplo.
R.– Siempre he sido muy soñadora, todo lo que vivía me impactaba y me inspiraba, desde la gente que conocía hasta la naturaleza. He sido siempre muy bohemia en ese aspecto. Y si me he encontrado alguna piedra en el camino me he apartado, ser conflictiva te resta tiempo y concentración. No me he parado a sentir envidia ni celos de nadie, al revés, me he alegrado siempre de todo lo que me ha ido rodeando de una forma muy sana. Y eso te hace llegar a tu objetivo disfrutando del camino.
P.– Su padre le acompañó a Madrid en los primeros momentos de su carrera, ¿no?
R.– Sí, durante un tiempo estuvo como road manager mío, era menor de edad también y esos primeros pasos en un mundo que desconocíamos tampoco se fiaba de dejarme en manos de nadie. Estuvo ahí y eso me dio mucha seguridad, hasta que le dije que ya quería seguir yo rodando.

India Martínez durante una sesión de fotos.
P.– Le puso los ruedines de la bici, como cuando éramos pequeños.
R.– Claro, sí… Y me ha evitado varias caídas. Siempre han estado ahí los dos, mi madre también aunque tenía que estar más en casa con mis hermanos, que eran pequeños, a su cuidado, y trabajando al mismo tiempo. Ha sido complicado pero bueno, muy bonito el camino.
P.– ¿Y qué tiene de ellos? De su padre y de su madre.
R.– Pues tengo más de lo que me creo, porque mis hermanas y mi pareja siempre me dicen 'eres tu padre’. Por ejemplo, de mi padre, según me dicen, el tesón, el ser muy cuadriculada y calculadora. Hasta de si vamos en carretera estar mirando 'si vamos por este camino nos estamos ahorrando tantos kilómetros’ (ríe), hasta en esos tontos detalles. Muy cabezona en ese aspecto, como él, que ha tenido mucha versatilidad en sus trabajos y desde bien pequeñito se estudiaba por ejemplo un manual de cómo hacer una instalación eléctrica, luego era comercial y se dedicaba a eso, o creaba un boceto de algo y era capaz de inventar cosas también. Y me encanta y yo no paro de inventar también, pero dentro de mi mundo. Tenemos ese lado creativo y de constancia. Y de mi madre por otro lado es mucho más relajada, más conformista, le quita importancia a las cosas que hay que quitársela, y me parezco mucho a ella en no tomarme tan en serio la vida.
P.– ¿Y de sus hermanas? ¿Se parecen?
R.– Yo creo que en nada. Bueno, todas somos muy cabezonas, cuando queremos algo vamos a por ello y hasta que no lo conseguimos, no paramos. El sentido del ridículo nos ha costado superarlo: de nosotras nos reímos muchísimo, pero éramos muy nuestras, muy tímidas en ese aspecto y no sé por qué habíamos desarrollado el no equivocarnos, no itíamos mucho el error.
P.– Eso de tener siempre el listón muy alto.
R.– Creo que todas tenemos muy desarrollada esa autocrítica, y que con el tiempo hemos ido superando y desenfadando eso, porque es verdad que de nosotras nos reímos muchísimo, pero de fuera no consentíamos que nadie dijera nada. A lo mejor como me han educado, como mi padre es tan correcto y todo tiene que estar tan bien, ¿sabes?, que no nos permitíamos equivocarnos, y después hemos visto que es parte del camino y de la vida y que hay que reírse de la vida y de una misma, aprender de esos errores es parte del camino. El error forma parte del éxito y del fracaso.
P.– Por ejemplo, ¿en los conciertos también es súper exigente?
R.– Es verdad que cada vez soy menos exigente con eso, al principio era tan, tan, tan perfeccionista que no terminaba de disfrutarlo, y por equivocarme en una nota ya no valía el resto. Pero de eso hace ya unos cuantos años que me lo he quitado de encima y lo disfruto mucho desde el minuto uno que me subo a un escenario, o que estoy en una entrevista.
P.– Qué tiene India Martínez en la mesilla de noche.
R.– El móvil, claro… El último libro que me esté leyendo, que ahora es Los 88 peldaños de la gente feliz, que lo recomiendo mucho. Y mis pendientes.