Lo más difícil de cualquier transición es ir un paso por delante y entender que transitar significa ir de un lugar a otro, algo que no se puede hacer de la noche a la mañana, sobre todo si hablamos de infraestructuras energéticas. El apagón en la península Ibérica fue una llamada de atención para el futuro energético de Europa. Que todo el mundo se haya vuelto “experto” en sistemas eléctricos no hace más que evidenciar nuestra miopía sobre la complejidad del asunto. Sin pretensiones de dictar causas, vamos a repasar algunas ideas que es necesario no perder de vista para garantizar un debate serio. e6r6o

Para empezar, la península Ibérica es más isla que Irlanda en términos energéticos. En 2014 España solo podía cubrir el 3% de la demanda horaria importando electricidad del extranjero. Los líderes europeos se comprometieron a alcanzar el 10% para cada país europeo en 2025 y el 15% en 2030. ¿El objetivo? Garantizar la seguridad eléctrica. Once años después, la capacidad de la Red Eléctrica hacia el continente europeo es solo del 2% (sí, un 1% menos, han leído bien), lo que representa un bajísimo nivel de interconexión para la península. Baja interconexión significa alta vulnerabilidad. Las interconexiones son vitales en caso de apagones y la falta de ellas puede incluso causarlos.

En segundo lugar, conviene mirar hacia China para ampliar el contexto. El país asiático, al frente de la carrera por las tecnologías limpias y campeón mundial de las cleantech, encabeza las inversiones mundiales en redes eléctricas. Su liderazgo no es una anomalía, sino el resultado de una estrategia meditada y sostenida en el tiempo para adaptar la red a las exigencias de la transición energética, garantizar electricidad asequible y reforzar su seguridad energética.

Mientras tanto, en Europa, el Grids Action Plan Europeo 2023 indica que serán necesarios 584.000 millones de euros en esta década para modernizar las redes. Según el informe de CurrENT Europe y Breakthrough Energy, invertir en tecnologías innovadoras en la red eléctrica podrían ahorrar en Europa hasta 700.000 millones de euros de aquí a 2040 eliminando ineficiencias del sistema eléctrico, facilitando la adopción masiva de energías renovables y acelerando la electrificación. En España, sin embargo, el nivel de inversión en redes está limitado por el PIB, lo cual, sinceramente, carece de sentido. Si queremos liderar la transición, necesitamos redes reinventadas, y para eso, inversión adecuada.

Por otra parte, la red eléctrica está siendo estos días el espejo perfecto de los polos políticos. Las interpretaciones han puesto de relieve que hay muchas visiones del pasado proyectadas hacia el futuro. Culpar a las energías renovables, por ejemplo, es como quemar el mapa del tesoro que buscas. Ni el apagón de Reino Unido en 2019, ni el de Texas en 2021, o el de Chile en 2023, fueron causados por la volatilidad de las renovables, como se insinuó prematuramente, sino por eventos climáticos.

Parece increíble, pero estos días conviene recordar que la energía limpia no genera emisiones contaminantes y es más barata que la convencional. También hay que destacar que en 2024, España fue la gran economía europea con mayor crecimiento, en parte gracias a las renovables, y que lideró la atracción de inversión en energía limpia, incluso por delante de EEUU. Este año el crecimiento económico español triplicará al de la zona euro y será el mayor de las grandes economías avanzadas. ¿Adivinan una de las claves? Las energías limpias, que ya superan el 50% del mix energético y que están abaratando los costes, atrayendo industria e inversión. Si se cumplen los objetivos, se crearán más de 2,65 millones de empleos verdes y se atraerán 150.000 millones de euros antes de 2030, según Cleantech for Iberia.

¿Y ahora qué?, se preguntarán. Empecemos por una transición energética para dummies. Sabemos que este es un debate lleno de matices. La sociedad no está ni formada ni preparada para entender un sistema eléctrico, altamente complejo, ni que eventos como el apagón pueden ocurrir en una transición energética. No digo que la transición lo haya causado, pero este tipo de sucesos forman parte del proceso ya que la transición crea, sin duda, un sistema más complejo, en el que estamos constantemente aprendiendo y mejorando los procesos, los sistemas de refuerzo y previsiones. Un proceso que debería ser, idealmente, un viaje colectivo y consciente hacia una nueva sociedad con industria limpia, más empleo de calidad, más inversiones y, en definitiva, mayor calidad de vida.

Por ello, necesitamos re-prensar el sistema eléctrico desde este cambio de paradigma que nos ha tocado vivir: de un sistema basado en la previsibilidad, la centralización y la inercia mecánica a otro cada vez más dinámico, distribuido y sensible a las condiciones locales. Y encontrar resiliencia en este viaje, conscientes de que “si queremos que todo siga igual, todo tiene que cambiar”, como proponía un lema europeo.

La siguiente tarea pasa por entender que la tecnología limpia es la piedra angular de la seguridad energética en un mundo cambiante. Sabemos ya que, en un sistema basado en energía renovable, la provisión de inercia mecánica (proporcionada por ciclos combinados de gas, nuclear o hidráulica), se vuelve un desafío. Pero es necesario impulsar sistemas de provisión de inercia limpia como volantes de inercia, almacenamiento, e inercia sintética, que puede hacer que plantas solares y eólicas puedan aportar inercia también. Un reto clave en el contexto del apagón fue la falta de inercia estabilizadora del sistema que hoy puede compensarse con almacenamiento. Por ejemplo, la red de California, comparable en tamaño a la de España, ha desplegado 13 GW de almacenamiento en baterías en comparación con los 400 MW de España.

A medida que se integran más renovables variables en la red, Europa debe invertir en digitalización, flexibilidad, la transmisión transfronteriza, la respuesta a la demanda y el almacenamiento de energía de larga duración. El informe European Market Outlook for Battery Storage reveló hace unas semanas que el mercado europeo de baterías creció un 15% el año pasado y lo hará un 36% este año. Pero podemos ir más rápidos. Tenemos la tecnología, necesitamos escalarla. Justo la semana antes del apagón, la empresa Malta Inc. de la coalición Cleantech for Iberia inauguró su proyecto piloto en Puertollano. Su sistema de almacenamiento térmico de larga duración basado en sales fundidas puede almacenar energía de 8 horas hasta 8 días. Imaginemos un despliegue masivo de esta tecnología en España: adiós al curtailment (incapacidad de la red de acoger más energía) y adiós blackouts.

Igual que el Covid, el apagón ha mostrado nuestra fragilidad como sistema, pero también nuestra fortaleza como sociedad. Y ha evidenciado que hoy, más que nunca, necesitamos una infraestructura a la altura de los retos de la transición energética, una financiación alineada con la planificación a largo plazo y políticas que avancen tan rápido como la innovación. No hay Green Deal sin Grid Deal.