Conocemos como microbiota al conjunto de microorganismos que constituyen nuestro cuerpo. En otras palabras, es la comunidad bacteriana que habita en nuestro interior y que, entre otras cosas, actúa como barrera para proteger al organismo de patógenos y sustancias nocivas. Aunque muchas personas no lo sepan, si no prestamos atención a nuestra salud intestinal, podemos sufrir problemas en otros ámbitos tan importantes como la salud cerebral o el sistema inmunológico.
En este sentido, adoptar las medidas preventivas con las que poder restaurar el equilibrio intestinal contribuye a aliviar múltiples problemas de salud, no obstante, son muchos los factores que desequilibran la microbiota. Entre ellos destacan algunos fármacos como los antibióticos, algunos alimentos como los ultraprocesados, factores ambientales y, por supuesto, condicionantes psicológicos, como el estrés crónico.
El estrés, tanto físico como psicológico, afecta negativamente a la microbiota intestinal, alterando su composición, diversidad, y provocando diferentes desórdenes, como la pérdida de la diversidad microbiana. Según la experta en flora intestinal, Dolores de la Puerta, es fundamental manejar esta respuesta prolongada del cuerpo con el fin de "proteger nuestra salud física y emocional".
El estrés y la microbiota 2z3x5l
En España, un 59% de la población declara sufrir estrés, una cifra que equivale a que casi 3 de cada 5 españoles experimentan esta tensión física o emocional y un aumento de hasta un 72% en el último año. Sin embargo, si pasamos a la disbiosis, los datos indican que solo 1 de cada 4 personas (el 28%) ha oído el término.
La disbiosis es un desequilibrio en la microbiota, el ecosistema de microorganismos (bacterias, hongos, etc.) que habitan en el intestino y otras partes del cuerpo y, aunque se desconozca, está íntimamente relacionado con el estrés. De hecho, diferentes investigaciones han demostrado que pacientes con disbiosis presentan mayores niveles de estrés y ansiedad.
El estrés es una de las respuestas más habituales en el cuerpo humano y una de las más estudiadas con el paso de los años. Si se prolonga en el tiempo, puede tener graves consecuencias para la salud física y mental, como enfermedades cardíacas, depresión, ansiedad, problemas digestivos y fatiga crónica, entre otros
Aunque durante mucho tiempo se pensó que el estrés afectaba únicamente al sistema nervioso y al estado emocional, hoy se sabe que sus consecuencias son sistémicas, es decir, que alcanzan prácticamente a todos los órganos y funciones del cuerpo. De todos ellos, uno de los sistemas más sensibles a este impacto es la microbiota intestinal.
La microbiota participa y desempeña funciones esenciales para la salud: participa en la digestión, en la síntesis de vitaminas, en la modulación del sistema inmunológico y en la protección frente a patógenos, entre muchas otras. Sin embargo, puede desequilibrarse y alterarse "con facilidad", "provocando muchos y diferentes desórdenes", indica Dolores de la Puerta.
La experta en flora intestinal habla de ello en su libro "la microbiota estresada", con el que busca explicar los efectos fisiológicos que el estrés puede generar en el entorno intestinal. En situaciones en las que esta respuesta se prolonga en el tiempo, el cuerpo vive una serie de cambios, como la liberación del cortisol.
Cuando el cuerpo libera las hormonas del estrés, conocidas como cortisol, el entorno intestinal se altera, afectando el pH, la motilidad intestinal, el sistema inmune y la barrera intestinal, lo que a su vez cambia las condiciones de vida de las bacterias beneficiosas y favorece, en algunos casos, el crecimiento de microorganismos oportunistas o perjudiciales.
Según la experta, "uno de los efectos más graves del estrés crónico es la pérdida de diversidad microbiana". La diversidad es un pilar fundamental de una microbiota saludable: cuanto mayor es la variedad de especies bacterianas en el intestino, más funciones se pueden cubrir, más fuerte es el sistema frente a desequilibrios y más estable se mantiene a lo largo del tiempo.
"Cuanto menor sea la variedad de microbios que forman tu ecosistema intestinal, menor es su estabilidad y mayor su vulnerabilidad". Por tanto, el ecosistema se vuelve más frágil, menos eficiente y más susceptible a alteraciones, como infecciones, inflamación, permeabilidad intestinal (conocida como "intestino permeable") o enfermedades crónicas.
La microbiota estresada no solo impacta en la salud digestiva, sino que también tiene efectos en el estado emocional y cognitivo. El estrés puede alterar la producción de neurotransmisores (como la serotonina, que se produce en gran parte en el intestino) y afectar negativamente al eje intestino-cerebro, un sistema de comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central y el tracto gastrointestinal.
Además, el estrés crónico genera citoquinas proinflamatorias, unas proteínas que viajan por todo el cuerpo, desestabilizando los microorganismos del cuerpo y, en última instancia, inflamándolo. Se producen disbiósis, una alteración en la composición o funciones de las bacterias que constituyen la microbiota, donde unos microorganismos sobrecrecen por encima de otros.
El ejemplo más claro de esto es el SIBO, el sobrecrecimiento bacteriano que tiene lugar en el intestino delgado cuando se produce un aumento anormal de toda la población bacteriana del mismo, especialmente de bacterias propias del intestino grueso, y que tiene como síntomas dolor abdominal, dispepsia, naúseas y diarrea entre otras cosas.
Debido a ello, según los expertos, por mucho que se trate la microbiota, si no se aborda la posibilidad de que existan agentes causantes psicológicos como el estrés, lo más probable es que la evolución no resulte satisfactoria.
"Siempre que tratamos un problema digestivo es importante valorar si esa persona tiene estrés o niveles de cortisol alto y trabajarlo para mejorar la microbiota del paciente", apunta Elisa Blázquez, nutricionista integrativa.