El presidente de Estados Unidos Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos Donald Trump. Reuters 2x4y4j

Opinión BLUE MONDAYS

Washington redefine el destino económico del viejo continente 84o4w

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La mediación de Estados Unidos en el conflicto entre Rusia y Ucrania plantea una serie de interrogantes económicas que Europa no puede ignorar. La exclusión de la Unión Europea en las negociaciones no solo refleja una pérdida de influencia geopolítica, sino que también acarrea consecuencias profundas para la estabilidad financiera y estratégica del continente.

Es indiscutible que la guerra ha evidenciado la fragilidad energética de Europa. Si Washington logra imponer un acuerdo que priorice sus propios intereses, dejando a la UE al margen, la política energética seguirá estando dictada desde el otro lado del Atlántico, con un encarecimiento estructural del suministro y un mercado europeo cada vez más expuesto a los vaivenes geopolíticos externos.

Como se viene discutiendo desde hace tiempo, el otro gran factor es el gasto en defensa. Estados Unidos, bajo una creciente lógica de desinversión en Europa y enfoque hacia el Indo-Pacífico, ha forzado a los países europeos a incrementar de manera sustancial sus presupuestos militares, debilitando su margen de maniobra fiscal y redirigiendo recursos en detrimento del estado del bienestar europeo.

En un escenario de paz negociada sin una voz europea determinante, este gasto no solo se consolidaría, sino que podría intensificarse en un contexto de inseguridad prolongada, alimentando una carrera armamentística regional que beneficiaría principalmente a la industria armamentística estadounidense.

Mientras tanto, el impacto económico de una guerra prolongada sigue siendo devastador para el tejido industrial europeo. El alargamiento del conflicto mantiene elevados los costes de producción, tanto por la disrupción de cadenas de suministro como por el encarecimiento de materias primas estratégicas.

Washington, con una economía menos expuesta y con capacidad de absorber los efectos secundarios de la guerra, ha sabido convertir esta crisis en una oportunidad comercial, atrayendo inversiones europeas hacia su propio territorio.

Este trasvase de capital industrial y tecnológico está consolidando una tendencia en la que Europa no sólo financia su propia crisis energética y militar, sino que también subsidia indirectamente la reindustrialización de Estados Unidos a costa de su propia competitividad. Un escenario por cierto que las bolsas han interpretado de forma errónea y que va a suponer un dolor importante en una potencial fase correctiva.

Europa no sólo financia su propia crisis energética y militar, sino que también subsidia indirectamente la industrialización de Estados Unidos a costa de su propia competitividad

Pero la cuestión más crítica radica en la posición de Ucrania y el futuro de su soberanía. Si el proceso de paz que propone Estados Unidos implica una dependencia estructural de Kiev respecto a Washington, el equilibrio de poder dentro de Europa cambiaría de manera irreversible.

Ucrania, que hasta ahora ha buscado su integración en la UE como objetivo prioritario con su inclusión en la OTAN como pago, podría convertirse definitivamente en un estado satélite estadounidense quien crearía un cinturón militar por toda la gran llanura europea hasta el Mar Negro, reforzando la influencia de Washington dentro del continente autofinanciado por el potencial a recursos básicos y energéticos de gran valor estratégico.

Este escenario continúa debilitando la aspiración europea de mantenerse como un actor independiente en el orden global y reforzaría una relación transatlántica en la que la UE opera cada vez más como un socio subordinado y menos como un bloque con voz propia.

La marginación de Europa quedó muy retratada en esa especie de late-night show diseñado para dejar en evidencia, y por qué no decir ridículo, a Ucrania a la vez que vuelve a ningunear a Europa.

Dejar en manos de Trump el diseño de la posguerra ucraniana significaría aceptar un modelo de integración tutelado, donde las decisiones sobre reconstrucción, inversión y seguridad estarían determinadas desde Washington y no desde Bruselas, un ganador y un perdedor de una guerra sin víctimas mortales ni daños en suelo propio.

En este contexto, la pérdida de protagonismo europeo en la crisis no es sólo diplomática, sino económica y estructural, consolidando una posición de dependencia que compromete su capacidad de liderar su propio destino en un mundo cada vez más fragmentado.