
Un grupo de niños en la región de Turkana en Kenia. Goran Tomasevic 2q6ue
Viaje al corazón del cuerno de África junto a los turkana: así son las escuelas del pueblo más vulnerable del planeta 1q6o1p
La pobreza extrema de esta región de Kenia agrava el analfabetismo y las enfermedades prevenibles contra los que luchan oenegés como Vipeika. 14s3i
Más información: Florence Oloo, economista keniana: "La educación es la clave de la transformación de la mujer en África" 1z2v5o
Los turkana son un grupo étnico del norte de Kenia, que habita en una de las regiones más áridas y empobrecidas del país. Tradicionalmente son pastores nómadas, y dependen del ganado para su sustento y estatus social. El clima extremo, con temperaturas superiores a 40°C y la escasez de agua, dificulta la agricultura, obligando a la mayoría a depender exclusivamente de la ganadería.
Uno de los mayores desafíos que enfrenta esta comunidad es el analfabetismo, con una tasa del 45%, muy por encima del promedio nacional. La falta de infraestructuras educativas, la necesidad de trabajar en el ganado y las largas distancias hasta las escuelas impiden el a la educación, afectando especialmente a las niñas, quienes además enfrentan barreras culturales y maternidad temprana.
El a servicios de salud es otro problema crítico. La región tiene alta mortalidad infantil, enfermedades prevenibles y falta de infraestructura médica. La pobreza extrema, que afecta a más del 80% de la población, agrava estas dificultades, haciendo que la comunidad sea más vulnerable a los efectos del cambio climático, como las sequías e inundaciones.
A pesar de estos desafíos, iniciativas del gobierno y ONGs como la Fundación Vipeika buscan mejorar el a la educación y la salud, especialmente para los niños, ofreciendo esperanza de un futuro mejor para los Turkana.
Desafíos y oportunidades 381h5j
La vida en la región de Turkana está marcada por un contexto extremadamente difícil, pero también por una comunidad resiliente que ha logrado adaptarse a las adversidades. El desafío de erradicar el analfabetismo, reducir la pobreza y mejorar la salud y el bienestar de los turkana sigue siendo una prioridad.
Con la intervención adecuada y la cooperación local e internacional, la situación puede mejorar significativamente en los próximos años. Así lo cree la Fundación Vipeika y su presidenta Silvia Flórez. Y así lo creemos las cinco mujeres que la hemos acompañado en este viaje a uno de los rincones más pobres y olvidados del planeta.

Los niños reciben a las invitadas en uno de los colegios. Fundación Vipeika
Allí hemos visitado cinco de los diez centros infantiles y nutricionales que tienen en la zona y hemos comprobado personalmente el impacto sistémico que ejerce esta fundación española en este territorio donde pocos son los que se atreven a viajar.
Isabel Rivadulla, Beatriz López Juárez, Susana Caño, Susana Hidalgo y una servidora, hemos sido las cinco afortunadas, que hemos tenido la oportunidad de vivir esta experiencia humana, donde solo ha habido espacio para la gratitud, el amor, el optimismo, la iración y el compromiso. Una lección de vida que araña el alma y hace latir a mil revoluciones los corazones dormidos.
Aquí, salvo para sentir, todo es olvido. En la tierra de los turkana el ayer es historia y el mañana un misterio. Pero el hoy es un regalo, por eso en este viaje solo hemos abrazado el presente.

Los estudiantes durante la parada para comer. Fundación Vipeika
No ha habido espacio para las preocupaciones del futuro ni para los planes lejanos. Cada día, cada instante, ha sido una inmersión en el aquí y el ahora. Nos hemos dejado llevar por la intensidad de cada sonrisa, por la calidez de cada encuentro, por la inmensidad de un paisaje que nos recordaba lo pequeño que es todo lo demás.
En esta tierra árida y desafiante, donde la vida se mide en el instante presente, aprendimos que la felicidad no está en lo que vendrá, sino en lo que vivimos con plenitud. Nos olvidamos de proyectar, de anticiparnos, de planear. Y en ese olvido, encontramos la más grande de las enseñanzas: la vida sucede ahora, y el presente es el único tiempo que realmente nos pertenece.
Esperanza en el desierto 2p96z
Después de un largo viaje desde Madrid, que nos ha llevado todo un día, el domingo temprano, llegamos a la tierra de los turkana, una de las regiones más olvidadas y empobrecidas del planeta. Aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Lodwar, tras una escala corta en Eldoret, donde nos esperan para trasladarnos en coche hasta la misión de las Agustinas Recoletas, nuestro alojamiento durante los días que durará nuestra estancia.
Este viaje nos lleva a un lugar donde los límites de los países se desdibujan en el polvo del desierto: estamos a escasas dos horas de la frontera con Uganda, Sudán del Sur y Etiopía, y un poco más lejos, aunque no mucho, de Somalia. A tan solo una hora en coche, al otro lado del lago Turkana, se encuentra Kakuma, el tercer campo de refugiados más grande del mundo.
Desde la parte del planeta de la que venimos, esta región se conoce como el cuerno de África, un nombre que encierra muchas realidades en dos palabras: hambre y sed. Es una tierra donde la pobreza, la miseria, la sequía y la desnutrición se combinan en un cóctel devastador. Aquí, los Objetivos de Desarrollo Sostenible parecen una utopía inalcanzable.
A lo largo de los días siguientes, descubrimos el enorme impacto que una organización pequeña, pero con una gran misión, está logrando en Turkana. La Fundación Vipeika trabaja sin descanso para garantizar que los niños más vulnerables de esta región tengan a algo que para nosotros es básico: educación y alimentación.
La fundación ha logrado establecer 10 centros infantiles y nutricionales en Turkana, donde niños y niñas de entre 3 y 7 años reciben educación de calidad y tienen aseguradas dos comidas al día. En una región donde la malnutrición infantil es una constante, esto marca la diferencia entre la vida y la muerte.

Los estudiantes en clase. Fundación Vipeika
La Fundación Vipeika, a pesar de las adversidades de la zona, está marcando una gran diferencia en Turkana. En un entorno donde algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible son difíciles de alcanzar, la educación infantil que proporciona no solo actúa como un puente hacia un futuro mejor, sino que también ayuda a combatir el analfabetismo y la desnutrición, en una región donde el hambre y la sed son las principales amenazas para la supervivencia de las generaciones más jóvenes.
Visita a las escuelas 6ou2k
El sol se despereza muy temprano en esta zona y ya brilla con todo su esplendor cuando nos dirigimos a primera hora a visitar el primer centro infantil y nutricional. El termómetro del móvil marca los 38 grados. El polvo del camino se levanta tras nuestro paso, pero nada, ni el calor, ni el madrugón, puede ensombrecer la emoción que disimulamos con silencio.
Somos cinco mujeres las que acompañamos a Silvia Flórez a visitar cinco de los diez centros infantiles y nutricionales que la fundación Vipeika tiene en esta zona, todas con un propósito común y listas para vivir una de las experiencias más inolvidables de nuestras vidas.

La hora de la comida en una de las escuelas. Fundación Vipeika
Cuando llegamos, antes de bajar del coche, ya escuchamos risas y cánticos a lo lejos. De repente, una estampida de niños con uniformes amarillos y ribetes negros corre hacia nosotras con los brazos abiertos, saltando, dando palmas y entonando canciones de bienvenida.
Nos rodean, nos toman de las manos y nos miran con esos ojos enormes, curiosos y profundos que nos dicen que nos hemos sumergido de lleno en su mundo, y no hay nada más hermoso que ese recibimiento.
Bailamos con ellos, intentamos seguir el ritmo de sus canciones, aunque pronto descubrimos que su energía es inagotable. Nos enseñan juegos tradicionales, y entre risas y pequeños tropiezos, nos dejamos llevar por su alegría. Aquí, en medio de una de las tierras más duras del planeta, la felicidad no necesita más que una canción y unas manos amigas.

Los niños de uno de los centro dando la bienvenida a sus invitadas. Fundación Vipeika
En cada uno de los cinco centros infantiles y nutricionales que visitamos, la escena se repite, pero con una intensidad nueva cada vez. En Optimistas Comprometidos, Serendipity Nursery, Cometa Nursery, Luz de Turkana y en Luna Nursery, los niños nos muestran, con orgullo y entusiasmo, lo que han aprendido.
Se colocan en fila y, con una tiza en sus manos, nos demuestran que saben contar, que pueden sumar. "¿Uno más uno?", pregunta la profesora en inglés. Y las manitas se alzan con emoción, esperando ser escogidas.
Cuando un niño acierta, estalla la celebración. La profesora o el profesor, con una sonrisa radiante, entona un sonoro "bien hecho", en inglés, mientras mueve las caderas con gracia, y toda la clase le sigue en coro, repitiéndolo entre risas y palmas.
Es su forma de premiar el esfuerzo, de reconocer el aprendizaje, de convertir la educación en una fiesta. Y nosotras, maravilladas, nos unimos a la celebración, porque en este rincón del mundo, aprender es un motivo de alegría.
Más tarde, llega la hora de la comida. Nos ponemos manos a la obra y ayudamos a servir los platos. Cada niño recibe su ración con un "asante sana" —gracias en suajili— y se sienta en el suelo a disfrutar de lo que, en muchos casos, serán las únicas comidas del día: un porridge en la mañana y judías pintas con maíz o arroz para el almuerzo.

Los niños de una de las escuelas durante la pausa para comer. Fundación Vipeika
Nos sentamos junto a ellos, compartimos miradas, risas tímidas y algunas palabras sueltas en suajili que intentamos recordar. Sus sonrisas nos confirman lo que ya sabemos: este momento, este simple acto de servir un plato de comida, tiene un significado inmenso.
Cuando llega el momento de despedirnos, sentimos un nudo en la garganta. Nos abrazan, nos agarran las manos y nos piden que volvamos. En sus ojos vemos la gratitud, pero también la promesa de un futuro lleno de posibilidades.
Aquí, en estas aulas llenas de vida, hemos aprendido que la felicidad está en las cosas más sencillas: en una canción compartida, en un juego improvisado, en la certeza de que, con educación, todo es posible.
El poder de la educación 6g6w1q
Vipeika trabaja en zonas donde ni siquiera el gobierno ha logrado establecer infraestructuras educativas. Además de garantizar la educación de niños de entre 3 y 7 años, ha implementado programas de becas para secundaria y universidad, asegurando que los estudiantes con talento puedan seguir adelante con sus estudios.
Los datos hablan por sí solos:
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1.500 niños al año reciben educación y alimentación diariamente
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Diez centros infantiles y nutricionales
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Dos colegios
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460€ al año cubren un curso de secundaria
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41 becas de secundaria
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Siete becas completas universitarias
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Tres pozos de agua
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Dos huertos, uno de ellos de 9.000 m2
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Desde 2020, siete estudiantes becados han llegado a la universidad, logrando lo que antes parecía imposible.
Uno de los testimonios más inspiradores que conocimos fue a través de la propia presidenta de la fundación Vipeika. Flórez nos habló de John, un joven que nació en una pequeña aldea de Turkana y creció en condiciones de extrema pobreza. Como muchos otros niños de su comunidad, fue pastor desde pequeño, pero su deseo de aprender lo llevó a desafiar su destino.
Gracias a su esfuerzo y talento, los Misioneros Combonianos le ofrecieron una beca para la secundaria. Sin embargo, su sueño de ir a la universidad parecía inalcanzable.
Durante su primer año en Nairobi, dormía en casas de conocidos cuando podía y, en ocasiones, en la calle. Fue entonces cuando la Fundación Vipeika conoció su caso y decidió apoyarlo.
En mayo de 2024, John se graduó en Relaciones Internacionales con la mejor nota de su universidad. En enero de 2025, consiguió empleo en el Banco Nacional de Kenia, cumpliendo su sueño y convirtiéndose en un ejemplo para toda su comunidad.

Niños de una de las escuelas durante la hora de comer. Fundación Vipeika
"Hoy su objetivo es regresar a Turkana para motivar a otros jóvenes con su historia y demostrar que la educación es la llave para salir de la pobreza", comenta Flórez. Los sueños están para cumplirlos, pero para ello debemos perseguirlos, y John lo hizo, convirtiéndose en un claro ejemplo de resiliencia y voluntad para toda su comunidad.
Uno de los pilares del éxito de Vipeika es su colaboración y alianzas con los Misioneros Combonianos, quienes llevan más de 50 años trabajando en Turkana. Gracias a ellos, los centros infantiles y nutricionales y las escuelas de la fundación se construyen en terrenos eclesiásticos, permitiendo destinar más recursos a la educación y nutrición de los niños.
¿Qué nos llevamos de Turkana? 115n3e
Nos vamos con el corazón lleno y la certeza de que nunca olvidaremos este viaje. Porque, en Turkana, la alegría se multiplica con cada sonrisa, y la esperanza se aprende al ritmo de un "bien hecho" cantado al unísono.

Una de las visitantes con los niños. Fundación Vipeika
En este viaje hemos aprendido que, incluso en los lugares más difíciles, la esperanza sigue viva. En cada sonrisa de los niños, en cada palabra de agradecimiento de los padres, en cada historia de superación, encontramos la prueba de que la educación puede transformar realidades.
El cuerno de África sigue siendo una tierra de desafíos, pero también de oportunidades. Con compromiso, optimismo y solidaridad, es posible cambiar vidas.