Siempre he pensado que el sol de junio y septiembre es más amable que el de julio y agosto. Pero aún así, te quema la cara. Quizá es un poco metafórico, nunca te puedes fiar de nadie. Así empieza el verano: un día con la cara roja, al día siguiente morena y al tercer día, toca mudarse la piel; que es como dejar atrás lo que llevas cargando todo el año, soltarlo y volver a empezar. 37v2m

El verano es, sin ningún tipo de duda, una de las cosas que más contenta me ponen. Todos somos mucho más guapos en verano, con la piel un poco tostada y ligeros de ropa. Entrar en el vestidor y solo tener que elegir vestido y sandalias te ahorra mucho tiempo, eso y no tener que maquillarte porque ya tienes buen color en la cara. Todo lo que sea optimizar tiempo es maravilloso, ¿para qué? Para hacer todo el resto de cosas que me encantan.

El azul turquesa, por ejemplo. No hace falta que vayas a Maldivas para disfrutarlo, está increíble en Baleares o la Costa Brava. A mayores: tomar el aperitivo y las sobremesas a cámara lenta que, en el norte, acaban teniéndote que poner una sudadera porque refresca. Los paseos por la playa. Esto es lo único decoroso que se puede hacer en la arena aparte de hogueras el día de San Juan. La sensación de despertarte con un poco de sol suave en el rostro y una brisa bien fresquita. También ir en ropa interior por casa, la que sea. Las camisas de lino, las que te quedan como un vestido. Si te las dejan, mejor. Son bastante sexys.

Por supuesto, los novios de verano. Los amores de verano no tienen nada que ver con los de invierno. Ninguno es mejor que otro, pero con los de verano la fecha de caducidad viene sin sobresaltos. Son pueblos concretos, playas exactas o días inesperados. Son historias recurrentes en conversaciones distendidas, nostalgia idealizada. La adrenalina del flirteo previo y la inseguridad de proponer -o no- una cita. Hacedlo. No os quedéis con las ganas. Ya no se piden citas y es una pena.

Lo mejor del verano no son los viajes, son los momentos. Que te guiñen un ojo pensando que nadie se da cuenta. Llorar de la risa compartiendo un vino con tu mejor amigo. Ser consciente que nunca serás tan joven como en ese instante. Ni tan ingenuo.