
La asturiana Cristina Secades, en su finca. iStock
Cristina Secades, la asturiana de los 'kiwinos' y las ovejas: "La agricultura nunca debió separarse de la ganadería"
Con TerrAmor, cultiva manzanas de mesa y minikiwis en la zona periurbana de Gijón de manera artesanal y con la ayuda clave de los animales.
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Es raro que al hablar de la España despoblada se piense en Asturias. Son otras regiones las que, normalmente, llenan el imaginario colectivo; zonas que, por tamaño y número de habitantes, están perdiendo sobremanera población. Eso, sin embargo, no quita que el paraíso también se vacíe.
Un informe que analizó este fenómeno en la región entre 1996 y 2020 para ver si la pandemia repobló la Asturias rural, decía que sus habitantes habían caído hasta un 26,9% en ese periodo de tiempo. Las cifras, sin embargo, podrían ser mayores, pues como recuerda la ingeniera forestal asturiana Cristina Secades, se dan casos particulares y especiales en su tierra, según la zona en la que uno se encuentre.
Ella, en 2016, montó su proyecto TerrAmor en dos fincas familiares que recuperó y que, a pesar de encontrarse en una zona que a simple vista parece rural, "técnicamente pertenecen a Gijón" y se considera "periurbana", a pesar de que "están en el límite con el Concejo de Llanera". Las parcelas en las que ella lleva su actividad, principalmente agraria, se sitúan en la zona centro del Principado.
Esto hace que "la legislación no lo considere zona rural". Algo que no afecta solo a la manera de medir la despoblación, sino a los premios y subvenciones a la que las personas que buscan emprender en zonas periurbanas —que tienen más de rural que de urbano— pueden acceder.
"A los premios del Ministerio de Agricultura de Excelencia a la Innovación para mujeres rurales no me puedo presentar tan siquiera porque estoy en una zona que por ubicación y densidad de población no se considera así", indica Secades. A ella le tocó emprender por cuenta y riesgo.
Las ayudas públicas al emprendimiento rural quedaron fuera de juego. Y se puso, así, en busca y captura de las que ofrecían las entidades privadas. Hace dos años, dice, sí consiguió "por fin" una ayuda del Principado, después de llevar con su proyecto al menos siete años.
Esta situación en Asturias se da con más frecuencia de lo que uno podría pensar, sobre todo en la zona centro de la región. Algo que, recuerda Secades, puede llegar a ser una incongruencia: "Si hablamos de kilómetro cero y de que, además, la zona centro de Asturias es la que más contaminación atmosférica sufre, las actividades de este tipo son las que ayudan a mitigar el cambio climático y reducir las emisiones. Y somos los primeros en poder servir a los núcleos urbanos por cercanía".
Esto, reivindica esta ingeniera forestal con alma —y manos— de agricultora, "lo que hace es que todas estas zonas que tienen también mucho potencial y que pueden contribuir de forma decisiva a la lucha contra la despoblación y a la climática, se queden despobladas en favor de otras que sí tienen ayudas".
Por eso, lamenta: "Puede haber criterios que se valoren más, como la densidad de población, pero que no nos excluyan o que directamente no haya ayudas para nosotros, porque al final lo que va a hacer es que estas zonas acaben de prao o como polígonos industriales".
Tradición y artesanía
Cuando Secades decidió emprender, reconoce, lo hizo con una "gran ventaja": las parcelas en las que ahora tiene pomaradas y cultivos de minikiwis o kiwinos, como dice, eran de su abuelo. Aun así, reconoce, llegaron a recomendarle irse a otra zona donde sí le darían ayudas económicas, pero ello implicaba abandonar sus "raíces".
Esta asturiana lo que quería era "emprender en una tierra que es de la familia" y que tiene "ese componente". Con el plus de que una de las parcelas, en la que cultiva manzanas de mesa, ya la había empezado a recuperar su padre allá en los años 70.

Las manzanas de mesa y los 'kiwinos' de TerrAmor. Asturias
Las piezas del dominó, así, empezaron a caer una tras otra hasta cubrir todo el campo en el que se asentaría TerrAmor. Por un lado, cuenta, tiene como estandarte "mantener la tradición e intentar mejorar esa pomada de manzana de mesa". Por otro, su bandera insignia es la innovación, que se muestra con "un cultivo diferente, poco conocido como son los kiwinos", además de trabajar con energías renovables y con animales.
El espíritu de su proyecto, insiste, está en la unión entre tradición e innovación. Es decir, en hacer las cosas como antes, pero aprovechando todo lo que la tecnología y la ciencia aporta.
'Kiwinos' de cero
Si su padre ya llevaba décadas recuperando la pomarada que ahora forma parte de TerrAmor, en el cultivo de minikiwis partía de cero. La parcela, cuenta, era "un prao" o campo, por lo que le tocó analizar la tierra, ver con qué opciones de cultivo contaba por ubicación, pues el río Aboño la rodea, antes de decidir qué cultivar.
"Tenía unas características que, por ejemplo, para arándano no iba bien, pero sí, por ejemplo, para kiwi", reconoce y matiza: "Pero competir con grandes plantaciones y grandes superficies era más complicado, aunque fuera en ecológico. Y me hablaron enseguida de estas variedades de kiwi y empecé a investigar".
Secades probó estos kiwinos y se enamoró de ellos, como también lo hizo de sus propiedades, como su alto contenido en fibra o su poder antioxidante, y la versatilidad que tiene su cultivo. En su finca trabaja, ahora mismo, con siete variedades que "van desde las superdulces hasta las ácidas, de pulpa verde, roja…".

Diferentes variedades de 'kiwinos' de TerrAmor.
De esta manera, se lanzó asumiendo que se trata de "un pequeño fruto en comparación con el kiwi, que se conserva mucho menos en el tiempo, es más delicado, más difícil de cultivar y tiene su técnica". Incluso, cuenta, tuvo que instalar un sistema antihelada, porque se encuentra en "una zona de vega al lado del río, que es muy buena para el cultivo del kiwi por humedad y por disponibilidad de agua, pero el riesgo de heladas tardías es alto y estas variedades son muy sensibles".
Secades asegura que antes de conseguir que su cultivo saliese adelante, le tocó "investigar mucho", visitar plantaciones fuera y dentro de España y "perder" mucho fruto hasta dar con la clave. Para ella, uno de los mayores desafíos fue "la técnica".
Por eso, esta ingeniería forestal trabajaba en cartografía mientras se formaba para llevar a cabo su proyecto. Por suerte, indica, "trabajaba en horario continuo y tenía tiempo para dedicar a la finca".
Se formó, así, en fruticultura, en agricultura ecológica e, incluso, llegó a trabajar en la recolección del kiwi para aprender los entresijos de esta fruta. Porque "la teoría no siempre funciona en la práctica"; hay que ajustar, así que hay que ir más allá de los consejos que a una le pueden dar otros agricultores o los libros.
Desperdicio cero
Ahora, TerrAmor sigue creciendo y asentándose en el territorio astur. Secades asegura que su idea es seguir investigando nuevos productos y, sobre todo, "aprovechar al 100% la cosecha con la máxima calidad posible, entendida esta como sabor, que tiene que ser el protagonista siempre, y el valor nutricional". Es decir, matiza, que "cuando se come la fruta en fresco o un producto elaborado, se siente como si estuvieras comiendo naturaleza o un trocín del bosque de minikiwis".
Recuerda, además, que "el añadido de las propiedades y del valor nutricional se consigue también con la forma de cultivo". Controlar con sensores los riegos para saber cuánto y cuándo regar para darle a la planta lo necesario o "el dejar más tiempo la fruta en la planta para tener más contenido en azúcares cuando la recolectas…", este tipo de cosas, dice, "solo se puede hacer cuando puedes manejar una producción razonable". Por eso reivindica los pequeños cultivos, especialmente para frutos así de delicados.
Al año, indica Secades, puede llegar a producir más de mil kilos de estos kiwis en miniatura. Toda esa fruta se maneja "en fresco", porque asegura que incluso para realizar mermeladas, no la congela. Eso, dice, "es mucho mejor para las características organolépticas del producto final y para el sabor". Esto supone una "dificultad añadida", pues hay que manejar bien el alimento para que no sucumba a ciertas plagas. "Una gran parte de la fruta que no tiene la calidad para venderse en fresco va a productos elaborados".
"Todo se aprovecha y nada se tira", insiste. Ahí juegan un papel fundamental los animales que corretean a sus anchas por las fincas de Secades: "Si alguna temporada tenemos más problemas con ciertas plagas, ellos se encargan de hacer el reciclaje de la fruta".

La finca de producción de minikiwis de Secades. Asturias
Las ocas, los patos, las gallinas de pita pinta asturiana y las ovejas son las que se encargan no solo de ayudar a fertilizar y mejorar la calidad del suelo. También sirven para controlar las plagas, aprovechar lo que podría convertirse en desperdicio y, de paso, ofrecer recursos naturales como son la lana y los huevos.
Las ovejas pastan en la pomarada, entre manzanos, y las aves viven en la plantación de los kiwinos. Para Secades, esto debería ser la agricultura, que "nunca debió separarse de la ganadería".
Esta asturiana reconoce que "el sistema intensivo y de explotación nos llevó a que lo agrícola y lo ganadero fuesen cada uno por su lado". Aunque, indica, "el círculo virtuoso consiste en imitar en lo máximo posible a la naturaleza, dentro de que estemos cultivando y estemos domesticando estas plantas".