Sarah Berry, investigadora en Nutrición.

Sarah Berry, investigadora en Nutrición.

Nutrición

Berry, profesora del King's College: "Si en vez de tardar en comer 10 minutos, tardas 12, reduces un 15% las calorías"

Esta experta asegura que los alimentos ultraprocesados se suelen comer un 50% más rápido que la comida saludable.

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J. Rodríguez
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Comer debería ser un proceso lento y tranquilo, pero, por lo general, solo nos lo podemos permitir los fines de semana en España. Y a veces, incluso en esos días, devoramos nuestro plato en pocos minutos.

Los ritmos de trabajo hacen que de lunes a viernes comer se haya convertido en un trámite que hay que cumplir rápidamente para volver al trabajo. Y esa actitud se contagia a nuestra rutina con facilidad.

Se suele decir que las personas que se han criado en familias grandes comen a toda prisa para evitar quedarse sin comida. Sin embargo, otros hábitos comunes también nos hacen devorar a toda prisa.

Comer con la televisión de fondo, por ejemplo, nos descentra de las sensaciones que nos produce la comida. Casi como si necesitáramos una distracción porque la comida que tenemos enfrente no es suficiente.

Y esta desconexión mientras comemos se ha relacionado no sólo con comer más rápido y a masticar menos los alimentos, sino también con una mayor probabilidad de engordar, tal y como explica este artículo de EL ESPAÑOL.

En este sentido, la profesora de Nutrición en el King’s College de Londres, Sarah Berry, ha explicado en un vídeo de redes sociales cuáles son algunos de los riesgos de comer tan rápido para nuestra salud.

"Comemos demasiado rápido de media y, especialmente, si se trata de comida altamente procesada e insana", ha explicado. Muchos de estos alimentos tienen una textura suave que no requiere mucha masticación.

Esa masticación, al final, provoca que le dediquemos más tiempo a la comida. "Podemos comer una comida procesada con las mismas calorías que una sin procesar hasta un 50% más rápido", sostiene Berry.

"Sabemos que si comes rápido, vas a tomar más calorías", explica la experta. Por lo que si la comida procesada es la que más rápido se consume, esto puede suponer un problema doble para nuestra salud.

Comer más lento

"Las personas le dedican a la comida y a la cena unos diez minutos. Las investigaciones demuestran que, si puedes extender el tiempo de la comida en un 20%, puedes ingerir un 15% menos de energía".

Es decir, que si en vez de diez minutos, le dedicamos doce a la comida —"sin siquiera pensarlo, subconscientemente", especifica Berry— puedes acabar tomando un 15% menos de calorías.

Ahora bien, tal y como explica Berry, idealmente sería llegar a hacerlo de manera natural y no prestando atención o cronometrando esa expansión de la hora de la comida o de la cena. Encontrar un nuevo ritmo.

Por tanto, se puede reducir la cantidad de comida que tomas a diario "sólo cambiando la velocidad a la que comes y es por varias razones", explica. En este proceso, interviene principalmente el cerebro.

"Una de las razones es que se necesita algo de tiempo para que lleguen las señales de saciedad a tu cerebro. Si devoras en tres o cuatro minutos no le das tiempo a tu estómago de hacerlo", explica.

Berry habla de los receptores de estiramiento que hay en órganos como el estómago y el intestino. Se encargan de sentir cuando esos órganos se han ensanchado por tener comida dentro y decírselo al cerebro.

Esas señales le dicen al cerebro si está lleno, pero también existen señales que le dicen al cerebro que tenemos hambre. "Estos receptores le dicen al cerebro: '¡Hola, estoy lleno! No necesitas seguir comiendo'", explica Berry.

Hasta que no se produce esa señal, el cerebro mantiene las señales de hambre. "Así que cuanto más lento comas, más tiempo le das a las señales de hambre de irse", explica esta profesora del King’s College.

En cualquier caso, darse tiempo para comer también activa otros procesos que permiten que comamos de una manera más eficiente. Comer lento también activa "las respuestas hormonales, como la de la insulina".