Resulta enormemente llamativo el reciente cambio de actitud de las empresas chinas a la hora de lanzarse a los mercados exteriores: llevadas por los recientes éxitos fulgurantes de compañías como Deepseek, Unitree, BYD, Xiaomi y muchas otras, obtenidos a pesar de la guerra comercial que los Estados Unidos mantienen con el país y que las privan del a los mejores chips, las empresas chinas, que antes trataban de presentarse discretamente como “multinacionales”, se presentan cada vez más como “orgullosas de su identidad”, como “presumiendo de ser chinas”. 1r106j

Razones, decididamente, no les faltan. En un entorno como la inteligencia artificial, previamente dominado por compañías norteamericanas con, como mucho, una europea (Mistral), Deepseek ha demostrado que hay una vía alternativa a la “fuerza bruta” de poner más y más procesadores de última generación: ha innovado en procedimientos de entrenamiento, en pura matemática y en el uso de técnicas estadísticas mejoradas.

Unitree, con sus “kung-fu bots”, ha adelantado por la derecha a toda la generación de robots anteriores que se movían poco menos que como Chiquito de la Calzada. Ahora, los robots de compañías como Boston Dynamics o Tesla ya son capaces de emular esos movimientos acompasados y prácticamente humanos (o mejores incluso que los de muchos humanos, si comparamos a Optimus bailando con los movimientos torpes, desacompasados y casi espasmódicos del torpe de Elon Musk), pero la imagen que nos queda es la del robot de Unitree haciendo impecables katas de kung-fu.

Del mismo modo, podríamos hablar de los sistemas agénticos de Manus, de las baterías de CATL o de los vehículos eléctricos de BYD o de Xiaomi, entre muchas otras. Decididamente, la innovación frugal derivada de las restricciones, unida a la disponibilidad de tierras raras y de un descomunal pool de brillante talento ingenieril derivado de su apuesta por la educación ha propulsado a las compañías chinas al liderazgo mundial.

Si nos fijamos en una industria que todos conocemos, la del automóvil, veremos un cambio radical: mientras los automóviles chinos tendían a tener cierta reputación de “plástico” y de “baratos”, y los europeos, sobre todo los alemanes, eran una marca “de prestigio”, nos estamos empezando a encontrar, con la lenta velocidad que experimentan este tipo de cambios de imagen a nivel social, con que lo que verdaderamente viene es una oleada de vehículos chinos de verdadero prestigio, muchísimo más avanzados tecnológicamente que prácticamente cualquiera de sus competidores. Y en una industria en la que la tecnología se ha convertido en el verdadero motor de la competitividad porque el producto ha evolucionado para ser un auténtico “ordenador con ruedas”, eso es lo verdaderamente importante.

China es, cada vez más claramente, el próximo líder mundial, si es que no lo es ya —y no olvidemos que es el mayor tenedor de deuda norteamericana

En la práctica, lo que China está haciendo es leer al pie de la letra lo que su líder, Xi Jinping, dijo cuando aseguró su tercer mandato: definió la economía de su país como intensamente resiliente, y dijo que “China no puede desarrollarse aislada del mundo, y el desarrollo mundial también necesita de China”.

Frente a las decisiones erráticas, alocadas y agresivas de unos Estados Unidos convertidos prácticamente en hazmerreír del mundo entero, China, con toda la mala reputación que la acompaña por ser un país no democrático, en el que el poder es ejercido por un partido único y en el que todas las libertades individuales se sacrifican invariablemente en pro del bienestar colectivo, aparece cada vez más como un socio serio y competente.

China quiere comerciar con el resto del mundo, pero no aspira a cambiarlo, ni a influir en sus políticas. Puedes tener los socios que quieras, siempre y cuando no sean como unos Estados Unidos que pretenden que “por estar con ellos, no te puedes ni acercar a China”.

Pero más allá de comerciar como antes, con productos baratos derivados de una mano de obra poco especializada y mal pagada, ahora China compite de otra manera: con productos tecnológicamente superiores, mano de obra fuertemente mecanizada (el país compra más robots industriales que nadie, con una abrumadora diferencia), y con un nivel de innovación verdaderamente potente, muy alejada de aquella idea de que solo se dedicaban a copiar. Ahora innovan de verdad, generan más patentes que nadie, pero también las comparten en forma de código abierto y con sistemas justos, muchísimo más que su contraparte americana.

China es, cada vez más claramente, el próximo líder mundial, si es que no lo es ya —y no olvidemos que es el mayor tenedor de deuda norteamericana. La actitud norteamericana del “America First” ha sido precisamente, como muchos dijimos en su momento, lo último que su país necesitaba, y solo ha contribuido a precipitar la caída en desgracia de un gigante regido por un idiota ignorante e imprudente, un populista nato, un corrupto vocacional dedicado únicamente a incrementar su patrimonio personal y familiar.

Cada vez más, aceptar la “contribución de China al mundo” que decía Xi Jinping no implica “ser comunista”, que ni ellos mismos lo son, ni renunciar a defender los derechos humanos, ni estar de acuerdo con un sistema político no democrático. Es, por un lado, pragmatismo y por otro, sobre todo, aceptar una evidencia: que al mundo le va a ir mucho mejor a la hora de solucionar sus problemas más acuciantes si colaboramos en lugar de competir.

***Enrique Dans es profesor de Innovación en IE University.