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Para comprender la idiosincrasia propia de los bodegueros de Villabuena de Álava es necesario adentrarse en sus calados, catar sus vinos de maceración carbónica, respirar el aroma afrutado de sus crianzas en barrica, compartir una tarde de primavera frente a sus vastos viñedos resguardados de las inclemencias meteorológicas gracias a la protección natural de las sierras de la Demanda y de Cantabria. Este pequeño pueblo de 290 habitantes de Rioja Alavesa acoge 32 negocios dedicados a la vid. Constituye un logro único, ya que no hay otro lugar en el mundo que cuente con tantas bodegas para tan pocos vecinos.

Estas se integran en unas calles irregulares y zigzagueantes, aquí y allá, arriba y abajo, a pies del arroyo Herrera, casas sobre lagares de hormigón, jardines que han renacido como viñedos, calles que huelen a tinto y a asado en horno de leña, hogares que esconden los secretos volcánicos del suelo y fermentan en su interior las lujosas riquezas bermellones del tempranillo y la garnacha tinta o los blancos matices de las viuras y las malvasías.

Inmersos en las cosechas, en los trasiegos, en potenciar el enoturismo y los vinos de autor frente a las grandes producciones y en la trabajosa tarea de elaborar los mejores crianzas y grandes reservas con Denominación de Origen de la región, los bodegueros de Villabuena –Eskuernaga en euskera– también han establecido una inquebrantable alianza. Frente al deterioro de los precios. Frente a la ausencia de relevo generacional. Frente a las campañas que desincentivan las bebidas alcohólicas y que incluso fomentan anatemas como el vino sin alcohol. Frente a un mercado volátil protagonizado por la voluble política arancelaria de quita y pon de Donald Trump.

Villabuena de Álava: “Uno de los mejores lugares del mundo para elaborar vinos”

Así, encaramados ante la adversidad, y no sin algunos compañeros caídos en el camino que se han visto obligados a echar el cierre a sus negocios, han decidido tomar las riendas de su destino y unirse para convertir Villabuena de Álava en su Fuenteovejuna particular.

Han desarrollado iniciativas como la creación del Villabuena Wine Fest, un festival del vino que se celebra el primer sábado de cada mayo; la organización de concursos de degustación aupados por el lujoso y brutalista Hotel Viura, que atrae a clientes cada vez más selectos; e incluso han impulsado jornadas de 'catas abiertas' en las que los cosecheros y productores abren sus bodegas a los visitantes para dar a conocer de primera mano sus caldos.

"Al tener tantas bodegas muy diferentes entre sí, juntas sumamos un valor brutal", asegura María de Simón, responsable de istración y enoturismo de Bodegas de La Marquesa. "Las nuevas generaciones nos hemos hermanado para colaborar más con la comarca". Su negocio, sin ir más lejos, es el vivo ejemplo de cómo una bodega tradicional fundada en el siglo XIX se ha adaptado al porvenir sin renunciar a su pasado.

"Lo que hace de esta zona algo maravilloso son las tierras arcillo-calcáreas. Es teóricamente pobre, pero cuando hablamos de viñedos resulta esencial para obtener una gran calidad. Además, tener cerca la Sierra de Cantabria facilita que haya un microclima. La diferencia térmica con Vitoria es de tres o cuatro grados. Todo eso, y sobre todo la gente de nuestros pueblos, que siempre se ha dedicado al vino y al enoturismo aún cuando este no se llamaba así, logran que este sea uno de los mejores lugares del mundo para elaborar vinos".

Juan Pablo de Simón y Milans del Bosch sostiene una copa de su vino Valserrano, elaborado en Bodegas de La Marquesa.

Juan Pablo de Simón y Milans del Bosch sostiene una copa de su vino Valserrano, elaborado en Bodegas de La Marquesa. Rodrigo Mínguez E. E.

En el interior de sus instalaciones, donde emplean a 12 personas, los viejos calados de piedra de sillería mantienen la temperatura a 13 grados de forma natural todo el año. Con más de tres centurias de historia, hoy acogen hileras de barricas en las se crían sus vinos Valserrano, sus piezas de autor Nico o Ribazo, sus caldos de uva graciano, mazuelo o el joven tempranillo La Marquesa; suman 300.000 litros al año, 350.000 botellas.

Sus estancias centenarias con forma de mina gris acaban en gigantescas salas modernas donde hay tanques de acero inoxidable en los que se realiza la fermentación de la uva. Frente a ellos, en el centro de la habitación, dos gigantescos fudres de roble francés resguardan 10.000 litros de crianza.

"En Rioja, por normativa, todos los vinos que tienen la precinta de crianza, reserva y gran reserva deben ser envejecidos en barrica oficial", explica Juan Pablo de Simón y Milans del Bosch, bisnieto del Marqués de la Solana, padre de María y cuarta generación de bodegueros al frente de La Marquesa.

"Ya sabes, a barrica vieja, menos sabor a madera; cuanto más nueva, más se impregna. Por eso a veces se mezclan. No obstante, en los últimos veinte años, las bodegas han empezado a hacer muchos vinos de finca, de viñedo, de autor, donde conseguimos más fruta y menos madera. Para mí, este tipo es una delicia, de lo mejor que hay".

Una selección de botellas de las principales bodegas de Villabuena de Álava, el pueblo con más negocios dedicados al vino por habitante del mundo.

Una selección de botellas de las principales bodegas de Villabuena de Álava, el pueblo con más negocios dedicados al vino por habitante del mundo. Rodrigo Mínguez E. E.

Los aranceles de Trump 4m383n

Escribía Marguerite Yourcenar que una copa de vino bebida a mediodía, a pleno sol o bien absorbida en una noche de invierno sume a quien la degusta en un estado de fatiga iluminada que le permite sentir en lo hondo del diafragma su cálido vertimiento, una segura y ardiente dispersión en las arterias. Describía tal sensación como algo sagrado, a veces demasiado intenso para una cabeza humana. Juan Pablo apura una de esas copas de vino sacras frente al sol abrasador que tuesta la fachada de su bodega. 

Esa concepción hierática de beber vino se está perdiendo. "La gente prefiere cada vez más la cerveza. También se está potenciando el llamado 'vino sin alcohol', que eso no es vino ni es nada. Los hábitos, lamentablemente, están cambiando, y quienes más valoramos el producto... vamos desapareciendo poco a poco", lamenta. "Por eso pensamos en reducir la producción de vinos y centrarnos en los reserva, los gran reserva y los de finca. Ir a un público más exclusivo. Al final sobreviviremos, como siempre hemos hecho".

La ausencia de consumo no es lo único que preocupa a los bodegueros. "Más del 50% de nuestras exportaciones van a Estados Unidos. Los aranceles nos han dejado temblando. Primero se dijo que serían de un 200%, luego, de un 20%; finalmente, de un 10%. Nosotros ya no sabemos qué pasará. Tenemos varios pedidos parados, mucha incertidumbre. ¿Qué hacemos? Nos hemos planteado bajar el margen de beneficios para que el cliente final no tenga que asumir el 100% de los aranceles. Estamos dispuestos a ponernos de acuerdo. Pero al que hay que convencer es al del pelo naranja".

Su hija María sostiene que el problema es de mayor calado: "Países como Estados Unidos tienen obligatorio que exista un importador, un distribuidor y un retailer. Así, el precio de origen se multiplica por tres. ¿Quién lo paga? El importador, claro, pero eso repercute en el precio. El que pierde, siempre, es el consumidor. Nuestro crianza ya sale a 10€ o 12€ en bodega, y en América puede venderse a 18€-20€". ¿Qué precio tendrá tras indiscriminada salva arancelaria del inquilino de la Casa Blanca? Nadie lo sabe.

María de Simón, de Bodegas de La Marquesa, frente a unos tanques de acero inoxidable en los que se elabora la fermentación de sus vinos antes de ser pasados a barricas para su crianza.

María de Simón, de Bodegas de La Marquesa, frente a unos tanques de acero inoxidable en los que se elabora la fermentación de sus vinos antes de ser pasados a barricas para su crianza. Rodrigo Mínguez E. E.

Los lagares de maceración carbónica a4g3d

La mayoría de modelos de negocio en Villabuena de Álava están constituidos por cosecheros que tienen sus propios viñedos en los campos colindantes, entre Laguardia, Leza y Navaridas. Existen todo tipo de producciones. Desde grandes vendedores como Bodegas Luis Cañas o Izadi hasta medianos como La Marquesa, BenetakoaFrías del Val. Sin embargo, son los más pequeños los que forman el principal tejido productivo de esta comarca. Y, también, quienes más expuestos están a los cambios.

Andoni Pérez Berrueco asegura que uno de sus primeros recuerdos es el de llevar un chupete a bordo de un remolque. Él, su hermano Iñaki y su cuñada Miren representan a ese sector pequeño que mantiene viva la chispa del legado familiar. Son cosecheros y producen alrededor de 70.000 botellas de vino al año. Hasta hace un mes, contaban con la ayuda de su padre, Antonio Pérez. Pero falleció. Un duro golpe del que aún se recuperan. Ellos han tomado su testigo. Sus Bodegas Pérez Maestresala saben a tradición, a pasado y, sobre todo, a maceración carbónica. Una técnica indisociable de esta región, con la que honran la memoria de sus antepasados.

¿En qué consiste exactamente? En esencia, en fermentar los racimos enteros de las uvas en un ambiente sin oxígeno, rico en dióxido de carbono. "Se hace con el hollejo, los rastrojos, no sólo con el grano, que es propio del despalillado [es decir, aquella técnica que separa los granos de uva del raspón, la parte leñosa del racimo]". Andoni se sienta en el borde de hormigón de uno de sus cuatros lagares. Cada uno tiene capacidad para albergar 25.000 kilos de uva, aunque nunca los llenan, porque no deben rebasar.

"En estos lagares hacemos una primera fermentación para transformar los azúcares en alcohol. Lo hacemos con las propias levaduras de la uva, esa capa blanquecina que las recubre y que muchas veces, erróneamente, se piensa que es suciedad. Pasan entre 12 y 20 días aquí con una temperatura que no supera los 28 grados. Cuando terminan de fermentar, el mosto que han sacado, la lágrima, se destina a un depósito. Ese es el vino de peor calidad. Luego, con pastas u horquillos, nos metemos dentro". Así, se compacta todo para fomentar la anaerobia.

Andoni Pérez Berrueco frente a los lagares de hormigón en los que se realiza la fermentación de las uvas para elaborar vinos tradicionales de maceración carbónica.

Andoni Pérez Berrueco frente a los lagares de hormigón en los que se realiza la fermentación de las uvas para elaborar vinos tradicionales de maceración carbónica. Rodrigo Mínguez E. E.

Vista de los calados de hormigón en los que se deposita el vino de maceración carbónica ya prensado, donde pasa parte del año reposando.

Vista de los calados de hormigón en los que se deposita el vino de maceración carbónica ya prensado, donde pasa parte del año reposando. Rodrigo Mínguez E. E.

Los lagares tienen en la parte baja unas compuertas por las que se extraen las uvas fermentadas, las cuales van destinadas a unas prensas. Los granos intactos, el corazón, se usan para vinos más selectos. "Los vinos de maceración carbónica tienen chispa, como burbujas; son muy afrutados, con notas de fresas y melocotones". Suelen ser vinos jóvenes, frescos, con menos taninos que, por ejemplo, un crianza o un gran reserva, lo que los vuelve suaves y agradables al gusto. 

"La maceración carbónica ha sido el sustento del 80% de las familias en esta zona", señala Andoni Pérez. "Aquí contamos con el porcentaje de viñedo más antiguo de Rioja Alavesa. Es nuestro Triángulo de las Bermudas. ¿Qué le aporta eso a la maceración carbónica? Que nuestras uvas son de altísima calidad".

Esta técnica, empero, no está exenta de peligros. Algunos cosecheros de otros pueblos cercanos fallecieron durante la elaboración de vinos de maceración carbónica. La fermentación genera altos niveles de dióxido de carbono, lo que torna irrespirable el ambiente si no hay corrientes de aire. "Tenemos 10 segundos desde que abrimos la puerta hasta que ventilamos. De lo contrario, empiezas a sentir un cosquilleo, como un calor que sube desde los tobillos hasta las rodillas. Después, estás muerto".

Quien también es buen conocedor de la maceración carbónica, pero la combina con los métodos de crianza tradicional, es Imanol Berrueco, de Bodegas Berrueco. Él es el bodeguero más joven de Villabuena. A sus 18 años, viajó a Logroño, a la Universidad de La Rioja, para formarse en Enología. Hoy, con tan sólo 25, está al frente, junto a sus padres, de un negocio familiar con medio siglo de historia. 

Andoni Pérez Berrueco (i) e Imanol Berrueco (d), de las bodegas Pérez Maestresala y Berrueco, posan con sus ejemplares de vinos de autor y reserva en unos viñedos nonagenarios de Villabuena de Álava.

Andoni Pérez Berrueco (i) e Imanol Berrueco (d), de las bodegas Pérez Maestresala y Berrueco, posan con sus ejemplares de vinos de autor y reserva en unos viñedos nonagenarios de Villabuena de Álava. Rodrigo Mínguez E. E.

"Esto lleva desde mi bisabuelo. Soy la cuarta generación, que sepamos. Cuando era un chavalillo, siempre estaba aquí molestando a los mayores. Nunca me planteé hacer otra cosa", ríe, y explica que en Bodegas Berrueco siguen tanto la técnica tradicional de despalillado –el conocido como método francés bordelés– como el de maceración carbónica, el "caballo de batalla" de la zona, lo que los distingue frente a un mundo en constante cambio. 

A pesar de ser un negocio duro, él no cambiaría por nada del mundo el oficio. "Soy un cosechero, trabajo en el campo, en la bodega y salgo afuera a defender mi producto. En nuestro caso, controlamos desde la poda, el sulfatado y la labranza, que la hacemos mi padre y yo, hasta la venta. Aquí no hay sábados, domingos ni festivos. Estamos a lo que hay para ofrecer un producto de calidad".

Con una producción de unas 90.000 botellas al año y 5 tipos de vino, Berrueco ha decidido apostar en los últimos años por los vinos blancos. "El mercado se mueve hacia el blanco porque las mujeres jóvenes lo consumen mucho. Hay demanda. Hace veinte años en Villabuena de Álava casi nadie lo fabricaba; hoy nos hemos adaptado casi todos. Ese es el reto que me propuse al terminar la carrera: apostar por un vino blanco de calidad. Tenemos uvas viura y malvasía, y con ellas hacemos un producto que puede competir perfectamente con cualquier otro".

Imanol empuja un portón que separa la sala de barricas de crianza de una estancia excavada en la propia piedra. En su interior, cuatro tanques de acero inoxidable contrastan con la arenisca centenaria, que ya ha comenzado a despertar las primeras estalactitas en su techo rocoso. Radical contraste entre tradición y modernidad, casi tanto como la juventud del enólogo, enfrentada a la imagen que se tiene de los encallecidos viejos labriegos de campo.

En el interior de las Bodegas Berrueco, al frente de las cuales se encuentran Imanol Berrueco, enólogo, y sus padres.

En el interior de las Bodegas Berrueco, al frente de las cuales se encuentran Imanol Berrueco, enólogo, y sus padres. Rodrigo Mínguez E. E.

"Ya no son sólo los retos derivados del mercado", reflexiona sobre el complicado futuro que enfrenta el sector. "También tenemos el cambio climático. Hace 40 años, lo tradicional era vendimiar sobre el Puente del Pilar. Ahora nos vamos al 20 de septiembre. Debemos adaptarnos con nuevas variedades de uva, como el graciano, que es de ciclo más largo, o plantando viñedos de uva blanca, que aguantan mejor la sequía. La clave está en probar, probar y probar. Es la única forma de que podamos dejarles a nuestros hijos lo que nos han legado nuestros abuelos".

No existe una única forma de definir a los habitantes de Villabuena. Cada una de sus bodegas constituye un lenguaje propio, una autoría, abre la puerta a una historia que hunde sus raíces en el pasado. Ya en sus calles empedradas de tonos ocres y beige el viajero encuentra un aviso a navegantes: Aquí llego la agua el ano de 1646 dia 6 de septiembre. Algunos dicen que fue una inundación; otros, un punto de referencia cuyo significado es un misterio. Lo que sí saben todos es que este lugar está cargado de historia y no existiría de no ser por la ilusión y el esfuerzo de sus cosecheros y vitícolas. Personas que, como Juan Pablo, María, Andoni, Imanol y tantos otros, mantienen vivo el legado de sus antepasados.

Los bodegueros de Villabuena de Álava alzan sus botellas, unidos, en representación de su hermandad, en la Plaza de Gernika.

Los bodegueros de Villabuena de Álava alzan sus botellas, unidos, en representación de su hermandad, en la Plaza de Gernika. Rodrigo Mínguez E. E.

Las bodegas de Villabuena de Álava

Abecia Hornillos. Araico. Basoco. Beltxuri. Benetakoa. Benigno Basoco. Berarte. Berrueco. Besa Maestresala. Bideiona. Bikain. Cándido Besa. Cañas Gómez. Gil Cue. Hermanos Frías del Val. Inar Markiegi. Izadi. Javier Besa. Juan José García Berrueco. Luis Cañas. Marín Palacios. Martínez García. La Marquesa. Molina Pérez. Pérez Baigorri. Pérez Basoco. Ramírez Baigorri. Pérez Maestresala. Ramírez de la Peciña. Sierra de Toloño. Sucesores de Blanca de las Heras. Zintzo.