Dulcinea en el bar que lleva su nombre en Palazuelo de Vedija

Dulcinea en el bar que lleva su nombre en Palazuelo de Vedija Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León 98s

Valladolid

Dulcinea y el bar de un pequeño pueblo vallisoletano con más de 50 años de historia: triunfa con sus platos caseros 604l1a

La gamba con papada ibérica, los espárragos rellenos o el rabo de ternera hacen las delicias de los comensales en el lugar. 4d3j13

Más información: "Aquí igual se come un cocido que una hamburguesa": Charo y su mesón con gran terraza en un pueblo de Valladolid 4d1l40

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Palazuelo de Vedija es una localidad de la comarca de Tierra de Campos que se ubica en el noroeste de la provincia de Valladolid. En la actualidad, y según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) cuenta con una población de 164 habitantes.

Allí tiene su negocio hostelero Dulcinea Irimia Sánchez. El Bar Dulcinea. Da la casualidad de que este establecimiento hostelero lo abrieron sus padres cuando ella solo tenía siete meses de edad y que suma 58 de vida, ni más ni menos.

Charlamos, después de que Bernardo e Isolina, sus progenitores, abrieran sus puertas, con la hija, Dulcinea, para que nos cuente la historia de un lugar que triunfa con su comida casera y con el mejor trato que ofrece a sus clientes y a los forasteros que visitan el lugar.

El Bar Dulcinea en Palazuelo de Vedija

El Bar Dulcinea en Palazuelo de Vedija Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Toda su vida en el pueblo 6n2p2b

Me considero una persona normal, con mucho sentido del humor y con mucha empatía”, asegura Dulcinea, de 58 años, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, que lleva en el mundo hostelero desde 1982.

Amante del teatro, del cine, de los viajes y de la lectura, nuestra protagonista lleva toda la vida en el municipio pucelano. Una vida ligada a Palazuelo de Vedija dando un servicio indispensable a los vecinos y turistas que visitan el lugar.

“Recuerdo mi infancia de una forma muy divertida y feliz. Siempre jugando. Lo hacía con un primo y en cualquier sitio. Principalmente en una llanura para jugar a indios y vaqueros. Era felicidad”, asegura nuestra entrevistada.

Asegura, sobre esta infancia, que “no recuerda” que hubiera “una profesión concreta” que quisiera desempeñar hasta que llegó a su vida el mundo hostelero.

La historia del bar 11533x

Mis padres, Bernardo e Isolina cogieron el negocio cuando yo tenía 7 meses y le pusieron mi nombre: Bar Dulcinea. Tenía que ayudar a mis padres, no podía decir que no y poco a poco me fui poniendo al frente del establecimiento hostelero”, añade nuestra entrevistada.

Por tanto, el Bar Dulcinea tiene, ni más ni menos, que 58 años de edad. “Siempre fue café y tuvo distintos propietarios. Desde el 2006 el edificio es nuevo como bar-restaurante”, asegura la de Palazuelo de Vedija.

Imagen del interior del Bar Dulcinea en Palazuelo de Vedija

Imagen del interior del Bar Dulcinea en Palazuelo de Vedija Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Ella comenzó a trabajar allí, de forma oficial, en el año 1982 y, desde 1987 es la jefa de un establecimiento que se ubica en la calle Pósito número 2 de la localidad vallisoletana y que tiene 40 metros.

Además, cuenta con un comedor de 25 metros cuadrados para dar el mejor servicio a sus clientes. Allí trabaja la propia Dulcinea y su hermana Violeta en la cocina.

Comida casera 4j666

“Ofrecemos una comida casera y estamos abiertos a lo que la gente nos pida. A sus gustos. Lo que más gusta a la gente y lo que más piden son la gamba con papada ibérica, espárragos rellenos o el rabo de ternera, pero lo mejor es disfrutar con todas nuestras elaboraciones”, añade Dulcinea.

Las mesas del Bar Dulcinea en Palazuelo de Vedija

Las mesas del Bar Dulcinea en Palazuelo de Vedija Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

También confiesa que para sacar adelante un negocio en el medio rural “hay que tener mucha constancia, paciencia y amor por lo que se hace” porque, al final, “todo es trabajo”.

No quiere mirar al futuro, sino vivir el día a día, pero sí que, apuesta por mantener su bar, un local de encuentro “en el que verse cada día para charlar, discutir, reírse o conversar”.

Dulcinea y el establecimiento hostelero que lleva el mismo nombre, quiere seguir viviendo muchos años más porque ya sabemos eso de que un pueblo sin bar es un pueblo sin vida.