La Costa Blanca no tiene nada que envidiar a famosos destinos turísticos del Mediterráneo como las islas griegas, pues cuenta con pueblos encajados entre el mar y la montaña que parecen sacados de país heleno.
Entre los numerosos encantos de sus 141 pueblos, uno se erige como un pedazo de Grecia en tierras alicantinas. No en vano, es conocido como el Santorini español.
Las casas blancas del casco antiguo y las aguas cristalinas, características del popular destino griego, se pueden encontrar sin salir de la provincia.
El pueblo que compite de tú a tú con la famosa isla. Como en Santorini, se diferencian dos zonas: una a orillas del Mediterráneo y, por otro lado, el casco antiguo.
Entre sus calles estrechas y empedradas se encuentran casas blancas adornadas con coloridas flores, que conducen a rincones escondidos y miradores hasta llegar a la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo. Su casco antiguo es icónico y respira historia, marcada por la influencia musulmana.
Con más de seis kilómetros de costa, Altea cuenta con un amplio repertorio de playas y calas para los bañistas que desean disfrutar de las templadas aguas del Mediterráneo sin necesidad de viajar a la otra punta del continente.
Playas como L’Olla, Solsida, Cap Negret, Albir, Cala del Mascarat o La Roda se caracterizan por ser de cantos rodados en lugar de arena. Algunas de sus calas están bien escondidas entre grandes acantilados, lo que las convierte en rincones ideales para quienes buscan tranquilidad.
Así, los amantes de la naturaleza encontrarán un pequeño paraíso en la Sierra de Bèrnia, la cadena montañosa que separa las comarcas de la Marina Alta y la Marina Baixa. En ella se hallan las ruinas de un castillo y un campo de golf. Rutas como la de los Arcos o la Ruta del Forat de Bèrnia permiten descubrir este lado menos conocido de la localidad.
Al ser un enclave privilegiado, su gastronomía también lo es, fusionando los sabores del mar y la huerta. Entre los platos típicos destacan el arroz a banda, la paella con boquerones y el arroz del senyoret.
Tanto es así que a comienzos de enero, la revista de viajes National Geographic publicó un nuevo ranking con los 100 pueblos más bonitos de España, situando a Altea en la primera posición.
La publicación también quiso destacar su rico patrimonio histórico y cultural: "Este legado cultural bebe de su pasado íbero, romano, musulmán y cristiano, visible en sus museos, monumentos y barrios. Los períodos íbero y romano dejaron asentamientos en los alrededores de la localidad, pero fue durante la época musulmana, cuando esta localidad alicantina perteneció a la taifa de Denia, cuando se asentaron las bases de lo que hoy es Altea. Su casco antiguo, conocido como el Fornet, revela esta herencia morisca que la ha acercado al mar y ha llenado sus fachadas de azulejos", recoge el artículo.