Yuval Raphael, representante de Israel en el Festival de la Canción de Eurovisión.

Yuval Raphael, representante de Israel en el Festival de la Canción de Eurovisión. Denis Balibouse Reuters 6h3t17

Europa

Por qué Occidente sanciona a Rusia y la excluye en deporte y cultura pero no lo hace con Israel como propone Sánchez 1k4k4y

El COI, por ejemplo, argumenta que Rusia fue castigada por instrumentalizar políticamente el deporte y por invadir un país soberano sin provocación previa. Niega que sea el caso de Israel. 2f3i3u

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R. Pons
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Cuando Rusia invadió Ucrania a gran escala en febrero de 2022, Occidente reaccionó con una rapidez y contundencia sin precedentes. Se impusieron sanciones económicas, se congelaron activos, se suspendieron vuelos, se vetó su participación en certámenes culturales como Eurovisión y sus equipos fueron expulsados de competiciones deportivas globales, incluido el Mundial de fútbol o la final de la Champions de 2022, que la UEFA movió de San Petersburgo a París.

La Unión Europea no prohibió la proyección de arte ruso, pero su se ha restringido. La Academia de Cine Europeo, como la Academia de Hollywood, excluyó sus películas de los premios a petición de la Academia de Cine de Ucrania. Los festivales de Cannes y Berlín, entre otros, impiden la participación de delegaciones oficiales del Kremlin. La Feria del Libro de Frankfurt y la Feria del Libro Infantil de Bolonia, entre otras, suspendieron la cooperación con editoriales rusas.  

Muchas galerías de arte renunciaron al dinero de oligarcas como Viktor Vekselberg o Petr Aven, y muchos museos nacionales dejaron de colaborar con el Estado ruso. Nada de esto afecta a los israelíes. De hecho, una película israelí ganó el último Oscar a mejor documental. La cinta denuncia los abusos cometidos en Cisjordania.

Y hay otros casos llamativos. La Bienal de Venecia excluye a los rusos, pero no a los israelíes. Sin embargo fueron los segundos los que se opusieron el año pasado a representar a su país. Alegaron que "el arte puede esperar, pero las mujeres, los niños y las personas que viven en el infierno no".

Lo que muchos se preguntan mientras observan la ofensiva militar de Israel sobre Gaza —que ha causado más de 30.000 muertes, según fuentes sanitarias locales— es por qué no se han tomado medidas equivalentes.

Pedro Sánchez habló ayer de "doble rasero", propuso la exclusión temporal de Israel de Eurovisión y pidió a la ONU que "redoble" la presión para "detener la sangre" en Palestina. Su propuesta, sin embargo, choca con la inercia institucional de los grandes organismos deportivos y culturales del mundo.

Mientras Rusia fue vetada de los Juegos Olímpicos de París en 2024 por absorber estructuras deportivas en territorios ocupados de Ucrania, violando la Carta Olímpica, el mismo organismo ha defendido la participación de Israel al considerar que sus comités, tanto el israelí como el palestino, "coexisten pacíficamente".

La Federación de Fútbol de Palestina (PFA) respondió, sin embargo, que sufre la "violación escandalosa de todos los convenios internacionales", con deportistas asesinados, instalaciones destruidas y derechos básicos anulados.

Desde el 7 de octubre de 2023, fecha de la masacre de Hamás contra Israel —causó más de 1.200 muertos y mantiene todavía 58 rehenes, la mayoría sin vida—, al menos 85 atletas palestinos, incluidos 55 futbolistas, han muerto en ataques, según datos de la PFA. Pese a la presión, ni la FIFA ni el Comité Olímpico Internacional (COI) han emitido condenas explícitas contra Israel.

Los defensores de la excepcionalidad israelí alegan que las situaciones no son comparables. El COI, por ejemplo, argumenta que Rusia fue castigada por instrumentalizar políticamente el deporte y por invadir un país soberano sin provocación previa, mientras que Israel, dicen, actúa en defensa propia frente a un grupo —Hamás— considerado terrorista por la UE y Estados Unidos. La narrativa oficial sostiene que Israel no busca anexiones ni una guerra de conquista, sino eliminar amenazas a su población civil.

Esta visión es compartida por voces como la del diputado belga Michael Freilich, que en un artículo publicado en The Jerusalem Post expone cinco razones por las que —a su juicio— las sanciones contra Rusia son legítimas y las que se reclaman para Israel, no. Según él, hay una diferencia moral fundamental entre una democracia que se defiende y una autocracia que invade.

Pero estas justificaciones no convencen a todos. Karim Zidan, periodista especializado en política y deporte, ha cuestionado en The Guardian la pasividad de las instituciones internacionales ante los "abusos" israelíes en el ámbito deportivo. Señala que los mismos organismos que vetaron a Rusia por "alojar equipos en territorios ocupados" permiten a Israel disputar competiciones oficiales pese a tener clubes en asentamientos en Cisjordania.

También hay elementos jurídicos en juego. La Carta Olímpica reconoce el deporte como un derecho humano, accesible sin discriminación alguna. Para muchos observadores, los continuos bloqueos, detenciones arbitrarias y restricciones a la movilidad que sufren los deportistas palestinos constituyen una violación flagrante de estos principios.

En el plano político, la iniciativa de Sánchez plantea un desafío diplomático. Al abogar por aplicar a Israel un trato similar al de Rusia, España se coloca en una posición incómoda dentro de la UE, donde el respaldo a Israel es mayoritario, aunque no unánime. Francia, por ejemplo, recibió peticiones de diputados para que los atletas israelíes compitieran como neutrales en París 2024, algo que el COI ya aplicó a los deportistas rusos. Las demandas cayeron en saco roto.

Algo similar ocurre en el ámbito cultural. Pese a las crecientes peticiones de boicot, Israel participó en la última edición de Eurovisión, con la cantante Yuval Raphael interpretando New Day Will Rise en Basilea. En contraste con Rusia, expulsada en 2022 por no respetar los valores del servicio público, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) considera que la relación de la cadena pública israelí KAN con el gobierno difiere sustancialmente del control estatal ejercido por el Kremlin sobre sus medios.

La UER sostiene que las emisoras rusas incumplieron sus deberes como medios públicos, violando reiteradamente los principios éticos del organismo. Este argumento fue clave para justificar su exclusión del concurso. En cambio, la televisión israelí ha mantenido su estatus como miembro activo al no contravenir, según la UER, esos estándares.

Hay quien añade un componente más: el económico. Uno de los principales patrocinadores del certamen es la empresa Moroccanoil, una marca israelí de cosméticos bien conocida por todos los fans de Eurovisión. Por no mencionar las raíces históricas del Estado judío. La Segunda Guerra Mundial creó el deber moral en los europeos de velar por su existencia. Muchos ciudadanos condenan, sin embargo, que esta razón imponga un sentido acrítico sobre sus acciones y sus gobernantes.