Cada viernes el coronel se acercaba a la oficina de correos del puerto de su pueblo, seguramente Macondo, en la costa atlántica colombiana. Llevaba más de quince años esperando una carta gubernamental que confirmase la concesión de una pensión de veterano por su participación en la Guerra de los Mil Días. Pero la carta nunca llegaba y la economía comenzaba a asfixiar a su humilde familia. n2id

Por aquel entonces corría el año 1958 y su edad y el cansancio le impedían buscar otras formas de sustento. Su única esperanza era un gallo de pelea que le había dejado su hijo al morir. La cuestión era si invertir o no sus escasos ahorros en alimentar a un animal que podría ganar, o no, el combate.

Su mujer, asmática y atrapada en la depresión de una madre que ha visto partir a su hijo, y ahogada en la desesperanza de una carta que nunca llegaba, se niega a mantener al gallo con su propia comida. Ante las presiones, el coronel se rinde y decide vender al animal. Sin embargo, un viernes como otro cualquiera, cuando el coronel caminaba hacia la oficina de correos, recuerda que ese mismo día comenzaban los combates donde su gallo habría de pelear. Preso de la esperanza, retira al gallo de la gallera y se niega a venderlo.

Es la historia de El coronel no tiene quien le escriba, del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Publicada en fragmentos en la revista Mito en 1958, es considerada por muchos una de las grandes novelas de la historia. Para el autor, "su mejor libro, sin lugar a dudas". Llegó a decir que tuvo que escribir Cien años de soledad para que el público leyera El coronel no tiene quien le escriba.

Gabriel García Márquez nació en 1927, fue escritor además de guionista y periodista, y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982. Es conocido también como Gabo y será recordado por fusionar como pocos lo fantástico y lo real. En esta corta novela el autor nos traslada a la esperanza, ese estado de ánimo optimista que espera un futuro favorable.

Una investigación mostró que aquellos que presentaban mayor esperanza tenían mayor actividad en la corteza orbitofrontal, clave para los procesos de salud mental

Desde la psicología, la esperanza se considera una forma de creatividad ante la adversidad, que conlleva valentía y determinación. San Agustín decía que la esperanza tiene dos preciosos hijos: el enfado, al ver cómo son las cosas, y el coraje para cambiarlas. Coincide con él el profesor Lazarus de la Universidad de Berkeley (California), quien considera que la ansiedad y la esperanza están asociadas y por tanto una puede paliar a la otra.

Una investigación publicada en el año 2017 en la revista científica Neuroimage estudió el cerebro de más de doscientos jóvenes y correlacionó los niveles de esperanza con la morfología cerebral. Sus resultados mostraron que aquellos que presentaban mayor esperanza tenían mayor actividad en la corteza orbitofrontal. Esta región cerebral es clave para procesos de bienestar y salud mental y de protección contra varias formas de estrés. Sus resultados probaban, por tanto, que la esperanza es una barrera ante la ansiedad.

Quizás ya lo sabía el coronel, pero cada caminata a la oficina de correos engrosaba un poco más su cerebro, tejiendo así cada viernes una barrera que le protegía de la ansiedad. Aunque fuese otro viernes sin carta. La novela acaba con la determinante pregunta de su mujer: "Si el gallo pierde, dime, ¿qué comemos?". "Mierda", respondió el coronel.