El potencial transformador de las tecnologías presenta una creciente complejidad en materia de ciberseguridad, con implicaciones de gran alcance para las organizaciones. A medida que las empresas adoptan nuevas soluciones en esta materia, los ciberdelincuentes avanzan rápidamente para explotar sus vulnerabilidades al tiempo que mejoran la eficacia de sus métodos.
A esta amenaza se suma un problema estructural que agrava la capacidad de respuesta: la escasez de profesionales cualificados en ciberseguridad. Según la encuesta Global Cybersecurity Outlook 2025 del World Economic Forum, el 39% de las organizaciones considera la falta de habilidades una barrera crítica para la resiliencia cibernética, y solo el 14% afirma contar con el talento necesario para cumplir con sus objetivos de seguridad digital. Este déficit se ha acentuado en el último año y afecta especialmente al sector público, donde casi la mitad de las organizaciones reconoce no contar con la fuerza laboral adecuada, con un incremento del 33% respecto a 2024.
En España el informe Análisis y Diagnóstico del Talento en Ciberseguridad en España del INCIBE muestra que el 48% de las empresas deciden formar y cualificar a su personal interno para cubrir las vacantes en ciberseguridad. Sin embargo, solo 2 de cada 10 posiciones se cubren con talento propio, evidenciando la dificultad para desarrollar especialistas en este campo.
En este contexto, las universidades cumplimos un papel clave en la preparación de profesionales capacitados para enfrentar estos retos tecnológicos. La educación debe continuar evolucionando para formar especialistas en ciberseguridad con conocimientos sólidos y actualizados, capaces de anticipar y mitigar amenazas en un entorno digital en constante cambio.
El aumento de las amenazas digitales es innegable. La encuesta del World Economic Forum indica que el 72% de los líderes en ciberseguridad encuestados considera que los riesgos cibernéticos han aumentado en el último año. Entre ellos destacan el fraude cibernético, el phishing, la ingeniería social y el robo de identidad.
El incremento de los riesgos de ciberseguridad no es fortuito. Se debe a múltiples factores que están transformando la seguridad digital. La creciente complejidad de las cadenas de suministro, cada vez más interdependientes y globalizadas, dificulta la identificación y mitigación de vulnerabilidades. Además, las normativas en constante cambio, si bien buscan fortalecer la ciberseguridad, imponen una carga significativa a las organizaciones que deben cumplir con ellas. Asimismo, la rápida adopción de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial generativa y el Internet de las Cosas, amplía la superficie de ataque y proporciona nuevas oportunidades a los ciberdelincuentes para sofisticar sus estrategias.
Un aspecto importante de esta evolución es la capacidad de los atacantes para reducir costes y aumentar la efectividad de sus campañas maliciosas. Herramientas de IA Generativa están facilitando la automatización de ataques de phishing y la personalización de tácticas de ingeniería social, haciéndolas más creíbles y difíciles de detectar.
Asimismo, el auge de las plataformas de ciberdelincuencia como servicio (Cybercrime-as-a-Service, CaaS) ha democratizado el a herramientas avanzadas para cometer delitos digitales, permitiendo que actores sin conocimientos técnicos participen en actividades ilícitas con relativa facilidad.
Ante un panorama cada vez más complejo, la formación en ciberseguridad se presenta como una solución al alcance nuestras manos. Proteger a las organizaciones y salvaguardar a las personas requiere formar a los futuros profesionales no solo en el uso de herramientas de seguridad, sino también en la capacidad de comprender y anticipar los riesgos emergentes.
Es esencial integrar la ciberseguridad en los programas formativos desde el inicio, fomentando la curiosidad y la capacidad de aplicar la tecnología con propósito. Igualmente, en pos de una cultura de ciberseguridad, todo profesional que se gradúe, independientemente de la carrera, debe de tener una sensibilidad y conocimientos de ciberseguridad. Así garantizamos que los estudiantes evolucionen con la tecnológica y sean capaces de aportar valor real a las organizaciones y a la sociedad.
Y si nuestros estudiantes deben mantener ese espíritu de eterno aprendiz, la universidad debe trabajar en una estrecha relación de escucha y de colaboración con el tejido empresarial. Solo así podremos adecuar los programas y formar profesionales con conocimientos sólidos y actualizados en ciberseguridad para seguir garantizando la integridad, la confianza y la sostenibilidad de los negocios.
La formación de talento y la cooperación entre instituciones educativas y empresas son ya esenciales para anticiparnos a las nuevas amenazas y construir un futuro digital seguro y confiable para todos. Ignorar este desafío tendría consecuencias irreversibles.
*** Miguel Palacios es decano de la facultad Business & Tech de UAX